viernes, 30 de diciembre de 2016

¿Qué nos depara el 2017 en Venezuela?

Si los pronósticos que para Venezuela se leían hace dos años resultaron tímidos ante la desastrosa realidad con que se recordará al 2015 (con excepción de los resultados de las elecciones legislativas), la foto de cierre de 2016 nos está mostrando otro triste y gigante deslave que ha estado arrastrando con gente de las 1.136 parroquias del país.

En lo económico, cayeron los ingresos en divisas y por consiguiente las importaciones, las reservas per cápita bajaron a su mínimo en décadas, el Bolívar sufrió una de sus más extremas devaluaciones, el financiamiento público alternativo se secó y el tradicional no está disponible desde hace años y la inflación se aceleró y está terminando de cumplir todos los requisitos para ganarse el prefijo “híper”. En fin, la economía entró en una depresión al contraerse por tercer año, siendo “depresión” lo siguiente peor a lo que se pasa después de recesión.

Una ya vieja crisis eléctrica alcanzó su clímax histórico a final del primer semestre (que incluso casi paralizó al estado y al país por varios meses), la delincuencia siguió desbordándose y la tasa de homicidios está pasando de 90 asesinados por cada 100.000 habitantes y, por su parte, el desabastecimiento y la escasez se han hecho consustanciales a Venezuela. En el terreno político, la confrontación entre los poderes centrales y la oposición, al desconectar la válvula electoral, ha dejado un tufo a dictadura que no se disimula ni con inciensos ni con bicarbonato y limón. 

En las grandes ciudades, en las que no se puede cultivar ni pescar, los que ya no tienen ni para hacer colas ni para esperar por un CLAP, han comenzado a pelearse para escarbar las bolsas que sin éxito intentan contener los desechos orgánicos de cada cuadra mientras que en las cárceles y los centros intermedios de retención, los presuntos de siempre le han abierto espacio a más de cien políticos y ciudadanos cuyos delitos son sólo extravagantes adornos jurídicos para disfrazar la incomodidad que generan con su disenso activo y hasta con sus opiniones, que dejaron de ser derechos por estos lados.

Ahora bien, en 2015 y en 2016 la aceleración de la caída fue tan grande que cuesta creer que 2017 vaya a ser mucho peor. No digo que vayamos a mejorar sino que probablemente estamos llegando a la parte baja de la montaña y, en consecuencia, aunque no podamos hablar de una mejoría, me atrevería a pronosticar un año relativamente parecido a 2016, lo que es una maldición, pero menos demoníaca que la que vaticinan algunos expertos.

Tristemente, esto es lo más optimista que puedo ser sobre los próximos doce meses y lo hago, seguramente, para consolarme con la idea de que quienes hemos sobrevivido a este duro año, por aquello de que “lo que no te mata te hace más fuerte”, estaremos mejor entrenados para salir airosos de la nueva temporada de nuestra propia franquicia de zombis: “Venezuela, The Walking Dead”.

Si 2016 fue 3 veces peor que 2015 y 2017 va a ser tres veces peor que este año que termina como algunos afirman, dentro de un año la inflación estaría llegando a 2.000%, el dólar pasaría de los 10.000, la economía caería otra vez más de 10% y las reservas quedarían en 5 mil millones de dólares. Sin embargo, al revisar algunos indicadores, es una especie de bálsamo ver que algunas cifras han comenzado a moderar sus caídas, a mostrar estabilidad o hasta insinuar cierta recuperación. 

El precio del petróleo lleva varios meses recuperándose y, más allá de frenar su caída, ha comenzado a ganar terreno y está cerrando cerca de los 50 dólares por barril. Algunas proyecciones indican que éste será el nivel del precio promedio para los próximos meses, de allí que los ingresos de divisas habrán de crecer y, ello, siendo optimista, frenaría la caída de las importaciones y de las reservas. 

La inflación, aunque seguramente repuntará en este diciembre, al revisar las variaciones mensuales que publica el CENDA, aun estando en niveles que pasan de “alerta roja”, también muestra una cierta desaceleración con respecto al clímax de mitad de año. El tenaz desabastecimiento ha dado paso a la discreta e hipócrita flexibilización del control del precio de no pocos productos y aunque a precios de “bachaquero VIP”, muchos de los más buscados han regresado a los anaqueles y así, de pronto, en muchos comercios se han estado dejando ver la pasta, el aceite, el arroz, los granos y la leche líquida. Por su parte, productos vitales como la harina de maíz, este mismo año, han visto crecer su precio oficial con fuerza, en el caso de la harina, desde 19,50 hasta los 640,00 Bolívares (más de 30 veces).

Por todo esto y creyendo que ya no hay la misma distancia hacia abajo que hace uno y dos años, es que me atrevo a pensar que 2017 no será mucho peor que este año. Y repito, no se trata de creer que sin cambios en la dirección y conducción vayamos a mejorar, sino que aun perpetuando el modelo y las formas actuales, la caída y la aceleración podrían estar frenándose. Pero, ¿acaso es este intento de predicción un  consuelo para alguien? No, definitivamente no, y está por verse hasta donde puede continuar un país tolerando esta dura realidad.

sábado, 17 de diciembre de 2016

Economía-VE 2016: annus horribilis

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Anticipándome unos días al cierre del cuarto año de un periodo constitucional muy accidentado (el tercero de la era chavista al descontar la transición inicial de 2 años), la economía venezolana muestra los peores indicadores del último siglo.

Decrecimiento, inflación, pobreza y desequilibrios son los primeros cuatro adjetivos que pueden acompañar a los resultados de una economía que se mantiene aporreada y descontroladamente intervenida por un gobierno que desoye las críticas y desprecia cualquier enmienda, se desentiende de los indicadores macro-económicos modernos y sigue insistiendo por un camino de penitencia y asfixia a lo privado para seguir apropiándose de los medios de producción como mecanismo de control total de la sociedad.

Se estima que en estos 4 años, la población ha crecido algo más de 2%, hasta pasar de 31 millones de personas, mientras que en el mismo plazo las reservas internacionales han caído a la mitad. Es decir, que medido por las reservas, cada venezolano dispone de la mitad de lo que tenía a comienzos de 2013 (la caída es aun mayor al medir solamente las reservas líquidas). Estamos en una depresión al sumar un tercer año de retroceso del PIB. Aparentemente, este año habremos transado un 10% menos de productos y servicios que el pasado y más de un 20% menos que en 2013. Las cifras nos pueden enredar pero dicen, entre otras cosas, que la economía perdió una quinta parte de su tamaño.

He decidido no intentar reseñar sobre al endeudamiento de la república por no saber dónde consultar cifras o estimados sin embargo todo hace suponer que nuestras deudas han crecido tanto como lo han permitido nuestros nuevos prestamistas (los viejos sólo van pendientes de seguir cobrando los préstamos más viejos).

Si nos fijamos en la inflación, lo que costaba Bs. 100 a comienzos de 2013, hoy cuesta Bs. 5.210. En contraparte, el que ganaba Bs. 100, hoy gana 3.030 Bolívares, es decir que las remuneraciones por el mismo esfuerzo compran el 58% de lo que compraban hace 4 años. Otra triste evidencia de nuestra poca producción, nuestra triste productividad y de la pobreza generalizada del país, ya que no pocos millones de ciudadanos ganan apenas para cubrir gastos de alimentación. Por su parte, el costo del dinero o lo que hay que pagar por préstamos formales sigue  en torno a 30% anual cuando se estima que sólo en 2016 la inflación pasa de 600%. Una enfermedad llamada híper-inflación está en plena progresión.

Si comparamos el valor de nuestra moneda contra el del Dólar Norteamericano, en 4 años hemos visto una devaluación de 15.000% (una cifra muy difícil de tragar). En cuentas simples, el Bolívar se ha pulverizado al perder 99% del valor de intercambio que tenía a comienzos de 2013 y, en consecuencia, la moneda perdió sentido como instrumento de intermediación (ni hablar de ahorro). La evaluación empeora al analizar los problemas con el efectivo y el absurdo cono monetario que está comenzando a ser actualizado sin ninguna previsión logística.

Todo esto ha ocurrido durante un periodo en que el estado sigue sin diversificar sus ingresos, ordeña una golpeada industria petrolera que más allá de tener menor capacidad de producción, ha visto como el precio del barril perdió el 64% de su valor.

En resumen, después de los últimos 4 años hemos perdido 50% de nuestras reservas, crecieron nuestras deudas, la capacidad de compra del salario retrocedió 42%, el valor internacional del Bolívar cayó un 99% y las ventas petroleras retrocedieron, al menos, un 64%. Esto refleja una debacle en todos los indicadores y hace presumir que la pobreza y la pobreza extrema han pegado un exuberante brinco en estos cuatro años.

