Ante esta situación, es muy preocupante descubrir que la crisis de una sociedad, tristemente, podría no tener fondo. Las proyecciones económicas que hace un año nos pudieron parecer exageradas, hoy han sido rebasadas por nuestra deprimente realidad aunque más preocupante aun es sospechar que de no iniciar un pronto cambio de rumbo, para el próximo año podríamos pasar por peores circunstancias que las actuales.
A pesar de que para mi gusto el rumbo de la misión-país se torció hace unos 15 años, durante la década pasada, el status quo de no pocos venezolanos, mejoraba gracias a un gasto público hemorrágico que despilfarró los beneficios de nuestro negocio petrolero y exprimió la capacidad de endeudamiento que teníamos y ya no tenemos. Con todos esos recursos, una y otra vez, el chavismo pudo jalar hasta nuestros puertos, un viejo barco carguero en el que transformó a nuestra economía. Hoy por hoy, el barco viaja más lento, llega casi vacío de comida y medicinas y se está llenando de agua e inclinándose.
¿Podremos mejorar sin cambiar de gobierno y de modelo?
Es probable que si el precio del barril del petróleo subiera a doscientos dólares y si, a cambio de un gran préstamo fresco, el gobierno entregara buena parte de PDVSA a alguno de sus aliados (que además se encargase de duplicar la producción de petróleo), las cosas podrían volver a mejorar pero la bajísima probabilidad de estos supuestos permite anticipar que no hay mejora a la vista sin que Venezuela despida al chavismo y a su socialismo del siglo XXI.
¿Y podremos hacerlo? y, lo que más intriga nos causa, ¿cuándo?
Para lograr este cambio, hay dos grandes vías: la electoral y, por llamarla de alguna manera, la sobrevenida.
Justo antes de escribir de cada una, debo recordar que desde que el chavismo es gobierno, ha afirmado cientos de veces, sin reparo o pudor democrático, que su revolución llegó al poder para quedarse hasta transformar por completo a Venezuela. No cree en la separación política de los poderes y no acepta una alternancia que cuestione y desmonte su modelo. Su lema fue “Patria, socialismo o muerte” que no es más que una amenaza de meternos hasta en una guerra civil si su primacía fuese amenazada. Es decir que, por definición, la revolución no llegó para ser una opción, sino para ser la única. Sin embargo, ya no es lo que fue.
Repasemos las dos posibles salidas. En primer lugar, la electoral. Por principios constitucionales debe ser una válvula de escape en 2016 pero sigue cerrada por un gobierno que apuesta a que, con dos años más de tiempo, tendrá chance de recuperar un nivel de apoyo suficientemente competitivo para volver a ganar, “como sea”, en 2018. Es decir, que para el razonamiento chavista, permitir voluntariamente el revocatorio es imposible y lo será más cada día, porque la debacle crece y se hace más nítida su derrota electoral en la misma medida en que se agrava la crisis que justo ahora está en una etapa fulminante.
Pero si el chavismo logra evitar el revocatorio este año y logra seguir gobernando hasta 2018, verá crecer su probabilidad de continuar al mando del país después de 2019 y habría superado la etapa de peores resultados y amenazas que ha conocido después del 2002.
Esto deja a la vía sobrevenida, es decir, a la renuncia voluntaria o negociada del chavismo antes del 9 de enero de 2017, como la opción con más probabilidad para que Venezuela cambie e inicie un esfuerzo para mejorar a corto plazo.
El chavismo lo tenía todo a su favor: un líder unificador, apoyo popular, poder absoluto, dinero, ideas y sorpresas, respaldo militar, apoyo internacional y una débil y desprestigiada oposición. Hoy en día, ha perdido casi todos esos activos. El marcado deterioro que hoy nos friega la vida a todos los venezolanos, también se la ha fregado al chavismo.
Chávez murió, el chavismo es impopular, el país se llenó de deudas impagables, varios viejos aliados ahora son casi neutros u opuestos y la oposición es mayoría. Aun cuenta con el respaldo de la actual cúpula militar, el control de unas magras finanzas públicas y aunque gestiona el 75% del poder público formal, la crisis está convirtiendo a todo ese poder en una carga cada vez más pesada.
Así las cosas, podría ser cuestión de semanas para que seamos testigos de algún tipo de renuncia. Si se produce en los próximos 100 días, se habrá abierto una puerta al cambio que aun habría que construir y asegurar. Si no, la revolución podría haber superado otro punto de no retorno y cambiar de estrategias para mejorar su posicionamiento para 2018 como ya mencioné más arriba.
Esto quiere decir que si el chavismo sigue en el gobierno después de enero de 2017, ¿se quedaría “para siempre”?
Seguramente no. Como ya escribí más arriba, todo hace predecir que la crisis va a seguir creciendo y fregando la vida a millones de venezolanos en decenas de formas aunque si el gobierno pasa de enero de 2017, los protagonistas de esta oposición estarían perdiendo otra batalla y, posiblemente, aflorarían sus propias divisiones.
Aun así, el descontento popular seguiría aumentando por lo que mantenerse gobernando sería cada vez más complicado para el chavismo. Esta crisis ya ha involucrado a la OEA, la UNASUR, expresidentes de la región, el MERCOSUR, España, Estados Unidos, Europa y el Vaticano. No veo cómo el gobierno puede seguir al frente del desastre sin hacer cambios y que todo un país y todos estos mediadores se conformen con sólo ser testigos incapaces de ayudar a detener la destrucción de la que fue la tercera economía y la primera democracia del continente.
Aunque el castrismo siguen dominando a Cuba a pesar de las penurias de su pueblo y aunque parezca que cada día Venezuela se parece más a la isla, no son pocas ni sutiles las diferencias entre ambos países y momentos. La guerra fría terminó hace 25 años y Venezuela sigue teniendo una oposición legal y activa que, además, es mayoría absoluta en el poder legislativo desde hace 9 meses. Aun sobrevive una economía privada nada despreciable y seguimos celebrando manifestaciones públicas, legales y tan multitudinarias como la Toma de Caracas del pasado 1° de septiembre. Sin negar nuestras tristes similitudes, Venezuela está infinitamente más lejos de una dictadura comunista de lo que Cuba estaba en 1977, cuando la revolución de Fidel cumplía 18 años.
En conclusión, creo que en los próximos 100 días estamos más cerca de una renuncia del chavismo que de su continuidad pero aun no me atrevo a asegurar, sin lugar a dudas, que ya comenzó la transición. También creo que si el gobierno chavista sobrevive al 2016, aun tendremos esperanzas de cambio el próximo año, aunque debo admitir que sufrir un 2017 igual o peor al presente, sería otro duro golpe difícil de asimilar para todos. Justo ahora no podemos subestimar el valor y el poder de la protesta democrática que, aunque a ratos parezca inútil y desgastada, es una de las pocas pero efectivas herramientas que tenemos para curarnos y resurgir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario