miércoles, 27 de enero de 2016

¿Qué tienen en común los zapatos, los huevos y la leche?

Hoy en Venezuela vivimos casi 31 millones de personas. Sólo nuestro consumo cotidiano alcanza cifras que hablan de un complejo entramado. Veamos algunas cifras aproximadamente reales para intentar imaginar la dimensión del todo.

Si cada persona compra un par de zapatos en 2016, deben estar disponibles 31 millones de pares, es decir, que diariamente se transarán 85 mil pares en promedio. Si cada quien se toma un litro de leche cada mes, habrá que disponer de 372 millones de litros este año por lo que habrá que ordeñarles 20 litros a 51 mil vacas al día. Para que cada persona se pueda comer 15 huevos al mes, que son 5 mil 650 millones en todo el año, se necesitan más de 15 millones de gallinas poniendo más de 7 millones diarios.

Tanto las gallinas como las vacas deben ser alimentadas, vacunadas y reproducidas todos los días. La leche debe ser procesada y envasada así como los huevos recogidos y empacados. Todos los productos deben ser distribuidos a las 1.136 parroquias que ocupan casi un millón de kilómetros cuadrados. Todos estos productos requieren empaques que después se convertirán en basura que habrá de ser recogida y dispuesta.

A medida que se recorren las redes de cada producto, alimento o servicio nos podemos imaginar un sistema que requiere planificación, inversiones, terrenos, construcción, fábricas, transporte, vías, energía, aguas blancas y tratamiento de residuales, servicios financieros, comunicaciones y tecnologías, mantenimiento, mano de obra y profesionales de múltiples carreras y niveles, controles sanitarios y de calidad y un grandísimo etcétera.

Si a los productos mencionados que son de consumo básico y casi ineludible, seguimos sumando productos y servicios menos vitales, el sistema sigue complicándose y generando más y más jugadores e interacciones.

Si la economía cuenta con múltiples oferentes compitiendo por vender, la diversidad y cantidad de la oferta debería empoderar al consumidor y brindar mayor calidad a mejores precios (y millones de empleos, movilidad y oportunidades). Cuando la oferta recae en pocas manos, el poder pasa a los productores que fijarán precios más altos y, eventualmente, descuidando la costosa calidad (y generando empleos menos competitivos).

Como todo este proceso económico ocurre conectado con el resto del mundo, se hacen indispensables, entre otras, adecuadas políticas monetarias, fiscales y arancelarias para propiciar y regular la competencia entre productores nacionales y entre éstos y los foráneos. Por ejemplo, si nuestra moneda está sobrevaluada, se incentiva la importación porque monedas fuertes encarecen lo nacional. Inversamente, las monedas artificialmente desvaloradas, hacen más atractiva la producción autóctona a la vez que encarecen lo que no somos capaces de producir acá.

Los impuestos que genera la economía deberían sobrar para cubrir el costo de la operación del estado y de sus gobiernos (nacionales, estatales y municipales) que se deberían ocupar primordialmente de apoyar el sistema con incentivos a la competencia, regulaciones y controles de calidad. También, hacer inversiones en educación, salud, seguridad y en la construcción y mantenimiento de infraestructuras básicas y, en sociedades desiguales como la nuestra, ofrecer apoyos concretos que garanticen una vida digna a los menos preparados para  aprovechar el sistema (sin anularlos) mientras los compromete y los ayuda a sumarse al desarrollo.

En la Venezuela de las últimas décadas, un estado dueño de la producción petrolera, más que usarla como respaldo provisional, ha invertido mal para tratar injustamente de ser un aventajado empresario. Ese poder económico, más allá de distribuir ayudas, ha sido el combustible de un despreciable y descarado chantaje electorero (la cosificación de la política he oído recientemente).

El gobierno de los pasados 17 años, ha abusado de estas circunstancias. Por un lado, ha querido jugar directamente en casi todos los sectores siguiendo principios ideológicos de su anticuado e inefectivo modelo y, por la otra, ha mantenido tipos de cambio artificiales que privilegian sus propias y poco transparentes importaciones. Una nunca fuerte producción nacional no ha parado de recibir amenazas, empujones y grandes golpes y se encuentra arrinconada desde hace más de una década.

Así, se ha estrangulado a la inversión privada (miles y miles de empresas han cerrado), se ha despreciado la competencia al fijar precios que en muchas ocasiones quedan oficialmente por debajo de los costos, se han esfumado millones de empleos y se ha depreciado y despreciado la calidad de lo disponible. El gobierno se ha entrampado, fundiendo sus propios motores, en miles de subsidios indiscriminados, castrando, a final de cuentas, a una economía que sólo produce el 30% de lo que consume y que en tiempo de bajos precios del petróleo, ya no le alcanza para importar el restante e indispensable 70%.