Viéndolo en retrospectiva, una vez más debo concluir que hacerlo tan mal sólo tiene que ser parte de un plan ya que luce imposible una equivocación de tal magnitud.

Por ahora y de cara al 2017, no se anticipa ninguna corrección de estrategias de este gobierno para enrumbar la economía en un sentido opuesto al actual, en consecuencia a menos que nuestro petróleo triplique su precio al corto plazo, en los próximos 12 meses padeceremos tanto como en el año terrible que estamos despidiendo. Va tomando sentido esa dura frase de que la economía de un país no tiene fondo y siempre puede seguir cayendo... lamentablemente.

sábado, 26 de noviembre de 2016

El golfeado en la historia de Caracas

El golfeado es un insigne y típico dulce venezolano. Es un enrollado de pan de cinco vueltas, inspirado en las caracolas españolas o los rollos daneses aunque es una muestra concreta de nuestra costumbre de mezclar lo dulce con lo salado. Está bañado de “papelón” con pequeños trozos de queso blanco duro y salado y además se puede coronar con una rodaja del queso blanco suave que en Venezuela se conoce con el nombre de “queso de mano”.

Aunque la biografía de tan famoso dulce no es precisa, porque varias personas y zonas de Caracas reclaman la autoría, la mayoría de los cuentos de su génesis coinciden en las primeras décadas del siglo XX y en la gran Caracas (la capital de Venezuela y su periferia). Desde que empezó a salir de aquellos primeros hornos de leña, su receta fue copiada y se extendió con fruición y, posiblemente, aunque lo que sigue no cuenta la historia del primer golfeado, si muestra un punto de inflexión en su camino a la fama.

En los años treinta del siglo pasado, la Panadería Sucre de Los Dos Caminos, fundada en 1912 como una pulpería y ubicada al este de Caracas en la bifurcación que entonces permitía salir de la ciudad hacia los estados orientales (la actual avenida Rómulo Gallegos) o seguir hacia el pueblo de Petare (la actual avenida Francisco de Miranda), marcó un antes y un después en la historia de este dulce.

A pesar de que la ciudad de Los Teques y el pueblo de Petare reclaman la autoría del golfeado, dicen que la fama de los horneados en aquella panadería atrajo la atención del todopoderoso caudillo Juan Vicente Gómez, quien se trasladó hasta Los Dos Caminos para comprobar la veracidad de lo que tanto se hablaba en la capital. El visto bueno y los halagos del presidente venezolano catapultaron al golfeado y a aquella panadería a su fama definitiva.

Aunque la panadería sigue abierta con el nombre de La Amistad y queda justo al lado de una moderna torre empresarial y al frente de un centro comercial con una de las arquitecturas más vanguardistas del país, sigue manteniendo el aspecto y el aire de un local rural de hace casi un siglo. Después de conocer esta historia y visitarla, es fácil imaginar el revuelo que generaron Gómez y sus acompañantes aquel día de 1930 en que decidieron probar una delicia que se convirtió para siempre en una de las piezas claves de la bollería venezolana.

sábado, 12 de noviembre de 2016

¿Guerra o diálogo?

Durante la primera parte de los últimos 18 años, digamos hasta 2001, como hoy podría estar comenzando a suceder en otras latitudes, los venezolanos comenzamos una etapa que nació de una exitosa estrategia electoral y que convirtió en combustible para echar a andar un nuevo modelo de país, los auténticos sentimientos de exclusión de una mayoría (3,67 millones de venezolanos votaron al militar golpista Hugo Chávez).

Sin pausa, el chavismo avanzaba y se blindaba derrumbando todos los obstáculos y referentes previos, malos y buenos, mientras los que siempre nos hemos opuesto seguíamos tolerando ser sometidos y vapuleados como minoría y aunque firmes, andábamos descabezados o cabizbajos y deprimidos en el mejor de los casos. Desde allí el chavismo siguió fortaleciéndose y creciendo aunque casi siempre recibiendo oposición activa. El chavismo se definió girando a la izquierda, mientras la alternativa seguía debatiéndose entre revivir o terminar de morir y pagar sus pecados.

Así llegó el 2006, hace 10 años, y la alternativa se aceptó como minoría y renació gracias a un acuerdo sensato de Teodoro Petckoff, Manuel Rosales y Julio Borges. La oposición se unificó electoralmente, se comprometió para construir una nueva mayoría y aunque el chavismo siguió en el poder, efectivamente, con más poder y con más recursos, también comenzó a cometer errores estratégicos. El cierre de RCTV y la pérdida de un referéndum que intentaba imponer un estado socialista, fueron dos fracasos chavistas en 2007 que, entre otras cosas, despertaron a una generación de estudiantes que hoy en día ya ha ocupado puestos protagónicos de nuestra clase política.

En 2008 nació la MUD mientras que el chavismo ya se intoxicaba con su prepotencia y comenzó a imponer su proyecto socialista en contra de lo que entonces quería el venezolano. Sólo un ingente ingreso extraordinario por los elevados precios del petróleo le permitió seguir avanzando y la mayoría popular se hizo la vista gorda, tolerando excesos oficiales a cambio de negocios, regalos, subsidios y viajes de placer o de “rebusque” con dólares baratos. El venezolano le terminó de ceder todo el poder a Chávez cuando en 2009, una mayoría importante pero más pequeña, aprobó que todos los cargos de elección popular, pudieran presentarse indefinidamente a la reelección.

En 2011 se enfermaron, tanto la economía venezolana como Chávez. De cara a su tercera y última reelección se quemaron todos los cartuchos y se vaciaron las cuentas públicas. El chavismo lo volvía a lograr, sólo que ya cada triunfo era más abusivo, menos democrático y sin la contundencia y frescura de sus primeros días. A pesar de volver a ganar en 2012, Chávez se agrava y desaparece al final de ese año. También la economía se agrava y comienza a caer al vacío en el que sigue sumergiéndose.

En 2013 deben repetirse las elecciones para reemplazar la vacante que dejó el desenlace de la dolencia del caudillo y sólo la inercia y el abuso de los poderes hicieron que Maduro fuese reiterado con una mayoría que apenas superaba a su oponente. Las cuentas públicas siguieron mostrando un deterioro cada vez más pronunciado. El haber atacado y desmontado la producción nacional y la inversión privada aunado a una administración irresponsable y corrupta, nos terminó de sumergir en la crisis gigantesca que cada día nos castiga con más fuerza.

Sin dinero, sin apoyo popular y sin flexibilidad para entender que la terquedad se está convirtiendo en delito, comenzó la represión y las maneras dictatoriales. No ha habido ninguna aceptación de errores y mucho menos correcciones. El chavismo de Maduro seguía perdiendo la precaria mayoría que tuvo hasta 2013 y no ha parado de causarnos graves daños.

A finales de 2015 se hizo evidente que las preferencias del venezolano ya no estaban en venta y, por vez primera en 17 años, justo cumpliendo 17, el chavismo saboreó una dolorosa y contundente derrota. El poder legislativo quedó mayoritariamente en manos de la MUD (votada por 7,73 millones de venezolanos), por lo que el PSUV asumió formas que se pensaban enterradas, rescatando tácticas de manipulación y represión que en su momento usaban Cipriano, Juan Vicente y Marcos.

El chavismo de Maduro se olvidó de la constitución porque ya sin mayoría y sin convicciones democráticas, sólo le queda amenazar y actuar con una justicia cómplice, con los soldados, con las armas de la “república” y con la fuerza que aun le brinda el dinero público que gasta sin control. Por ello, no duda en “invitar” incesantemente a que la oposición desenvaine y se bata en un duelo cuerpo a cuerpo porque sabe que en ese terreno la dividirá y la vencerá para luego usar el desánimo y la impotencia que genere para seguir más tiempo a cargo de un desastre que se empeñan en seguir llamando revolución.

Toda esta pesadilla que en pocos días está por celebrar la mayoría de edad, ha empujado a entre 5 y 10% de la población a buscarse la vida en otros países. El terrible modelo económico ha empobrecido a la mayor parte de los que acá seguimos. Una pequeña élite, aunque renovada por no pocos piratas profesionales, como es de suponer, mantiene su capacidad y su nivel de vida. Los que le siguen y que alguna vez éramos clase media, ahora nos alimentamos y nos curamos con limitaciones y seguimos perdiendo capacidad e ilusión a pasos agigantados. Por último, la gran mayoría se ha empobrecido al extremo y ha comenzado a dejar de cubrir sus necesidades básicas a pesar de que ha comenzado a ser común que la gente tenga dos empleos para intentar sobrevivir. 

La pobreza extrema, un fenómeno que en Venezuela se limitaba a caseríos del interior del país, según los estudios de Luis Pedro España, ahora abunda en las grandes ciudades, en las que cada día proliferan nuevos mendigos y buscadores de restos de comida en los basureros de todas las calles, a cualquier hora del día y que ya sin ninguna pena comen las pocas sobras de una sociedad que vive con miedo, tristeza y frustraciones pero que sigue aferrada a la esperanza de un cambio.

