domingo, 4 de septiembre de 2016

¿Qué vas a hacer con el resto de tu vida?




Si por simplificar aceptamos que una vida normal durará un poco más de 80 años (más de 23 los viviremos durmiendo), es importante que, de vez en cuando, analicemos nuestro camino y nos preguntemos qué vamos a hacer con el tiempo que nos queda de modo que podamos organizarnos para seguir cumpliendo objetivos.


La vida puede resumirse como un recorrido de ocho décadas que más o menos tienen una distribución promedio aunque varían, incluso drásticamente, entre grupos de personas por decisión propia o por razones hereditarias, culturales, geográficas, generacionales, económicas o sociales. 

A medida que transcurre el tiempo, la esperanza de vida ha ido creciendo o dicho de una manera más atractiva, el tiempo de juventud le ha ido robando años a la vejez y, en consecuencia, cada vez nos hacemos ancianos más tarde, entendiendo por ancianidad, los últimos años del recorrido o el periodo final en el que podemos ver disminuida nuestra autonomía.


Hagamos un repaso de estas ocho décadas, destacando lo que por término medio nos suele suceder en cada una de ellas. 

La primera década, hasta los 9 años, es la infancia y nos sirve para comenzar a desarrollar independencia y preparación para vivir en sociedad. Los primeros 3 años aprendemos a caminar, a comer (consumiremos un promedio de 10 toneladas de alimentos en nuestra vida), a hablar y a ir al baño (en 80 años orinaremos unos cuarenta mil litros). Luego comenzamos a socializar y a seguir diversificando nuestras herramientas de comunicación, creciendo y ganando fuerza y agilidad para poder iniciar el primer contacto con la educación colectiva para aprender a leer, a escribir y a usar la aritmética básica. Es tiempo de jugar y de hacer las primeras amistades, adquirir nuestros primeros gustos y, a veces, el sentido de la responsabilidad.

La segunda, de los 10 a los 19, incluye la adolescencia y además de dedicarla a seguir creciendo y aprendiendo, es cuando comenzamos nuestra transformación física y psicológica hacia nuestro estado más duradero, la adultez. En esta década, también de grandes cambios, forjamos sólidas amistades y completamos el desarrollo de nuestro cuerpo. Posiblemente tendremos nuestras primeras parejas sexuales y tomaremos las primeras decisiones trascendentales como escoger cuál será nuestra primera dedicación fundamental, carrera u ocupación laboral.

En la tercera década, de los 20 a los 29 años, comienza la adultez y es muy probable que nos hagamos con una profesión u oficio, comencemos a ser económicamente activos, formemos una pareja y comencemos a construir nuestra propia familia. Más o menos, a los 28 años, habremos alcanzado el clímax del desarrollo físico de nuestro cuerpo. Esta edad marca la plenitud del ser humano y, a partir de allí, comenzaremos a envejecer, toda vez que al final de esta década, dejaremos de producir neuronas, aunque las que tengamos entonces deberían ser suficientes para toda la vida.

En la cuarta, de los 30 a los 39, la primera de madurez, comenzamos a estabilizarnos, a crecer profesionalmente, a seguir procreando y cuidando nuestra familia. Aunque típicamente podemos ganar peso y perder algo de agilidad, de vigor y de energía, siguen siendo tiempos de plenitud en los que estaremos acercándonos a la mitad del recorrido. 

Luego llega la quinta década, de los 40 a los 49, que será una segunda madurez y que es una especie de bisagra hacia la temprana vejez en la que normalmente cesa el rol de reproductor. Los hijos suelen llegar a su propia segunda década y comienza la transformación del núcleo familiar que se achicará o crecerá de acuerdo con las circunstancias económicas, familiares y sociales. La experiencia profesional acumulada puede abrir paso a las ocupaciones de mayor responsabilidad hasta alcanzar la plenitud profesional. Comienzan a aflorar los primeros signos de deterioro físico, posiblemente comienza la pérdida de la agudeza visual y algunas primeras afecciones asociadas con el desgaste.

En la sexta década, la de la tercera de madurez, de los 50 a los 59, usualmente nos hacemos abuelos y, probablemente, comienza un proceso de paso de testigo hacia la próxima generación. Los signos del envejecimiento se hacen más evidentes y aparecen algunas dolencias, pero con suficiente energía e independencia para seguir disfrutando sin mayores limitaciones (en toda la vida recorremos 10 mil kilómetros casi sin darnos cuenta). La óptica de la vida cambia en la misma medida en que cambian nuestros intereses. La seguridad en uno mismo llega al máximo y aunque es probable que profesionalmente pueda aun ejercerse un liderazgo muy importante, se hace previsible que la dirección hacia el futuro comenzará a pertenecer a miembros de una generación menor.

En la séptima, de los 60 a los 69, que es o la cuarta de madurez o el inicio de la vejez, suele iniciarse el retiro profesional y un importante cambio de nuestras rutinas de varias décadas. Puede ser un trance difícil aunque si la salud acompaña, es muy probable que se puedan comenzar nuevos proyectos que buscan una ocupación sana y placentera más que seguir con el ritmo de carrera previo. Es una década crucial para bajar la intensidad, sin embargo, aquellos que hacen una parada brusca para pasar a un retiro en reposo, terminan acelerando el final del recorrido.

De los 70 a los 79, comenzamos a tener más cerca la ancianidad, aunque ello va a depender mucho de la genética, la experiencia y las expectativas de cada persona. Es común acumular dolencias físicas y psicológicas asociadas con el paso del tiempo  y que de acuerdo con su intensidad nos pueden comenzar a limitar. Será normal que comencemos a despedir a algunos compañeros de camino. El metabolismo puede presentar un cambio importante en virtud de la disminución de la actividad aunque es cada vez más frecuente que la vida se alargue por una o dos décadas más de acuerdo con el estado general de salud y el entrenamiento con que nos hayamos preparado.


A medida que pasa el tiempo ha estado aumentado el número de personas con más de 100 años de edad. Las proyecciones apuntan a que en 2050, dentro de treinta y pocos años, el 10% de la población mundial tendrá más de 80 años y será un grupo de casi mil millones de personas. 

Debemos planificar este recorrido natural y seguir estableciendo y superando metas y, aunque disfrutado el presente, es recomendable enfocarnos en lo que sigue pendiente sin quedarnos atorados en el pasado porque siempre es más emocionante ilusionarnos con lo qué vamos a hacer con el tiempo que nos queda que lamentar lo que pasó o dejó de pasar.

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