No conforme con esta terca decisión de alejarse de los caminos de éxito probado hacia el desarrollo, algunos comentan que la corrupción en la administración de los presupuestos desvía 30% o más de los ingresos del estado (y que la corrupción actual dobla la de los noventas). No siendo suficientes los impuestos (que ha recaudado con mayor eficacia que sus predecesores), ha quemado la utilidad de sus empresas (PDVSA la más ilustre), ha postergado las inversiones para mantener y aumentar la producción, se ha endeudado como nunca antes y ha emitido más billetes soportados por las mismas reservas desatando el monstruo de la inflación (más billetes en una economía que no crece sólo aumenta el costo de los bienes y servicios).

Toda esta receta del fracaso se ha seguido confiando, con ingenuidad, en que los ingresos petroleros siempre crecerían por encima de las apetencias y necesidades. Así, hace un par de años ya eran rotundos los síntomas de un colapso pero desde hace un año, comenzó una agonía con una velocidad aun mayor que la de la caída del precio de nuestros barriles y reservas.

Si el gobierno no modera el gasto, no cambia su propia naturaleza y sólo intenta seguir pidiendo prestado y metiendo mano en las cuentas de las empresas y los ciudadanos, el panorama empeorará día tras día a menos que ocurra una milagrosa subida del precio del petróleo. Como ya efectivamente sucede, el sistema seguirá colapsando rubro por rubro y transitaremos uno de estos caminos: 

  • aceptar un masivo empobrecimiento y hundirnos conformes con el gobierno y su modelo o
  • comenzar a remontar la fuerte cuesta que nos acerque al sendero de una economía moderna luego de que este gobierno y su modelo hayan pasado a la historia por no garantizar ninguno de nuestros derechos elementales


miércoles, 20 de enero de 2016

Un viaje de 400 años a dos horas de camino

Hace más de 30 años supe por vez primera sobre la ruta que une a los estados Miranda y Vargas entre las cercanías de Chirimena y el pueblo de Chuspa. Esa primera vez que oí sobre el camino, a mediados de los años ochenta, la descripción me desanimó: “Es un cruce de monte, entre ríos y pantanos, reservado sólo para vehículos rústicos capaces y afortunados para rodar sobre fangos y atravesar los ríos”.

Hace menos tiempo, quizás en 2010, un sábado de playa y justo a mitad de camino entre Caracas e Higuerote, una tenaz llovizna y una temperatura inusualmente fresca, nos hicieron sospechar que sería uno de esos muy pocos días venezolanos de llover sin parar. Como ya estábamos en ello, seguimos hasta la playa pero sólo hasta confirmar que el sol seguiría todo el día en mantenimiento.

Comenzando el retorno, justo en el cruce hacia Chuspa y no teniendo otro plan, tomamos la famosa vía para saber cuánto podíamos recorrer sin quedar atrapados. Luego de unos 5 minutos, aunque seguíamos avanzando sobre asfalto, la vegetación de cada lado invadía buena parte de la carretera y amenazaba con cerrarnos el paso. La lluvia continuaba pero aprovechando que las nubes tomaban un receso, nos bajamos para comprobar que el camino continuaba estrechándose y que no éramos bienvenidos por el próximo puente. Nadie más de ida o de vuelta, así que hicimos un par de fotografías y nos regresamos por donde habíamos venido hasta una mejor oportunidad.

En los últimos años, seguían las ganas de atravesar y aunque había curioseado hasta donde lo permiten las fotos de Google Maps (y no lucia tan mal), no agendaba la ocasión para volver hasta que hace pocos días una amiga me comentó, con un tono de absoluta normalidad, que había ido hasta la playa de Chuspa desde Higuerote en el carrito de un amigo. Ante mi sorpresa, me explicó que no habiendo lluvia el camino era un paseo solitario pero bastante regular y benévolo.

La Costa Verde siempre me ha atraído y, entre otras razones, me resulta muy interesante porque hasta principios del siglo 16 sólo era residencia de los indígenas Caribes que recibieron a los primeros españoles empoderados para fundar tantos pueblos católicos como fuese posible. Estos aventureros a la par de sembrar sus genes ibéricos en las indígenas americanas, organizaron las primeras explotaciones de cacao de Venezuela, convenciendo a los Caribes para que pusieran la mano de obra.