Hace muy poco que la MUD, a pesar de no hacerlo por unanimidad o por clamor popular, escogió dialogar y negociar con el gobierno, con la intermediación del Vaticano, quien además está acompañado por otros actores de dudosa imparcialidad. Al parecer la MUD decidió que aun en desventaja y con probabilidad de ser engañada, puede haber encontrado un medio menos oneroso y sangriento pero que podría ser más efectivo a mediano plazo que el choque frontal y desigual al que casi llegamos hace 2 semanas.

Hasta hace un mes, los tiempos de la MUD se medían en días y los del chavismo en años. Es muy posible que los tiempos de la negociación tomen varios meses pero es fundamental que cuando el país pase al próximo estado para balancear los poderes públicos, sea mucho más fácil la reconstrucción por haber escogido este tipo de desenlace que habrá de desactivar y apartar a los radicales.

Los tiempos del hambre, el sometimiento y la desesperanza parecen eternos pero por preferir, por ahora, los prefiero a los tiempos de la guerra. Aun sin estar ni un ápice conforme o feliz con la idea de que nos sigamos hundiendo por unos meses más, debo dar mi apoyo irrestricto a la sensatez y a la construcción inteligente y civilizada de una nueva realidad que nos deje retomar la senda de la normalidad y el progreso sin guerrilla, sin terrorismo y sin revoluciones trasnochadas. 

Algunos creen que tal construcción inteligente y civilizada del futuro venezolano es un espejismo, "otro engaño del chavismo", dicen, o incluso que "hay un oscuro arreglo tras bastidores". Nadie duda que el chavismo se quiere aferrar pero por sanidad mental necesito abrazar la imagen de que Venezuela está comenzando a cerrar esta terrible etapa y que así como la caída del muro de Berlín o la Perestroika abrieron nuevas etapas de forma pacífica para Alemania y Rusia, nosotros también habremos de lograrlo y hemos comenzado a hacerlo.



viernes, 28 de octubre de 2016

Economía gravemente enferma

Y acá vamos con el tema de las compensaciones laborales, una vez más.

Desde el 1° de noviembre de 2016, se ha decretado que el sueldo mínimo mensual sea algo más de 27 mil Bolívares y que el bono para alimentación sea de 2 mil 124 Bolívares diarios o Bs. 63.720 al mes. 

En 2016 el ingreso mínimo se ha ajustado 6 veces por decreto. En promedio, cada dos meses. El salario en 4 oportunidades y el bono, en 5. En total, el salario actual es 180,9% mayor que el de enero y el bono subió 844%. El ingreso mínimo se ajustó 453,8% en 2016.

Todas las lecturas son malas. En primer lugar, una economía que cada dos meses tiene que decretar un ajuste de la base salarial y de los ingresos mínimos está muy enferma y si tal ajuste es para casi sextuplicar dicha base en un año, la situación es muy grave. En ausencia de información pública del INPC, de tales ajustes se puede inferir que la inflación anualizada, como mínimo, ronda el 500% y a juzgar por indicadores no oficiales y mis percepciones, estos ajustes salariales ni remotamente han aumentado el poder adquisitivo de los trabajadores formales. En otras palabras, el ingreso mínimo de Bs. 90.812 de noviembre compra bastante menos de lo que en enero se compraba con Bs. 16.398,15. 

Todo este entorno de desplazamiento desigual de las escalas de valor del trabajo y de los bienes y los servicios, ha generado un problema adicional que quiero reseñar. El billete de mayor denominación sigue siendo el de 100 Bolívares y así ha sido desde hace 9 años. En enero de 2008, se usaban 11 o 12 billetes de 100 para un ingreso mínimo y hoy se necesitan más de 900.

Bien sea por algún complejo que les hace ignorar la terrible realidad que ellos mismos han deformado, o por incompetencia, o por intereses ocultos o por todas las anteriores, el gobierno y el Banco Central de Venezuela no han cambiado el cono monetario por lo que vivimos haciendo filas frente a unos cajeros automáticos que sólo descansan cuando se quedan sin efectivo (que es cada vez más frecuente) y dedicamos un par de horas cada mes para llenar nuestros bolsillos de billetes que nunca alcanzan para los gastos menudos. El comercio de efectivo se ha convertido en otra de esas extravagantes consecuencias del socialismo del siglo 21.  

A juzgar por el valor comparativo internacional de los principales productos y servicios básicos, el salario de un trabajador venezolano debe ser de unos 4/5 dólares diarios (USD 120/150 al mes) y es, tristemente, el más bajo de nuestro entorno regional.

El gobierno venezolano y sus economistas siguen aplicando las mismas medidas que hace 6 años servían para maquillar la pobre economía venezolana pero esas mismas medidas ya no pintan nada, más allá de carencias y miserias. Sin duda, es parte del plan de dominación política. 

Si esto no es hiper-inflación, ¿alguien sabe cómo se llama?

jueves, 13 de octubre de 2016

Se está rompiendo la cuerda

Escribo ya metido en el último trimestre de un año terrible para Venezuela: 2016.

Si bien el balance de las sensaciones del año nos invita a olvidarlo pronto, se hace indispensable que aprendamos a reconocer hasta dónde nos pueden llevar cuando le damos todo el poder a una parcialidad capaz de decidir y hacer tantas cosas torcidas a la vez. Pero 2016 no está sólo: 2014 fue malísimo y 2015 fue terrible, sólo que este año hemos corrido el maratón de las catástrofes.

A estas alturas del año, las esperanzas de que 2017 rompa este molde, siguen allí pero aun encerradas y aunque sabemos que podrían liberarse, aun no se pueden oler ni ver. Este año pasará a la historia, sin duda, sólo falta saber si como el año en que la inmensa mayoría del país sentó las bases para ejercer su derecho de cambiar de destino o si como el año en que una dictadura empeñada en que no quedara piedra sobre piedra, hizo sus últimos intentos por someternos.

De acuerdo con la más reciente encuesta pública de Venebarómetro, el gobierno de Maduro se ha convertido en una fábrica de opositores. A finales de 2015, justo antes de que la MUD se hiciera con la mayoría de la Asamblea, menos del 40% se auto-definía como opositor. Al día de hoy, ese porcentaje ha crecido hasta el 54% y eso no quiere decir que el resto del país es chavista porque sólo un 27,5% se define como tal, sino que el restante 19,5% aun se resiste a estar alineado con alguno de los dos polos.

Aun así, el 86,7% de los votantes probables en caso de que se celebre el referendo, revocaría a Maduro y a su gobierno, en contraste, el 12% quiere que siga hasta 2019. Es decir que la decisión de cambiar al gobierno se ha convertido en un anhelo nacional que por primera vez en varias décadas pone de acuerdo en algo trascendental a casi 9 de cada 10 venezolanos.

El líder favorito para un eventual nuevo gobierno que cambie el rumbo del país sigue siendo Leopoldo López. Le acompañan en preferencias, Henrique Capriles y Henry Ramos. Sin cerrar la pregunta, cuando se le pide a la gente que valore los liderazgos políticos más visibles, repiten en las tres primeras posiciones positivas, Capriles, López y Ramos, acompañados por Chávez, Henry Falcón, Aristóbulo, Maduro y Jorge Rodríguez, en orden descendente y con valoraciones negativas. El mayor rechazo lo genera Maduro, reprobado por el 72%.

Tres de cada diez chavistas tampoco quieren a Maduro. De allí que sólo cuente con el apoyo del 20% de la opinión pública (que aun me resulta un porcentaje inmenso para el desastre que ha protagonizado con su gestión). Hace unos días un analista con acceso a fuentes chavistas comentaba que ellos aseguran que dentro de ese 20%, hay un importante porcentaje que está dispuesto a dar la vida para defender a su gobierno y en parte por ello siguen obstaculizando con tanta altivez, cualquier salida que les excluya.

A finales de mes, protagonizaremos el siguiente capítulo del #Referendo2016 y aunque la mayoría de los entendidos piensan que es improbable que tal consulta se realice, su organización y avance continuarán metiendo presión al gobierno y es ésta la única forma de forzar un cambio , que se dará cuando tal presión rompa la unidad chavista (Militares, TSJ y CNE) que hasta ahora sigue sosteniendo al gobierno.

La crisis avanza y se transforma. Se reabrió la frontera con Colombia y momentáneamente, el gobierno se ha olvidado de los "precios justos" para algunos productos básicos importados que están apareciendo en los estantes de los comercios formales (azúcar, granos, pasta, aceite, arroz, etc.), por lo que la escasez le estaría cediendo su puesto a la inflación como principal problema del consumidor. 

El ajuste salarial  decretado en agosto, como siempre inconsulto y desconectado de los involucrados y sus realidades, ha vuelto a disparar una ya agobiante recesión inflacionaria que desde el andén está empujando a cada vez más venezolanos a las vías de una arrolladora e indetenible pobreza. La inseguridad ciudadana, la precariedad de los servicios públicos, la emigración de profesionales y emprendedores y el acoso judicial a la disidencia política terminan de configurar el momento más triste del país en más de medio siglo.

Faltando una fracción de trimestre para que lleguemos al 2017, hay varios contrastes con la fotografía de hace un año. Los gobiernos de Brasil y Argentina, los dos más grandes países de la región, ya no son chavistas y nuestra Asamblea y el 70% del electorado de Venezuela tampoco. Con más frecuencia, el gobierno de Maduro tiene que recurrir a tácticas cada vez menos democráticas para intentar mantener el control por lo que los apoyos internacionales se le están esfumando.

A pesar de que el precio del petróleo no se recupera, Maduro sigue sin ajustar ni un grado el rumbo. Ha estado evadiendo el Referendo y las elecciones regionales de Gobernadores, mientras la economía cae con fuerza por tercer año consecutivo. La inflación no oficial por lo menos duplica a la que se publicó en 2015 por lo que vamos a una híper-inflación “a paso de vencidos” y la escasez de productos básicos de alimentación, salud e higiene ya es un hecho distintivo de esta economía. La pobreza y el descontento crecen cada semana mientras el discurso oficial sigue sin modificar una sola frase.

Más allá del cómo, un repaso de la historia de las últimas décadas nos dice que esta situación ha comenzado a ser insostenible e irreversible y, más temprano que tarde, el cambio ha de llegar impulsado por las diligencias de los venezolanos que tenemos la tarea de reconstruirnos, esperando que sepamos aprovechar las lecciones de otras sociedades que salieron con bien de errores históricos de este misma tonalidad.

El tiempo sigue pasando y el que el desespero y la impotencia de la sociedad siga creciendo ante un pésimo gobierno que parece no tener fin, no significa que la cuerda que lo sostiene no esté a punto de romperse. Todo indica que la elasticidad se está acabando y aunque nunca lo van a reconocer, la cuenta regresiva para ellos, parece estar terminando.  

martes, 20 de septiembre de 2016

¿Qué pasa en Venezuela? #7Conclusiones

Vivir esta Venezuela es una locura aunque me imagino que cualquiera en cualquier otro sitio, me puede replicar que la demencia no es una exclusividad de estas tierras. Aunque ciertamente está bien distribuida, acá abundan circunstancias que nos amargan o nos deprimen en todo momento. Si ya tú sólo tienes certezas sobre lo que acá sucederá o ya te hartaste de este tema porque es un chicle tan mascado que ya no sabe a nada, podrías prescindir de leer esta reflexión pero si también necesitas olfatear los próximos capítulos de la futura historia de este país, sigue adelante y te agradezco tus comentarios.

Hace pocas semanas, cuando se comenzó a hablar de negociaciones entre el gobierno y la oposición, mi primera reacción fue que no hay nada que negociar porque estamos exigiendo que se organice un referendo revocatorio, que es un derecho constitucional y como tal, no acepta trueque de ningún tipo. Así pensaba de entrada.

Por otra parte, viendo ir y venir a Rodríguez Zapatero entre España y Venezuela, también reflexioné que si bien lo consideraba demócrata y avalado por gobiernos y organizaciones que no tienen nada de chavistas, dije que era hora de llamar a los suplentes porque públicamente sus oficios no han movido ni un milímetro nuestra situación.

Además, también durante estas semanas, he leído a no pocos opositores que se indignan y critican sin compasión ni respeto a los protagonistas de la MUD. Los califican de traidores, convenientes, mezquinos, intrigantes, ingenuos o desubicados. También me indigno cuando leo que los venezolanos somos cómodos o cobardes y que la solución es que nos echemos a la calle hasta que tengamos un nuevo gobierno y, para remate, siempre me descolocan dos leyendas urbanas. La primera es que nos robaron casi todas las elecciones porque la oposición siempre fue mayoría y, la segunda, que contradice la anterior, es que los pobres del país siguen y seguirán con Maduro por la bolsa de comida.

Luego, pasó este último fin de semana y el ánimo opositor se cayó al piso porque mientras el gobierno se rumbeaba su cumbre de Margarita, nos metió la duda de que estaba pactando en secreto (sabrá Dios que derechos ciudadanos) con la MUD y, también, varios analistas de peso comenzaron a decir que el referendo no se hará en 2016. Por suerte, leí a Luis Vicente León este domingo y coincido con su defensa de la negociación MUD-Gobierno ante la dura y compleja realidad que nos está tocando vivir.

Mis 7 conclusiones al día de hoy, hilvanando las partes de mis propias experiencias, son las siguientes:

1.- El referendo si es un derecho constitucional pero como el gobierno piensa que la oposición aun no tiene un poder real para plantarle cara, lo obstruye mientras calcula todas las semanas hasta cuándo hacerlo. Igual tratamiento reciben las nuevas leyes, el funcionamiento de la Asamblea, las elecciones de gobernadores o cualquier otro derecho por racional o legal que sea. 

2.- A la MUD le resulta indispensable seguir organizando y dirigiendo su poder real hasta forzar una división del chavismo o del poder militar para que el gobierno acepte un cambio: gobernabilidad, referendo, elecciones regionales o renuncia de acuerdo con la fuerza e intensidad de tal poder. 

3.- La mala situación y el hartazgo de la sociedad siguen creciendo a diario y aunque su transformación en presión sobre el gobierno no es tarea fácil, es ahora casi la única razón de ser de la MUD. Esa presión es el activo con el que se lograrán los objetivos tarde o temprano. Parece que la MUD y los intermediarios externos tienen esta foto mucho más clara que los radicales de ambos bandos, sin embargo, la gente sigue esperando emocionada, desde hace muchos años ya, por resultados inmediatos como los que se aspiran de una democracia moderna (que no somos).

4.- A la MUD le ha resultado extremadamente difícil mantener alineada a esa mayoría de venezolanos que aspiramos un cambio real, bien por no tener un híper-liderazgo, bien por su propia diversidad o bien por la guerra psicológica que con mucha escuela le hace muy bien el chavismo. La disparidad de criterios, expectativas, miedos y esperanzas de la oposición atentan en contra de la velocidad de la consolidación efectiva de su poder.

5.- Aunque podamos criticar errores y reclamar un liderazgo que nos unifique en torno a una visión emocionante del futuro (y sin complejos comunistas), es una ingratitud inmensa el que no se reconozca que muchos líderes de la MUD no han sucumbido a la tentación de una vida más tranquila como emigrante, sino que siguen intentando rescatar una patria que tantos han dado por perdida a lo largo de 18 años.

6.- Un enfrentamiento de calle contra el gobierno en este momento sería un suicidio colectivo. A pesar de que la MUD encabeza una mayoría, de hasta 3 a 1, sólo el gobierno carece de escrúpulos y cuenta con las fuerzas armadas, los recursos económicos y los medios de comunicación. Si con suerte una acción de este tipo, después de ofrendar muchas vidas como la tuya y la mía, lograse la renuncia del gobierno, cabría la posibilidad de que aparezca algún militar para tomar los destinos del país con la excusa de apaciguar y unificar.

7.- Es muy difícil entender cómo actuamos los habitantes de esta Venezuela. Para cualquiera que no vive acá, es impensable la tolerancia al desastre y el miedo que hemos desarrollado o que nos han inoculado. Hemos descendido en la pirámide de necesidades a un punto que si bien nos encolerizamos con facilidad, con la misma facilidad nos metemos en una cola para tratar de conseguir comida que se pueda pagar, comprar ese medicamento que no podemos suspender o celebrar con un retiro en casa porque nos robaron el celular sin pegarnos dos tiros. Si los que lo viven desde lejos están aburridos de que nuestros lamentos no se transformen en acciones contundentes, les aseguro que aburre mucho más el tener que sufrir estos castigos que se nos están haciendo eternos.

El cambio podría estar por ocurrir o aun faltarle. La historia está llena de grandes episodios que ni se sospecharon unos días antes de que sucedieran. Quiero ser optimista y pensar que el cambio no tardará mucho más. Aun así, Venezuela es una inspiración hoy y lo será mañana y el compromiso con ella no debe caducar. Es aceptable y comprensible que algunos decidan emigrar pero otros, como tantos que han enfrentado estas circunstancias con éxito a lo ancho del planeta y a lo largo de la historia, seguiremos intentando construir la mejor Venezuela que merece nuestro época y habremos de hacerlo hasta conseguirlo. ¿Está fácil? No, ¿está cerca? No lo sé y por eso mismo es momento de apoyar sin mezquindad y desoyendo a quienes ya sabemos expertos en golpes psicológicos, de lado y lado.

Pidamos ánimo y demos ánimo que no somos pocos los que pensamos que siempre valdrá la pena seguir intentándolo y gota a gota seguiremos llenando un río que más temprano que tarde nos bautizará para perdonarnos por tantos errores y fanatismos.

viernes, 16 de septiembre de 2016

¿Últimos 100 días?

El deterioro de Venezuela es tan intenso y se ha venido acelerando de formas tan impactantes, que uno no deja de indignarse al ver que los indicadores hablan de un desastre que crece a diario sin que el gobierno muestre un mínimo de auto-crítica o ensaye el más leve viraje. Hasta ahora, el gobierno ha sido un ejemplar discípulo de la escuela de los Castros que sólo ha mostrado creatividad para rebautizar “bloqueo yanqui” como “guerra económica”. 

Ante esta situación, es muy preocupante descubrir que la crisis de una sociedad, tristemente, podría no tener fondo. Las proyecciones económicas que hace un año nos pudieron parecer exageradas, hoy han sido rebasadas por nuestra deprimente realidad aunque más preocupante aun es sospechar que de no iniciar un pronto cambio de rumbo, para el próximo año podríamos pasar por peores circunstancias que las actuales.

A pesar de que para mi gusto el rumbo de la misión-país se torció hace unos 15 años, durante la década pasada, el status quo de no pocos venezolanos, mejoraba gracias a un gasto público hemorrágico que despilfarró los beneficios de nuestro negocio petrolero y exprimió la capacidad de endeudamiento que teníamos y ya no tenemos. Con todos esos recursos, una y otra vez, el chavismo pudo jalar hasta nuestros puertos, un viejo barco carguero en el que transformó a nuestra economía. Hoy por hoy, el barco viaja más lento, llega casi vacío de comida y medicinas y se está llenando de agua e inclinándose.

¿Podremos mejorar sin cambiar de gobierno y de modelo?

Es probable que si el precio del barril del petróleo subiera a doscientos dólares y si, a cambio de un gran préstamo fresco, el gobierno entregara buena parte de PDVSA a alguno de sus aliados (que además se encargase de duplicar la producción de petróleo), las cosas podrían volver a mejorar pero la bajísima probabilidad de estos supuestos permite anticipar que no hay mejora a la vista sin que Venezuela despida al chavismo y a su socialismo del siglo XXI.

¿Y podremos hacerlo? y, lo que más intriga nos causa, ¿cuándo?

Para lograr este cambio, hay dos grandes vías: la electoral y, por llamarla de alguna manera, la sobrevenida. 

Justo antes de escribir de cada una, debo recordar que desde que el chavismo es gobierno, ha afirmado cientos de veces, sin reparo o pudor democrático, que su revolución llegó al poder para quedarse hasta transformar por completo a Venezuela. No cree en la separación política de los poderes y no acepta una alternancia que cuestione y desmonte su modelo. Su lema fue “Patria, socialismo o muerte” que no es más que una amenaza de meternos hasta en una guerra civil si su primacía fuese amenazada. Es decir que, por definición, la revolución no llegó para ser una opción, sino para ser la única. Sin embargo, ya no es lo que fue.

Repasemos las dos posibles salidas. En primer lugar, la electoral. Por principios constitucionales debe ser una válvula de escape en 2016 pero sigue cerrada por un gobierno que apuesta a que, con dos años más de tiempo, tendrá chance de recuperar un nivel de apoyo suficientemente competitivo para volver a ganar, “como sea”, en 2018. Es decir, que para el razonamiento chavista, permitir voluntariamente el revocatorio es imposible y lo será más cada día, porque la debacle crece y se hace más nítida su derrota electoral en la misma medida en que se agrava la crisis que justo ahora está en una etapa fulminante. 

Pero si el chavismo logra evitar el revocatorio este año y logra seguir gobernando hasta 2018, verá crecer  su probabilidad de continuar al mando del país después de 2019 y habría superado la etapa de peores resultados y amenazas que ha conocido después del 2002.

Esto deja a la vía sobrevenida, es decir, a la renuncia voluntaria o negociada del chavismo antes del 9 de enero de 2017, como la opción con más probabilidad para que Venezuela cambie e inicie un esfuerzo para mejorar a corto plazo. 

El chavismo lo tenía todo a su favor: un líder unificador, apoyo popular, poder absoluto, dinero, ideas y sorpresas, respaldo militar, apoyo internacional y una débil y desprestigiada oposición. Hoy en día, ha perdido casi todos esos activos. El marcado deterioro que hoy nos friega la vida a todos los venezolanos, también se la ha fregado al chavismo. 

Chávez murió, el chavismo es impopular, el país se llenó de deudas impagables, varios viejos aliados ahora son casi neutros u opuestos y la oposición es mayoría. Aun cuenta con el respaldo de la actual cúpula militar, el control de unas magras finanzas públicas y aunque gestiona el 75% del poder público formal, la crisis está convirtiendo a todo ese poder en una carga cada vez más pesada.

Así las cosas, podría ser cuestión de semanas para que seamos testigos de algún tipo de renuncia. Si se produce en los próximos 100 días, se habrá abierto una puerta al cambio que aun habría que construir y asegurar. Si no, la revolución podría haber superado otro punto de no retorno y cambiar de estrategias para mejorar su posicionamiento para 2018 como ya mencioné más arriba.

Esto quiere decir que si el chavismo sigue en el gobierno después de enero de 2017, ¿se quedaría “para siempre”?

Seguramente no. Como ya escribí más arriba, todo hace predecir que la crisis va a seguir creciendo y fregando la vida a millones de venezolanos en decenas de formas aunque si el gobierno pasa de enero de 2017, los protagonistas de esta oposición estarían perdiendo otra batalla y, posiblemente, aflorarían sus propias divisiones. 

Aun así, el descontento popular seguiría aumentando por lo que mantenerse gobernando sería cada vez más complicado para el chavismo. Esta crisis ya ha involucrado a la OEA, la UNASUR, expresidentes de la región, el MERCOSUR, España, Estados Unidos, Europa y el Vaticano. No veo cómo el gobierno puede seguir al frente del desastre sin hacer cambios y que todo un país y todos estos mediadores se conformen con sólo ser testigos incapaces de ayudar a detener la destrucción de la que fue la tercera economía y la primera democracia del continente. 

Aunque el castrismo siguen dominando a Cuba a pesar de las penurias de su pueblo y aunque parezca que cada día Venezuela se parece más a la isla, no son pocas ni sutiles las diferencias entre ambos países y momentos. La guerra fría terminó hace 25 años y Venezuela sigue teniendo una oposición legal y activa que, además, es mayoría absoluta en el poder legislativo desde hace 9 meses. Aun sobrevive una economía privada nada despreciable y seguimos celebrando manifestaciones públicas, legales y tan multitudinarias como la Toma de Caracas del pasado 1° de septiembre. Sin negar nuestras tristes similitudes, Venezuela está infinitamente más lejos de una dictadura comunista de lo que Cuba estaba en 1977, cuando la revolución de Fidel cumplía 18 años.

En conclusión, creo que en los próximos 100 días estamos más cerca de una renuncia del chavismo que de su continuidad pero aun no me atrevo a asegurar, sin lugar a dudas, que ya comenzó la transición. También creo que si el gobierno chavista sobrevive al 2016, aun tendremos esperanzas de cambio el próximo año, aunque debo admitir que sufrir un 2017 igual o peor al presente, sería otro duro golpe difícil de asimilar para todos. Justo ahora no podemos subestimar el valor y el poder de la protesta democrática que, aunque a ratos parezca inútil y desgastada, es una de las pocas pero efectivas herramientas que tenemos para curarnos y resurgir.

domingo, 4 de septiembre de 2016

¿Qué vas a hacer con el resto de tu vida?




Si por simplificar aceptamos que una vida normal durará un poco más de 80 años (más de 23 los viviremos durmiendo), es importante que, de vez en cuando, analicemos nuestro camino y nos preguntemos qué vamos a hacer con el tiempo que nos queda de modo que podamos organizarnos para seguir cumpliendo objetivos.


La vida puede resumirse como un recorrido de ocho décadas que más o menos tienen una distribución promedio aunque varían, incluso drásticamente, entre grupos de personas por decisión propia o por razones hereditarias, culturales, geográficas, generacionales, económicas o sociales. 

A medida que transcurre el tiempo, la esperanza de vida ha ido creciendo o dicho de una manera más atractiva, el tiempo de juventud le ha ido robando años a la vejez y, en consecuencia, cada vez nos hacemos ancianos más tarde, entendiendo por ancianidad, los últimos años del recorrido o el periodo final en el que podemos ver disminuida nuestra autonomía.


