sábado, 26 de noviembre de 2016

El golfeado en la historia de Caracas

El golfeado es un insigne y típico dulce venezolano. Es un enrollado de pan de cinco vueltas, inspirado en las caracolas españolas o los rollos daneses aunque es una muestra concreta de nuestra costumbre de mezclar lo dulce con lo salado. Está bañado de “papelón” con pequeños trozos de queso blanco duro y salado y además se puede coronar con una rodaja del queso blanco suave que en Venezuela se conoce con el nombre de “queso de mano”.

Aunque la biografía de tan famoso dulce no es precisa, porque varias personas y zonas de Caracas reclaman la autoría, la mayoría de los cuentos de su génesis coinciden en las primeras décadas del siglo XX y en la gran Caracas (la capital de Venezuela y su periferia). Desde que empezó a salir de aquellos primeros hornos de leña, su receta fue copiada y se extendió con fruición y, posiblemente, aunque lo que sigue no cuenta la historia del primer golfeado, si muestra un punto de inflexión en su camino a la fama.

En los años treinta del siglo pasado, la Panadería Sucre de Los Dos Caminos, fundada en 1912 como una pulpería y ubicada al este de Caracas en la bifurcación que entonces permitía salir de la ciudad hacia los estados orientales (la actual avenida Rómulo Gallegos) o seguir hacia el pueblo de Petare (la actual avenida Francisco de Miranda), marcó un antes y un después en la historia de este dulce.

A pesar de que la ciudad de Los Teques y el pueblo de Petare reclaman la autoría del golfeado, dicen que la fama de los horneados en aquella panadería atrajo la atención del todopoderoso caudillo Juan Vicente Gómez, quien se trasladó hasta Los Dos Caminos para comprobar la veracidad de lo que tanto se hablaba en la capital. El visto bueno y los halagos del presidente venezolano catapultaron al golfeado y a aquella panadería a su fama definitiva.

Aunque la panadería sigue abierta con el nombre de La Amistad y queda justo al lado de una moderna torre empresarial y al frente de un centro comercial con una de las arquitecturas más vanguardistas del país, sigue manteniendo el aspecto y el aire de un local rural de hace casi un siglo. Después de conocer esta historia y visitarla, es fácil imaginar el revuelo que generaron Gómez y sus acompañantes aquel día de 1930 en que decidieron probar una delicia que se convirtió para siempre en una de las piezas claves de la bollería venezolana.

sábado, 12 de noviembre de 2016

¿Guerra o diálogo?

Durante la primera parte de los últimos 18 años, digamos hasta 2001, como hoy podría estar comenzando a suceder en otras latitudes, los venezolanos comenzamos una etapa que nació de una exitosa estrategia electoral y que convirtió en combustible para echar a andar un nuevo modelo de país, los auténticos sentimientos de exclusión de una mayoría (3,67 millones de venezolanos votaron al militar golpista Hugo Chávez).

Sin pausa, el chavismo avanzaba y se blindaba derrumbando todos los obstáculos y referentes previos, malos y buenos, mientras los que siempre nos hemos opuesto seguíamos tolerando ser sometidos y vapuleados como minoría y aunque firmes, andábamos descabezados o cabizbajos y deprimidos en el mejor de los casos. Desde allí el chavismo siguió fortaleciéndose y creciendo aunque casi siempre recibiendo oposición activa. El chavismo se definió girando a la izquierda, mientras la alternativa seguía debatiéndose entre revivir o terminar de morir y pagar sus pecados.

Así llegó el 2006, hace 10 años, y la alternativa se aceptó como minoría y renació gracias a un acuerdo sensato de Teodoro Petckoff, Manuel Rosales y Julio Borges. La oposición se unificó electoralmente, se comprometió para construir una nueva mayoría y aunque el chavismo siguió en el poder, efectivamente, con más poder y con más recursos, también comenzó a cometer errores estratégicos. El cierre de RCTV y la pérdida de un referéndum que intentaba imponer un estado socialista, fueron dos fracasos chavistas en 2007 que, entre otras cosas, despertaron a una generación de estudiantes que hoy en día ya ha ocupado puestos protagónicos de nuestra clase política.

En 2008 nació la MUD mientras que el chavismo ya se intoxicaba con su prepotencia y comenzó a imponer su proyecto socialista en contra de lo que entonces quería el venezolano. Sólo un ingente ingreso extraordinario por los elevados precios del petróleo le permitió seguir avanzando y la mayoría popular se hizo la vista gorda, tolerando excesos oficiales a cambio de negocios, regalos, subsidios y viajes de placer o de “rebusque” con dólares baratos. El venezolano le terminó de ceder todo el poder a Chávez cuando en 2009, una mayoría importante pero más pequeña, aprobó que todos los cargos de elección popular, pudieran presentarse indefinidamente a la reelección.

En 2011 se enfermaron, tanto la economía venezolana como Chávez. De cara a su tercera y última reelección se quemaron todos los cartuchos y se vaciaron las cuentas públicas. El chavismo lo volvía a lograr, sólo que ya cada triunfo era más abusivo, menos democrático y sin la contundencia y frescura de sus primeros días. A pesar de volver a ganar en 2012, Chávez se agrava y desaparece al final de ese año. También la economía se agrava y comienza a caer al vacío en el que sigue sumergiéndose.