Pronto comenzó la introducción de africanos que convertidos en esclavos reemplazaron a los beligerantes Caribes que se resistían a la colonización pero que también se enfrentaban con ferocidad a las frecuentes e indeseables visitas de los piratas de El Caribe.

De esta manera, a lo ancho de la costa central de la actual Venezuela, entre un apéndice de la gran cordillera andina y el mar Caribe, fueron creciendo pueblos costeros en las márgenes de las quebradas que regaban el Cacao antes de seguir llenando el mar.

En los pueblos más céntricos, en Macuto y en La Guaira, que comenzaban a servir de puertos, nacieron caminos para subir los casi tres mil metros de El Ávila para luego bajar hacia el sur donde se extendía una incipiente ciudad que se convertiría en el epicentro de la provincia de Venezuela. Los pueblos más alejados de aquellos caminos hasta Caracas, específicamente, en el tramo más oriental de la costa, en la cara norte de los últimos 50 kilómetros de la cordillera, los pueblos apenas crecieron y la población negra fue ocupando las tierras y las faenas abandonas por los Caribes que finalmente no sobrevivirían la Colonia.

Quizás sin advertirlo, los lugareños actuales siguen conectados con el África de sus ancestros. Evidentemente, esta conexión está modificada y complementada por la interacción con las otras razas, pero se ha transformado en costumbres, recetas, música y ritos que aun vibran, saben y suenan al continente cuna de la humanidad. 

Durante estos casi 500 años, la Costa Verde de Vargas ha estado casi al margen del urbanismo moderno que ha arropado a todas las ciudades y poblaciones vecinas. Por eso, cada visita incluye, además del placer de estar en un privilegiado rincón tropical, un viaje de cuatro siglos hacia el pasado. Los trazados de los pueblos siguen más o menos intactos al lado de sus ríos de agua limpia y sus cultivos artesanales. Las humildes casas, muy pocas con segundo piso, solo han cambiado el revestimiento y los techos y aunque disfrutan de electricidad, agua potable, televisión satelital y conexión telefónica, mantiene el tono colonial. En sintonía, varias posadas y hostales han surgido al margen del turismo industrial de El Caribe.

Para muchos, este deliberado aislamiento es una de las bendiciones de este enclave tan cercano y distante. Sus dos entradas por tierra, por el oeste desde Vargas y por el este desde Miranda, no terminan de ser vías modernas y confiables. Los múltiples puentes militares de un solo canal que cruzan sus ríos y quebradas, viejos y oxidados, suelen ser inhabilitados de tanto en tanto por la furia de los ríos crecidos por la lluvia, generando graves desconexiones y agrandando el mito de inaccesibilidad.

Pero volviendo al comienzo, hace pocos días tuve finalmente la ocasión de recorrer los 20 kilómetros que separan a Chirimena de Chuspa y efectivamente el paso es sencillo y rápido. Me despedí de mi leyenda personal. La vía presenta varias fallas, pocos kilómetros de tierra sin asfalto y, aunque los puentes están en su sitio, es fácil imaginar que en medio de la temporada de lluvias, ha de convertirse en una aventura solitaria y de alto riesgo. Así que la prueba se convirtió en paseo, las curiosidad satisfecha y el día valió mucho la pena al tener la oportunidad de gastar 2 horas para estar en la orilla de una de nuestras mágicas costas de hace cuatro siglos.

La Costa Verde tiene su club de fans que los fines de semana y las temporadas altas, ayudan a diversificar los ingresos pesqueros y agrícolas tras los que se le va la vida a buena parte de los 7.500 habitantes de los ocho pueblos de siempre. Como ciudadano, celebraría que haya más y mejores oportunidades para estos guaireños. Como visitante ocasional disfrutaría de un mejor mantenimiento de la carretera y de los puentes, mayor y mejor señalización, más seguridad y mucha, mucha más limpieza pero también votaría porque la Costa Verde de Vargas siga brindándonos la posibilidad de seguir viajando en el tiempo hacia aquellos primeros años del Nuevo Mundo.

miércoles, 6 de enero de 2016

Viajando a la Venezuela de 1800

Mapa de la Capitanía de Venezuela en 1800,
Grabado de Madrid en 1800 y
retrato de José Bonaparte
En 1800, hace poco más de 200 años, Venezuela todavía no era país. Era un grupo de provincias (estados) del reino de España. En 1777, el rey Carlos III, a través de la integración de la provincia de Venezuela o Caracas (un área geográfica que aproximadamente incluía al actual Distrito Capital y los estados Miranda, Vargas, Aragua, Guárico, Carabobo, Cojedes, Lara, Portuguesa y Falcón) con las de Cumaná, Guayana, Trinidad y Tabaco, Margarita y Maracaibo, creó una Capitanía General consolidando un territorio separado de la Nueva Granada (actual Colombia para simplificar).

Hasta entonces, cada provincia tenía como máxima autoridad a un gobernador que políticamente dependía del virreinato de Nueva Granada y, judicialmente, de la Audiencia de Santo Domingo (en la actual República Dominicana). 

En 1787 también se estrenó la Real Audiencia (Justicia) y en 1793, el Consulado de Caracas (Hacienda y fomento del comercio y la agricultura) que será el campo de práctica de los futuros gobernantes. Ambas nuevas instituciones vienen a cerrar un círculo que dará mayor integración, autonomía y poder al nuevo territorio y que luego de unos 15 años, habrán sido las bases del país que nacerá.

Aunque podemos decir que los límites externos del mapa de la Capitanía General se parecen bastante al actual territorio de Venezuela, incluían, al oeste, al sur y al este, tierras que, respectivamente, hoy forman parte de Colombia, de Brasil o están en litigio con Guyana e, igual que hoy, no incluían a las islas de Aruba, Curazao y Bonaire. Trinidad y Tobago si formaron parte de la nueva Capitanía General pero sólo hasta 1797 cuando fueron ocupadas militarmente por los británicos.

Para 1800, la población de la Capitanía se estima en alrededor de unos 800 mil habitantes (40 mil de los cuales residían en Caracas) con una composición socio-económica de castas que era muy "racial". Veamos una aproximación de la distribución:

- El 50% estaba conformado por mestizos (descendencia entre blancos e indios), mulatos (descendencia entre blancos y negros), zambos (descendencia entre indios y negros) y pardos (descendientes de cualquier otra unión de más de dos razas o entre las castas anteriores)
- El 20% eran blancos:
    - 1,5% peninsulares y
    - 18,5% eran los blancos criollos o mantuanos
- Los negros africanos sumaban el 17% de los pobladores y
- Los indios o pobladores originarios representaban el 13% de los habitantes

Los blancos eran la casta superior con el mayor número de privilegios, entre otros, el ser los principales actores del poder económico que había venido creciendo con la misma velocidad con la que lo hacían las cosechas y el comercio de cacao y tabaco. La máxima autoridad era el Capitán General, designado directamente por el rey, acompañado por el Consulado, la Intendencia y el Cabildo (integrados fundamentalmente por los blancos criollos y  propietarios) y todos acompañados por los representantes locales de la iglesia católica.

El bienestar, el progreso y las principales oportunidades de progreso estaban reservadas a la minoría blanca. La calidad de vida en la Capitanía iba descendiendo por la pirámide de castas hasta la base de apoyo que estaba conformada por indígenas y los esclavos negros extraídos de África. De allí que el malestar creciera entre la mayoría de los pobladores de la Capitanía, tanto por el injusto sistema que los sometía a la precariedad y las pocas oportunidades, como por los nuevos aires que empezaban a soplar con mayor fuerza y estaban comenzando a definir el nuevo orden de Occidente.

Entorno internacional

En España, a finales de 1788 falleció Carlos III y le sucedió su hijo Carlos IV, quien reinó 20 años, hasta 1808. Se dice que su falta de carácter y la astucia y determinación de Napoleón Bonaparte, hicieron que la corona española pasara a José Bonaparte, hermano mayor de Napoleón, quien “reinó” como José I hasta 1813, aunque como “rey intruso”, a decir de los españoles. En 1813, Fernando VII, hijo de Carlos IV, asumió el trono que mantuvo hasta su muerte en 1833.

En 1800, el número de españoles peninsulares se estima en 10 millones y medio de personas y la población de Madrid se estima en torno a 300 mil.

Por su parte, la revolución había estallado en Francia en 1789. En medio de una grave crisis económica, la élite burguesa agobiada por los privilegios del régimen monárquico, junto a la exasperación de las clases populares y del campesinado, empobrecidos por la subida de los precios y los impuestos, dieron origen a una asamblea nacional constituyente con el objetivo de redactar la primera constitución francesa.

En los años previos, nuevos fundamentos ideológicos comenzaban a minar las bases del derecho divino de los reyes. La Ilustración, cuyos principios eran la razón, la igualdad y la libertad que ya habían servido a las colonias norteamericanas para su independencia en 1783, ahora también eran una despensa de ideas para la revolución en Francia.