Hagamos un repaso de estas ocho décadas, destacando lo que por término medio nos suele suceder en cada una de ellas. 

La primera década, hasta los 9 años, es la infancia y nos sirve para comenzar a desarrollar independencia y preparación para vivir en sociedad. Los primeros 3 años aprendemos a caminar, a comer (consumiremos un promedio de 10 toneladas de alimentos en nuestra vida), a hablar y a ir al baño (en 80 años orinaremos unos cuarenta mil litros). Luego comenzamos a socializar y a seguir diversificando nuestras herramientas de comunicación, creciendo y ganando fuerza y agilidad para poder iniciar el primer contacto con la educación colectiva para aprender a leer, a escribir y a usar la aritmética básica. Es tiempo de jugar y de hacer las primeras amistades, adquirir nuestros primeros gustos y, a veces, el sentido de la responsabilidad.

La segunda, de los 10 a los 19, incluye la adolescencia y además de dedicarla a seguir creciendo y aprendiendo, es cuando comenzamos nuestra transformación física y psicológica hacia nuestro estado más duradero, la adultez. En esta década, también de grandes cambios, forjamos sólidas amistades y completamos el desarrollo de nuestro cuerpo. Posiblemente tendremos nuestras primeras parejas sexuales y tomaremos las primeras decisiones trascendentales como escoger cuál será nuestra primera dedicación fundamental, carrera u ocupación laboral.

En la tercera década, de los 20 a los 29 años, comienza la adultez y es muy probable que nos hagamos con una profesión u oficio, comencemos a ser económicamente activos, formemos una pareja y comencemos a construir nuestra propia familia. Más o menos, a los 28 años, habremos alcanzado el clímax del desarrollo físico de nuestro cuerpo. Esta edad marca la plenitud del ser humano y, a partir de allí, comenzaremos a envejecer, toda vez que al final de esta década, dejaremos de producir neuronas, aunque las que tengamos entonces deberían ser suficientes para toda la vida.

En la cuarta, de los 30 a los 39, la primera de madurez, comenzamos a estabilizarnos, a crecer profesionalmente, a seguir procreando y cuidando nuestra familia. Aunque típicamente podemos ganar peso y perder algo de agilidad, de vigor y de energía, siguen siendo tiempos de plenitud en los que estaremos acercándonos a la mitad del recorrido. 

Luego llega la quinta década, de los 40 a los 49, que será una segunda madurez y que es una especie de bisagra hacia la temprana vejez en la que normalmente cesa el rol de reproductor. Los hijos suelen llegar a su propia segunda década y comienza la transformación del núcleo familiar que se achicará o crecerá de acuerdo con las circunstancias económicas, familiares y sociales. La experiencia profesional acumulada puede abrir paso a las ocupaciones de mayor responsabilidad hasta alcanzar la plenitud profesional. Comienzan a aflorar los primeros signos de deterioro físico, posiblemente comienza la pérdida de la agudeza visual y algunas primeras afecciones asociadas con el desgaste.

En la sexta década, la de la tercera de madurez, de los 50 a los 59, usualmente nos hacemos abuelos y, probablemente, comienza un proceso de paso de testigo hacia la próxima generación. Los signos del envejecimiento se hacen más evidentes y aparecen algunas dolencias, pero con suficiente energía e independencia para seguir disfrutando sin mayores limitaciones (en toda la vida recorremos 10 mil kilómetros casi sin darnos cuenta). La óptica de la vida cambia en la misma medida en que cambian nuestros intereses. La seguridad en uno mismo llega al máximo y aunque es probable que profesionalmente pueda aun ejercerse un liderazgo muy importante, se hace previsible que la dirección hacia el futuro comenzará a pertenecer a miembros de una generación menor.

En la séptima, de los 60 a los 69, que es o la cuarta de madurez o el inicio de la vejez, suele iniciarse el retiro profesional y un importante cambio de nuestras rutinas de varias décadas. Puede ser un trance difícil aunque si la salud acompaña, es muy probable que se puedan comenzar nuevos proyectos que buscan una ocupación sana y placentera más que seguir con el ritmo de carrera previo. Es una década crucial para bajar la intensidad, sin embargo, aquellos que hacen una parada brusca para pasar a un retiro en reposo, terminan acelerando el final del recorrido.

De los 70 a los 79, comenzamos a tener más cerca la ancianidad, aunque ello va a depender mucho de la genética, la experiencia y las expectativas de cada persona. Es común acumular dolencias físicas y psicológicas asociadas con el paso del tiempo  y que de acuerdo con su intensidad nos pueden comenzar a limitar. Será normal que comencemos a despedir a algunos compañeros de camino. El metabolismo puede presentar un cambio importante en virtud de la disminución de la actividad aunque es cada vez más frecuente que la vida se alargue por una o dos décadas más de acuerdo con el estado general de salud y el entrenamiento con que nos hayamos preparado.


A medida que pasa el tiempo ha estado aumentado el número de personas con más de 100 años de edad. Las proyecciones apuntan a que en 2050, dentro de treinta y pocos años, el 10% de la población mundial tendrá más de 80 años y será un grupo de casi mil millones de personas. 

Debemos planificar este recorrido natural y seguir estableciendo y superando metas y, aunque disfrutado el presente, es recomendable enfocarnos en lo que sigue pendiente sin quedarnos atorados en el pasado porque siempre es más emocionante ilusionarnos con lo qué vamos a hacer con el tiempo que nos queda que lamentar lo que pasó o dejó de pasar.

domingo, 14 de agosto de 2016

15 aumentos que no aumentan

Es indudable que para que Venezuela o cualquier otro país en desarrollo prospere y para que sus habitantes puedan mejorar su situación personal y familiar, los salarios deben crecer de manera real, lo que significa que la remuneración de la ocupación más básica permita ir cubriendo una mayor cantidad de necesidades a lo largo del tiempo, es decir, que vaya aumentando su capacidad de compra año tras año.

Esta época chavista lleva años decretando decenas de aumentos del salario mínimo, y aunque en tiempos de bonanza petrolera alcanzaban para seguir comprando más o menos la misma cantidad de bienes y servicios, ahora, después de los últimos 15 decretos que totalizan más de 1.350% de aumento en 4 años, el salario no para de perder valor al punto de estar desincentivando el empleo formal como herramienta básica del desarrollo. 

Los aun no cobrados Bs. 65.000 del nuevo salario integral compran mucho menos que lo que compraban los Bs. 3.000 de septiembre de 2012. Una manera gráfica de apreciarlo es escoger un producto básico como los huevos de gallina para comprobar que hace 4 septiembres, el esfuerzo de un mes compraba 3.000 huevos y el de hoy, sólo alcanza para 650.

Esta es sólo otra de las dolorosas pruebas del equivocado plan de desarrollo de este fracasado “socialismo del siglo 21” a través del cual el chavismo se empeña en seguir poniendo en práctica un conjunto de viejas y perversas políticas que van más pendientes de perpetrar una dictadura que de sumar la mayor cantidad de felicidad para la sociedad.

Pareciera que cuando una economía de libre mercado deja atrás a la inflación y comienza a alcanzar su desarrollo, el salario básico y el sistema de bienestar garantizan la cobertura de buena parte de las necesidades básicas (vivienda, alimentación, salud, vestido, educación, esparcimiento y ahorro). Sólo llegado a ese estadio podría ser suficiente que un salario mantenga el mismo poder adquisitivo año tras año y que la búsqueda de prosperidad para una familia o un individuo provenga del desarrollo profesional y la productividad.

La economía venezolana está acumulando tantos desajustes que es indispensable una profunda revisión para relanzarla tan pronto se pueda. Es terrible ver cómo casi todos los gastos y activos como vivienda, vehículo y equipos cotidianos se van dolarizando mientras los salarios retroceden y, adicionalmente, si no hacemos un acuerdo para trabajar por hacer crecer la economía y la producción, este modelo sólo terminará de alimentar una hiper-inflación que se está añadiendo a nuestra ya larga e intolerable lista de castigos. 

La terquedad de estos economistas parece infinita y es criminal. Mientras siguen creyendo que estamos atravesando un intermedio (deprimente y doloroso) hasta comenzar a disfrutar los beneficios de su utópico e inalcanzable acuerdo social, nuestra gente sigue descolgándose de la formalidad e incluso del país. La invitación es a seguir en resistencia pacífica y activa luchando por cambiar este errado y nefasto modelo, con la fortuna de contar con decenas de experiencias para hacer una transición de la mejor manera posible que aproveche el empuje emprendedor del venezolano que, en mi opinión, es uno de los más contundentes de nuestra región y del mundo. 

