viernes, 18 de octubre de 2013

La parroquia Catedral

Al estar leyendo varios libros de la Venezuela del siglo 18 y 19, he tenido la curiosidad (y hasta el desespero) por andar las calles, plazas y casas (que aun le quedan a Caracas) sobre las que he estado disfrutando relatos de hace doscientos y tantos años. Eso me llevó a visitar la Plaza Bolívar de Caracas y sus alrededores.

Algunos caraqueños pensamos que lo prudente es mantenernos alejados porque al pensar en el “centro”, imaginamos desorden, buhonería y atracos.

Lo cierto del caso es que a pesar de que persisten focos de buhonería y de que la zona no está mantenida con el rigor que merecen su herencia y atractivo turístico, el ambiente del casto histórico está mucho mejor que hace 5 ó 10 años. Se nota un esfuerzo por mantener, restaurar, embellecer y promover. Tal esfuerzo sigue incompleto pero se disfrutan los avances.

El primer impacto es la cantidad de gente. Todas las manzanas que rodean a la Plaza Bolívar están repletas y mantienen un ambiente festivo, bullicioso, de compras, de paseo sabatino y aunque la mayoría de la gente es caraqueña, hay un porcentaje de visitantes nacionales y algunos turistas (alcance a oír conversando a tres argentinos y a una pareja de aventureros norteamericanos).

Creo que la experiencia es muy personal. Ser testigo de como se funden viviendas, templos y empedrados con 3 siglos de cuentos  con torres bancarias de hace 30 años o comercios de hace 60, genera un contraste que da cuenta del carácter desenfrenado del caraqueño.

Sólo al estar dentro de la casa natal de Bolívar, con los pies sobre la terracota, oliendo la humedad y la madera, viendo el cielo en los patios abiertos y admirando los grandes formatos de personajes y escenas de la época, es que logro despegarme del presente para viajar de las manos de Inés Quintero, Arraíz Lucca, Herrera Luque o Uslar Pietri.

Me resulta emocionante caminar las mismas calles que España, Miranda, Roscio, Bolívar, Bóves, Monteverde, Páez, Vargas y tantos y tantos personajes y me quedo en silencio frente a la esquina de Sociedad hasta que veo a María Antonia Bolívar saliendo de su casa, pasar frente a la pulpería y seguir, acompañada por 3 esclavos, hasta el tribunal de la Parroquia Catedral donde declarará en el juicio que se está llevando contra José Ignacio Padrón en 1836, el fabricante de peinetas.

En fin, que es todo un privilegio vivir en esta ciudad y tener todavía la oportunidad de compartir algunas de las calles, casas y plazas que forman parte de la historia grande del país y del continente.

Ésta, por supuesto, es una invitación para que cuando andes por Caracas, te acerques a la céntrica Parroquia Catedral.

domingo, 13 de octubre de 2013

Venezuela: una sociedad sui generis

Hace 1 año se perdió el control de la economía venezolana. Si bien, desde hace más de 10 el país vive bajo una economía centralizada y planificada, que busca mantenerse controlada, después de la últimas elecciones de octubre de 2012 (ver gráfica), los principales indicadores económicos se desataron dando muestras de agotamiento del modelo.


En 1 año, el valor real de la moneda se ha devaluado más de 5 veces y como buena parte de nuestros bienes son importados, la inflación anualizada llega ya al 50%. No hay un antecedente de devaluación similar en nuestra historia reciente. 

La economía venezolana ha sido una montaña rusa y el precio del petróleo ha indicado las subidas y las bajadas por lo que el PIB ha pasado de -5% a +17% en años consecutivos. El precio ha estado más o menos estable en USD 100 por barril desde hace más de 30 meses, mientras se devalúa, se controlan los controles de los controles y se fijan muchos precios pero no todos los costos. Se sube el salario mínimo por decreto cada año, se penaliza y encarece el despido y ahora se subastan dólares escasos para otorgarlos al que menos ofrece.

Es una economía que ha acumulado más de 2.100% de inflación en 15 años mientras que, por ejemplo, un litro de gasolina, cuesta lo mismo desde 1999, las tarifas de la factura telefónica o del servicio eléctrico son las mismas desde hace más de 8 años, pero en la que un salario mínimo sólo alcanza para comprar un buen par de zapatos, 2 botellas de whisky escocés o todo un año de sueldo para un S4 o un iPhone 5.

El efecto inmediato de este descalabro reciente es que los venezolanos que no tengan ahorros o ingresos en dólares se ven imposibilitados de adquirir vivienda o vehículo por sólo mencionar dos importantes activos para cualquier familia en crecimiento.

Otro drama del último año ha sido el abastecimiento. El apetito por el dólar nos somete a una escasez intermitente de casi todos los bienes y productos esenciales para vivir y funcionar como sociedad. Por momentos resulta imposible adquirir: alimentos básicos, repuestos para el vehículo, computadores o medicinas. 21 de los 100 productos más comprados, sencillamente, no han estado disponibles en los supermercados en los últimos meses.

Hace 15 años un dólar se compraba con Bs. 0,58. Si contamos 2.100% de inflación, hoy en día un dólar debería costar casi 13 Bolívares. Sin embargo, el gobierno cree que debe costar Bs. 6,30 y la especulación dice que está cerca de 50.

Después de esta descripción sólo resta comentar que cerca de la mitad de la población piensa que así las cosas van bien.