En 2013 deben repetirse las elecciones para reemplazar la vacante que dejó el desenlace de la dolencia del caudillo y sólo la inercia y el abuso de los poderes hicieron que Maduro fuese reiterado con una mayoría que apenas superaba a su oponente. Las cuentas públicas siguieron mostrando un deterioro cada vez más pronunciado. El haber atacado y desmontado la producción nacional y la inversión privada aunado a una administración irresponsable y corrupta, nos terminó de sumergir en la crisis gigantesca que cada día nos castiga con más fuerza.

Sin dinero, sin apoyo popular y sin flexibilidad para entender que la terquedad se está convirtiendo en delito, comenzó la represión y las maneras dictatoriales. No ha habido ninguna aceptación de errores y mucho menos correcciones. El chavismo de Maduro seguía perdiendo la precaria mayoría que tuvo hasta 2013 y no ha parado de causarnos graves daños.

A finales de 2015 se hizo evidente que las preferencias del venezolano ya no estaban en venta y, por vez primera en 17 años, justo cumpliendo 17, el chavismo saboreó una dolorosa y contundente derrota. El poder legislativo quedó mayoritariamente en manos de la MUD (votada por 7,73 millones de venezolanos), por lo que el PSUV asumió formas que se pensaban enterradas, rescatando tácticas de manipulación y represión que en su momento usaban Cipriano, Juan Vicente y Marcos.

El chavismo de Maduro se olvidó de la constitución porque ya sin mayoría y sin convicciones democráticas, sólo le queda amenazar y actuar con una justicia cómplice, con los soldados, con las armas de la “república” y con la fuerza que aun le brinda el dinero público que gasta sin control. Por ello, no duda en “invitar” incesantemente a que la oposición desenvaine y se bata en un duelo cuerpo a cuerpo porque sabe que en ese terreno la dividirá y la vencerá para luego usar el desánimo y la impotencia que genere para seguir más tiempo a cargo de un desastre que se empeñan en seguir llamando revolución.

Toda esta pesadilla que en pocos días está por celebrar la mayoría de edad, ha empujado a entre 5 y 10% de la población a buscarse la vida en otros países. El terrible modelo económico ha empobrecido a la mayor parte de los que acá seguimos. Una pequeña élite, aunque renovada por no pocos piratas profesionales, como es de suponer, mantiene su capacidad y su nivel de vida. Los que le siguen y que alguna vez éramos clase media, ahora nos alimentamos y nos curamos con limitaciones y seguimos perdiendo capacidad e ilusión a pasos agigantados. Por último, la gran mayoría se ha empobrecido al extremo y ha comenzado a dejar de cubrir sus necesidades básicas a pesar de que ha comenzado a ser común que la gente tenga dos empleos para intentar sobrevivir. 

La pobreza extrema, un fenómeno que en Venezuela se limitaba a caseríos del interior del país, según los estudios de Luis Pedro España, ahora abunda en las grandes ciudades, en las que cada día proliferan nuevos mendigos y buscadores de restos de comida en los basureros de todas las calles, a cualquier hora del día y que ya sin ninguna pena comen las pocas sobras de una sociedad que vive con miedo, tristeza y frustraciones pero que sigue aferrada a la esperanza de un cambio.

Hace muy poco que la MUD, a pesar de no hacerlo por unanimidad o por clamor popular, escogió dialogar y negociar con el gobierno, con la intermediación del Vaticano, quien además está acompañado por otros actores de dudosa imparcialidad. Al parecer la MUD decidió que aun en desventaja y con probabilidad de ser engañada, puede haber encontrado un medio menos oneroso y sangriento pero que podría ser más efectivo a mediano plazo que el choque frontal y desigual al que casi llegamos hace 2 semanas.

Hasta hace un mes, los tiempos de la MUD se medían en días y los del chavismo en años. Es muy posible que los tiempos de la negociación tomen varios meses pero es fundamental que cuando el país pase al próximo estado para balancear los poderes públicos, sea mucho más fácil la reconstrucción por haber escogido este tipo de desenlace que habrá de desactivar y apartar a los radicales.

Los tiempos del hambre, el sometimiento y la desesperanza parecen eternos pero por preferir, por ahora, los prefiero a los tiempos de la guerra. Aun sin estar ni un ápice conforme o feliz con la idea de que nos sigamos hundiendo por unos meses más, debo dar mi apoyo irrestricto a la sensatez y a la construcción inteligente y civilizada de una nueva realidad que nos deje retomar la senda de la normalidad y el progreso sin guerrilla, sin terrorismo y sin revoluciones trasnochadas. 

Algunos creen que tal construcción inteligente y civilizada del futuro venezolano es un espejismo, "otro engaño del chavismo", dicen, o incluso que "hay un oscuro arreglo tras bastidores". Nadie duda que el chavismo se quiere aferrar pero por sanidad mental necesito abrazar la imagen de que Venezuela está comenzando a cerrar esta terrible etapa y que así como la caída del muro de Berlín o la Perestroika abrieron nuevas etapas de forma pacífica para Alemania y Rusia, nosotros también habremos de lograrlo y hemos comenzado a hacerlo.