Por lo pronto, si el tipo de cambio promedio actual del país es de 400 Bolívares por dólar, el salario mínimo integral acaba de llegar a 150 dólares al mes que está muy lejos del promedio de nuestros vecinos, los mismos que en el pasado emigraban a nuestras tierras buscando el bienestar que ofrecía nuestro modelo de desarrollo previo con todo y sus desaciertos y vicios que también habremos de evitar en el futuro.

domingo, 31 de julio de 2016

¿Revocar o morir en el intento?


De la lectura del artículo de Luis Vicente León del 31 de julio de 2016 se infiere que él piensa que a pesar de que el Referéndum Revocatorio es un derecho constitucional, el gobierno no lo va a permitir y que si la oposición se empeña en conseguirlo (luego de calcular si sus fuerzas pueden resistir e imponerse) tendrá que meterse en una “guerra” con el chavismo aun sabiendo que la mayoría de los recursos van a estar del lado del PSUV. También anticipa que si al final la MUD logra hacerse con el poder, el futuro gobierno sería constantemente atacado por un chavismo rabioso que haría tambalear la gobernabilidad y comenzaría a cultivar su regreso sobre las duras correcciones que el país necesita.

Él, entonces, muestra que una posible alternativa para “ganar” ahorrándole la costosa confrontación al país sea una negociación para intercambiar el Revocatorio por un ajuste del status quo aplazando la confrontación electoral para cuando sea menos nociva para el chavismo. Menciona que la oposición podría intentar obtener la pronta liberación de los presos políticos, el recorte del periodo, el balance del resto de los poderes, las elecciones regionales (añado), etc. y, me imagino que, por su parte, el chavismo, a cambio, ganaría tiempo para intentar reducir la pérdida de apoyos y competir cuando no esté amenazada su supervivencia.

Esta negociación podría romper la unidad de la oposición para complicar aun más los escenarios de cambio.

Lo cierto del caso es que analizando el supuesto de la negociación no soy capaz de ver por qué el chavismo entregaría algo, ni ahora ni después, cuando ha mostrado que su proyecto no alterna por temor a morir. Su única opción es aguantar la crisis sin ceder más allá de lo que acostumbra, hasta que se recuperen los precios del petróleo o hasta que el país termine de acostumbrarse a su deprimente actualidad. Suelo imaginar sus debates donde calculan que si los cubanos han aguantado así y hasta en peores condiciones, los venezolanos también lo harán. 

Por 17 años las oposiciones al chavismo han tenido que usar su apoyo promedio de 40% del electorado para conformarse con el 10% del poder político real. Sin embargo, justo cuando comenzaba el año 18 de este período, el tradicional 40% se hizo mayoría aunque el poder real sólo subió al 20%. Es decir, el chavismo sigue detentando el 80% del poder total. Incluso, después de unas próximas Regionales que la MUD ganase 70 a 30 y si además logra balancear el TSJ y el CNE, llegaría al 35%. Sólo haciéndose también del Ejecutivo, podría acumular un 75% que le permitiría, por ejemplo, refundar el país a través de una nueva Constituyente.

La MUD sabe que como nunca en estos 18 años, ha estado tan cerca de tomar los destinos del país porque cuenta con el apoyo mayoritario. Más que apetito político, que sin duda y legítimamente debe tener, el mandato natural e incluso patriótico es el de rescatar a la nación del triste pozo en el que la han querido arrastrar. 

Quiero pensar que tanto la MUD como los venezolanos que hemos visto como nos alejamos del futuro para el que nos hemos estado preparando toda la vida, ahora preferimos apostar por el Revocatorio, por costoso que resulte, a confiar en un mejor posicionamiento futuro que, dicho sea de paso, no luce probable sino que por el contrario, parece enturbiarse cada día. El que no se pueda cambiar al país por las vías democráticas y electorales, dibujaría otro puente por cuyo paso habremos de preocuparnos de ser necesario.

Aun sin contarme entre los de posiciones extremas, creo que no es históricamente coherente esperar que la actual oposición venezolana enfríe sus guáramos y saque a relucir una paciencia tibetana mientras Venezuela se nos sigue confundiendo de época y de continente. No más.

sábado, 16 de julio de 2016

¿Habremos llegado al límite?

Hace días, viendo la emisión del programa Salvados de Antena 3 de España en el que Évole entrevistó al izquierdista expresidente de Uruguay José Mujica, en un intercambio dedicado al liderazgo político mundial, compartió una reflexión contundente: “yo creo que ninguna época tuvo tanta mediocridad” y seguidamente añadió: “los veo administrando la crisis de sus respectivos presupuestos”, refiriéndose a los líderes internacionales. Remató cuestionando: “¿Habremos llegado al límite de lo que podemos dar?... ¿Éstos serán los límites de la especie humana?

A los pocos días, en el artículo de Thays Peñalver, ¿Cuánto falta para salir de esta pesadilla?, leía: “Pues creemos que el derrumbe de los partidos políticos era algo propio de nosotros (los venezolanos), sin tomar en cuenta que se trataba  de un fenómeno global y masivo, a tal nivel que hay más afiliados a la Sociedad de Conservación de pájaros del Reino Unido, que la suma de afiliados a todos los partidos políticos.”

Así, en menos de una semana, opiniones que venían de distintos ángulos de la paleta ideológica, coincidían sobre una importante crisis del liderazgo político mundial.

En una de estas noches, dos profesoras de la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas, en un programa de televisión de Román Lozinski, compartían los resultados de una encuesta realizada a jóvenes venezolanos, concluyendo entre otros hallazgos, que muchos jóvenes confirman una disposición optimista por participar activamente y protagonizar el presente y escribir el futuro de Venezuela pero la mayoría no encuentran en los partidos políticos el medio para hacerlo.

Todo este flujo de mensajes que parece que llegan sin buscarlos y por esas casualidades que no son tales, se une a una reflexión que recientemente compartía con algunos amigos sobre la carencia de un mensaje inspirador entre los líderes más visibles de la política venezolana. Hemos sentido, ya por demasiado tiempo, que el mensaje alternativo es fundamentalmente en contra del status quo y nos seguimos quedando con las ganas de emocionarnos y echando de menos esas frases e imágenes que activen nuestros instintos para soñar con una nueva y mejor sociedad.

Comparo mi reflexión con lo que leo en la prensa de otros países y lo que mis amigos opinan sobre los liderazgos políticos de sus entornos, en España, Gran Bretaña, Francia, Alemania, Estos Unidos, México o Perú, y la conclusión sigue siendo la misma. Parece que los liderazgos no están alcanzando las alturas (o profundidades) del momento.

¿Será que el mundo y la política han hecho tan compleja, anquilosada pero algorítmica la llegada al poder que ya no hay chance para innovar e ilusionar? ¿Habremos llegado al límite de lo que podemos dar? Por el bien de las generaciones actuales y futuras, por el bien de la humanidad, esperemos que desde los nuevos centros del pensamiento político, estén donde estén, seamos capaces de rediseñar los medios y maneras para seguir haciendo del mundo el mejor lugar que se corrija y se mejore constantemente.

Siendo osado me inclinaría a pronosticar que estamos cerrando una era pero aun no somos capaces de percibir como luce la siguiente. Mientras Justin Bieber es seguido por casi 85 millones de personas, a Hillary Clinton sólo le siguen 7,5 millones, 6 millones a Henrique Capriles, a Mariano Rajoy 1,2 millones y Angela Merkel parece que no usa Twitter pero tiene una página en Facebook seguida por 2,1 millones de personas.

martes, 5 de julio de 2016

Pensando la Venezuela del 2050

Después de más de 17 años tolerando que la dirección y la visión de mi país me hayan sido ajenas y, viviendo como tantos una amplia y profunda crisis que no ha parado de crecer y ramificarse desde 1983, mi posición ante los hechos políticos ha dejado el terreno de las preferencias para convertirse en convicciones irrenunciables, toda vez que lo que acá sucede no deja de meterse con mis bolsillos, con mi tranquilidad y con mi calidad y esperanza de vida pero también, como no sufrirlo, con la dignidad y el futuro de la mayoría de mis compatriotas, de mis vecinos, de mis compañeros de trabajo, de mis amigos y de mi familia.

Toda mi vida he votado por opciones distintas a que las que han asumido el poder. En otras palabras, he acumulado una antigüedad de más de 30 años en el club de las minorías y aunque esto no me hace sentir menos culpable o responsable por lo que acá nos está pasando, al menos me ha hecho cultivar la tolerancia y la paciencia. Aun sabiéndome entre los que no han escogido a ninguno de los últimos seis gobiernos, desde 1988 hasta el presente, he vivido con la esperanza de celebrar sus aciertos y deseando que nos sorprendan para beneficio de todos... Y nada.

A estas alturas, indignado y escarmentado he llegado al punto en que mis preferencias políticas son principios y como sigo queriendo contarme entre los que lo intentan resolver esta larga pesadilla sin emigrar, me aferro a la esperanza de enterrar la actualidad y ayudar como pueda a que construyamos un país nuevo que se aleje de lo que ya hemos probado con tan alto costo y tan magros resultados.

