Hoy es 9 de abril y desde que comenzó el 2012 no he podido conseguir la leche evaporada que le pongo al primer café de la mañana. Durante
los primeros meses de los últimos años, no se encuentra en los supermercados
de Caracas aunque me han dicho en estos días que está por llegar. Sigamos.
Ese marrón de las mañanas, además de mi selección diaria de
sitos web de noticias, casi siempre tiene otros acompañantes y desde
hace unos meses, han sido unas galletas de avena bañadas con chocolate que están mundiales pero que lamentablemente están tan inasequibles como las laticas de leche. Así que temporalmente me ha tocado acompañar las lecturas matutinas con café con leche descremada y un trocito de algún bizcocho u otra galleta menos exótica.
Ya en camino al trabajo, antes de llegar a la oficina, dejé
el carro en mi taller de confianza para que revisaran el sistema de alarma que ha
estado fallando desde hace 6 semanas. El taller me había dado cita para hoy
porque siempre está copado. Dejé el vehículo y subí a mi oficina
para descubrir que volvió a estallar otro
transformador eléctrico del centro empresarial (segunda vez en los últimos meses). Otro día de
productividad al olvido. La refacción por parte de la compañía de electricidad
requiere más de 12 horas de trabajo (sobretodo, por la espera de los repuestos).
Después de un par de rápidas reuniones a obscuras y con algo de calor,
nos despedimos hasta mañana y aprovechando que no había servicio eléctrico ni
oficina decidí realizar personalmente un pago
oficial pendiente para el día de hoy. Sin acceso a internet, me vi obligado
a visitar un cyber-café de la zona y luego de esperar 15 minutos para que se
desocupara una máquina, en 6 minutos imprimí los recibos que exige la dependencia oficial y me fui a mi banco
a comprar el cheque de gerencia para hacer el pago (como lo exige la norma oficial).
El banco estaba bastante despejado. Sólo hice una fila de 7
personas que demoró 10 minutos. Al llegar a mi taquilla, el cajero se disculpó
porque la sucursal se había quedado sin cheques de gerencia y me indicó otras 2
oficinas cercanas donde seguramente los podría comprar. Me fui a la agencia más
cercana a la dependencia oficial
donde realizaría mi pago. Esta agencia si estaba abarrotada de clientes con los que
compartí con paciencia más de una hora completa de espera.
Luego de esa hora, salí con el cheque de gerencia pero ya
era mediodía, así que llamé a casa de mi madre para ir a almorzar. Ella me pidió el favor de comprarle dos medicamentos en la farmacia que está cerca de su casa. Pasé a la farmacia y luego de esperar 5 clientes que estaban en fila, me dice el
farmaceuta que muchos medicamentos están agotados. Sigo a otra farmacia cercana y la
misma historia que me empieza a preocupar pero ¡me muero de hambre!
Almorcé en casa de mi madre y le ofrecí que de regreso de
la diligencia oficial buscaría en las
otras farmacias que me van a quedar en el camino porque tengo el carro en el
taller.
Luego de caminar 20 minutos llegué a la dependencia oficial y me sumé a un grupo
de unas 65 personas que esperaban ser atendidos por 3 taquillas. Luego de
descubrir el orden secreto de la atención y de estar parado durante una hora y
media, puede pagar y salí a cazar los medicamentos. Para no exagerar, en la primera farmacia los conseguí y para completar mi sentido de realización, también descubrí y puede volver a comprar, luego de unos 5 meses de desilusión, las benditas galletas de avena
y chocolate.
Ya era hora de pasar por el taller pero como de camino queda mi
centro empresarial, decidí curiosear los avances de la reparación eléctrica. Ya
había llegado el transformador y sería cuestión de 4 ó 5 horas más de trabajo para
restaurar el servicio esta noche, sin embargo, estaban desarmando uno de los accesos al estacionamiento para que pudiera pasar el camión con el repuesto gigante. Allí dejé a los obreros cortando tubos y desinstalando
el techo que protege las dispensadoras de tickets, esperando
que mañana si comience la semana en la oficina.
Llegué al taller y me informaron que la falla la originó un
pequeño motor que controla el seguro de la puerta del chófer que, como ya debes imaginar,
tampoco está disponible en Venezuela pero se ofrecieron a consultar con el cuñado de uno
de los mecánicos que junto con su mujer están importando repuestos bajo pedido.
Ajá, hablando del carro, hace 2 ó 3 años, se le desapareció el limpia-para-brisas del vidrio trasero y desde entonces he intentado
comprarlo en Venezuela. Para ello, en cada revisión de 5 mil kilómetros he
realizado la ingenua consulta en la tienda de partes originales pero aun sigo
intentándolo. Recientemente, otro repuesto y ahora este motor del seguro eléctrico se han unido para formar un trío de abstrusos forasteros. Ya le pedí un presupuesto al
cuñado del mecánico para intentar mantener el carro lo más completo posible.
Pues bien, luego de este interesante día de diligencias y compras menores estoy
llegando a casa para escribir esta historia porque necesito dejar constancia
del diluvio de oportunidades de inversión, desarrollo y crecimiento que tenemos
en Venezuela. En este momento es difícil ser optimista y atrevido para anticiparse
a la mayoría de estas ocasiones pero no pierdo de vista que están allí y más temprano que tarde van a permitir la apertura
de miles de nuevas empresas, de comercios, de fábricas, de ideas, de procesos y de sistemas. Así que aun
estoy convencido de que vale la pena seguir esperando por el país y preparándome para ayudar
a hacerlo crecer como pocos destinos del mundo lo podrán hacer en el futuro cercano.
¡Coño!, creo que no tengo azúcar...
¡Coño!, creo que no tengo azúcar...
1 comentario:
Para seguir sumando productos desaparecidos no olvidemos el café soluble de cualquier marca y por lo menos en una gran superficie comercial me informaron que ya no iban a traer mas unas conocidas galletas que desayuno. Aunque lo mas grave creo que es la desaparición del Splenda. No queda mas que esperar que algún buen samaritano viajero nos traiga esos productos de otros países o aprovechar unas vacaciones para traer un mercado surtidito en la maleta
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