La asamblea redactó la primera “Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano”, pieza que evolucionó hasta convertirse en un activo casi universal y es un ideario de incalculable valor para la modernidad. También se enfrentó duramente a la iglesia católica, eliminando su autoridad en temas económicos y subordinándola al estado. En 1791 se aprobó la constitución y comenzó una convivencia política entre una asamblea y la monarquía (una monarquía constitucional). Al año siguiente, esta última fue abolida para proclamar la república. En 1793, primero el rey Luis XVI y a final del año, su esposa la reina María Antonieta, fueron juzgados y ejecutados y estalló un periodo de absoluta conflictividad, revueltas y contra-marchas hasta que en 1799, el General Bonaparte dio un golpe de estado y estableció un régimen autoritario con la supuesta intención de salvar a la república de la posible restauración monárquica.

Napoleón combatió no pocas guerras sucesivas (y hasta paralelas) contra lo que podría llamarse la resistencia monárquica de buena parte de Europa. De entre éstas, la eventual alianza con España para combatir a Portugal y su tradicional alianza con el Reino Unido, devino en la Guerra de la Independencia Española que hizo tambalear su corona y causó un gran perjuicio a sus habitantes (cientos de miles de muertos), a su economía y a su posición internacional. Napoleón, como ya se dijo, proclamó a su hermano como rey de España, posición que intentó sostener entre 1808 y 1813, en un país en guerra, sólo donde los franceses lograban el control y con fuerte rechazo popular.

El entorno antes descrito es la base para dedicar una próxima publicación a los eventos caraqueños que nos lleven hasta el 19 de abril de 1810. 

domingo, 3 de enero de 2016

El 8° aniversario de mi blog "Desde Caracas"

Hace 8 años comencé a escribir en éste, mi primer y único blog público hasta ahora. Puedo afirmar que la experiencia es fenomenal por lo que no dudo en recomendarla. Admito que, entre otras cosas, ha sido mi propia terapia personal. En la mayoría de los casos ha sido una forma de desahogarme y racionalizar eventos que me generan ansiedad, sorpresa, molestia y, también, un medio para dejar constancia de cifras, situaciones o eventos para revisar a manera de bitácora. También he escrito varias entradas que me han obligado a investigar sobre otros tópicos, sitios o historias que me han atraído durante estos años.

Con ésta, he publicado 174 entradas (un promedio de 22 por año) que han recibido unas 35 mil visitas desde varios países, aunque principalmente los lectores parecen estar en Estados Unidos, Venezuela, México, España, Colombia y Alemania. 

En estos 8 años, las cinco historias que más interés han despertado son: tres escritas en 2012, una en 2011 y una del pasado 2015. Son:

1.- La primera es mi propio resumen sobre el 5 de julio de 1811. Un día histórico en el que se puso fecha a la declaración de independencia de Venezuela
2.- Le sigue la narración de un día cualquiera, específicamente, mi 9 de abril de 2012 en la que dejo constancia de la terrible escasez que ya azotaba con fuerza a Venezuela, así como la crisis eléctrica que entraba en su esplendor ese año
3.- Luego, la gente ha gustado de leer “Mis” panaderías, un ranking personal de las que en Caracas ofrecen algo que, según mi opinión, las hace especiales 
4.- La cuarta entrada es mi reseña sobre la costa verde de Vargas, que intenta ser una promoción turística a mi costa natal y
5.- Por último, una entrada del año pasado en la que escribí sobre la emigración venezolana que generó algo de polémica y fue re-publicada en otro blog especializado

Contrario a la recomendación general, este blog, “Desde Caracas” no está especializado en ninguna materia en particular. He escrito sobre política, historia, economía, sociología, salud y bienestar, turismo, gerencia y muchos otros temas. No es vertical pues. Es solo un ejercicio de reflexión continua sobre temas que me interesan o que me despiertan curiosidad y que con el tiempo recogerán una parte de mis vivencias desde Caracas durante el tiempo en que el blog siga actualizándose.

Más recientemente he pensado en comenzar dos nuevos. Uno, exclusivamente para seguir contando cotidianidades sobre Venezuela, sus ciudades y pueblos, en principio, dedicado a los miles de amigos y compañeros que han emigrado en los últimos años. Sería una especie de ventana cercana e íntima a la evolución del país y de la sociedad que dejaron atrás. El otro, un blog sobre la historia de Venezuela, porque con el pasar de los años, es un tema que me genera más y más interés y sobre el que me da gusto estudiar, leer y escribir.

Desde esta entrada, expreso mi sincero agradecimiento a todos quienes toman algo de su tiempo para leer. Me siento muy honrado de poder escribir algo que también les interese leer. ¡Muchas gracias!