Aun sabiendo que hay poco que reconocer, espero no seamos sectarios y prepotentes para echar al desagüe las pocas buenas iniciativas públicas que se hayan podido desarrollar en estas tres décadas. Ahora bien, espero que también estemos bien claros sobre las políticas y posiciones que tenemos que enterrar. En el terreno económico debemos ser más liberales, mucho más. En el terreno social, sensibles pero confiando más en ayudar con capacitación, orientación, créditos e incentivos que sólo repartiendo las regalías petroleras. En lo cultural, debemos abrazarnos a nuestra forma de ser para celebrar nuestra riqueza tangible que serán los verdaderos valores venezolanos. Y, en el ámbito político, debemos desterrar el caudillismo, el populismo y el militarismo invirtiendo en el fortalecimiento y aprovechamiento de las instituciones y las actitudes realmente democráticas.  

Confío en que pronto celebremos la llegada de esta nueva etapa, pero con una nueva visión de un futuro que, sin duda y con fuerza, diversifique la vocación comercial del país más allá de sólo la exportación de petróleo y de materias primas. Va siendo momento de hacer una reforma educativa que nos permita varias cosas fundamentales: despegarnos del modelo de sólo memorizar contenidos, rediseñar los niveles educativos para acortar el tiempo en que cada persona le es útil a sí mismo, a su familia y a la sociedad y eso pasará por no dejar toda esperanza individual de un futuro mejor en cursar una carrera universitaria tradicional.

Venezuela tiene que tejer una red o una matriz que integre sus vocaciones y fortalezas, necesidades y oportunidades a los largo de sus 1.136 parroquias que se integren en los 335 municipios y los 24 estados para atender las necesidades básicas de sus más de 30 millones de ciudadanos y de muchos millones más que viven más allá de nuestras fronteras físicas. La tecnología está allí para aprovecharla y hacer una verdadera revolución que nos permita construir futuro para éstas y las próximas generaciones.

En Venezuela tenemos que hacer una planificación estratégica, al menos, para 30 años. Tenemos que ser mucho más que petróleo con urgencia. Tenemos que alinear las maravillas de nuestra geografía con lo maravilloso que va a llegar a ser nuestra gente y su organización y no volver a pensar en que somos un país rico porque tenemos mucho petróleo, oro, agua o sol sino por la claridad con la que seamos capaces de hilvanar un tejido humano que construya, mantenga y mejore la Venezuela que en 2050 sea referencia  de bienestar, desarrollo y felicidad para la humanidad. Si en este empeño podemos embarcarnos con varios de nuestros vecinos de la región, pues muchísimo mejor.

Llego el momento de dejar de lamentarnos por sentirnos empobrecidos, extravagantes y alejados del presente y el futuro de la humanidad. Pienso que ya hemos padecido y diagnosticado suficiente para decidir este cambio. El estado actual de Venezuela es tan desastroso que parece más fácil mejorar que seguir deteriorándonos. Las posibilidades están ahí, primero en nuestra mente y en la de millones de quienes como tú y como yo estamos hartos de nuestra realidad y dispuestos a diseñar y construir con nuestras propias ideas y energías la mejor etapa de nuestra historia que sólo sea mejorada por las que vendrán después de 2050.

jueves, 30 de junio de 2016

España y sus elecciones generales de 2004 a 2016

Entre 2004 y 2016, España ha celebrado 5 elecciones generales. Revisando los resultados en porcentajes de los principales partidos y los hechos políticos, sociales y económicos que se han ido sucediendo, se puede analizar cómo se han movido algunas de las motivaciones del español en estos 12 años. Estas han sido las preferencias en cada una de las cinco elecciones:


En 2008, Zapatero ganaba su reelección. El PSOE y el PP veían crecer su electorado con la polarización al máximo. El PSOE se hacía con el 44,6% de los votos, el PP con el 40% y el Resto, Nacionalistas y Otros, sumaban el 15,4% restante. El bipartidismo sumaba el 84,6% de las preferencias, el porcentaje más alto del periodo observado.

Después, mientras que Zapatero negaba la grave crisis económica que había estallado hasta que fue demasiado tarde para actuar, las siguientes elecciones tuvieron que adelantarse a 2011. El PP de Rajoy, vencía a la tercera, logrando el 44,6% de los votos mientras que el PSOE de Rubalcaba bajaba al 28,8%, dejando a los Nacionalistas y Otros con el restante 26,6%. El bipartidismo retrocedía al 73,2% de las preferencias, básicamente porque el electorado castigaba con fuerza al PSOE, pero le otorgaba confianza absoluta al PP para que hiciera lo necesario contra la crisis. 

De acuerdo con sus argumentos, al comprobar la gravedad real de ésta, el PP modifica su oferta electoral y aplica un importante recorte del gasto público, sube impuestos y flexibiliza los contratos laborales, logrando alejar la intervención, disminuyendo y controlando el riesgo-país e iniciando una recuperación macroeconómica.

Ahora bien, también se fueron destapando alarmantes casos de corrupción que aunados al impacto social de los desahucios, la presión independentista de Cataluña y el índice de empleo más bajo de Europa, hicieron que la indignación nacional concibiera dos nuevas formaciones nacionales: Podemos y Ciudadanos. 

Llegan las elecciones de 2015 que aunque fueron ganadas por el PP de Rajoy con 28,7%, dividieron las preferencias en otros cuatro bloques: el 22% para el PSOE, Ciudadanos con 14%, 20,7% para una confluencia de formaciones aparaguadas por la marca Podemos y el Resto con 10,3%.

De esta manera, el bipartidismo perdía un total del 22,7%: 15,9% el PP y 6,8% el PSOE. Por su parte, los Nacionalistas y el Resto también perdían un 16,9% que ahora apostaban por las novedades. Los nuevos partidos se nutrían de votantes del bipartidismo pero también de los Otros.

Sin duda que el español a finales de 2015 estaba castigando a la tradición y se ilusionaba con las novedades. Por una parte, castigaba al PP por la corrupción y los recortes y al PSOE, también por la corrupción y la crisis del desempleo que explotó con Zapatero, sin embargo, el castigo no era tan grande como para dejarlos fuera de circulación porque Rajoy seguía liderando la fuerza más votada, escoltado por la del PSOE.

En los últimos 6 meses, el novedoso reto que el elector español dejó en manos de los principales partidos no se convirtió en gobierno y así se llegó a la primera repetición de elecciones generales, celebradas el 26J.

Ese día, el elector modera el castigo al PP, que es el único que ve crecer su electorado hasta el 33%, 4,3% más que en 2015. El PSOE recibe el apoyo del 22%, 0,7% más que en 2015. Ciudadanos pierde menos del 1% y la alianza entre Podemos e IU pierde, con respecto a la suma de sus porcentajes de 2015, un poco más de 3%, al recibir el 21%. Los Otros se quedan más o menos con lo de 2015.


La gobernabilidad de España sigue siendo ahora un gran reto. Justo un tercio de los españoles confía en que 4 años más del PP son necesarios para cosechar beneficios más tangibles. 35 de cada 100, algo más de otro tercio, no querían más PP aunque no apostaron a una revolución, prefiriendo reformar la actualidad. De éstos, 13 se hartaron de la corrupción aunque se identifican con la Centro-Derecha y 22 se siente más representados por la Social-democracia y aspiran retomar la senda del PSOE. Finalmente, menos de otro tercio del país quiere hacer un gran borrón y cuenta nueva: unos quieren dejar España y otros apuestan a rediseñar el sistema.

En términos de coincidencias estratégicas parece existir un bloque que es clara mayoría, más de dos tercios de la población, los que votan al PP, al PSOE, a Ciudadanos y a un par de partidos regionales. Y, por otra parte, hay otro bloque formado por los más indignados y radicales que quieren cambios drásticos en todos los ámbitos: el económico, el social e, incluso, el territorial.

Al ver a España de esta manera, parece que el español promedio rehúye de una ruptura al pedir un programa especial que concilie el plan básico del PP, que ha sido mayoría, con algunas de las principales ofertas del PSOE y de Ciudadanos. No será fácil construir tal acuerdo, sin embargo, de no hacerlo podrían tener que enfrentar la alternativa de una impredecible refundación de España porque las propuestas más radicales podrían seguir tomando fuerza si no se logra que la mayoría mejore a corto y mediano plazos.

Los cálculos electorales para el futuro van a pesar en las próximas semanas para que los adversarios del PP, sobretodo el PSOE, le facilite las cosas ya que podría ser una acción que debilite más su posición y haciendo que sus diferenciadores sigan perdiendo la fuerza necesaria para recuperar los apoyos mayoritarios del pasado.