A los pocos días, en el artículo de Thays Peñalver, ¿Cuánto falta para salir de esta pesadilla?, leía: “Pues creemos que el derrumbe de los partidos políticos era algo propio de nosotros (los venezolanos), sin tomar en cuenta que se trataba de un fenómeno global y masivo, a tal nivel que hay más afiliados a la Sociedad de Conservación de pájaros del Reino Unido, que la suma de afiliados a todos los partidos políticos.”
Así, en menos de una semana, opiniones que venían de distintos ángulos de la paleta ideológica, coincidían sobre una importante crisis del liderazgo político mundial.
En una de estas noches, dos profesoras de la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas, en un programa de televisión de Román Lozinski, compartían los resultados de una encuesta realizada a jóvenes venezolanos, concluyendo entre otros hallazgos, que muchos jóvenes confirman una disposición optimista por participar activamente y protagonizar el presente y escribir el futuro de Venezuela pero la mayoría no encuentran en los partidos políticos el medio para hacerlo.
Todo este flujo de mensajes que parece que llegan sin buscarlos y por esas casualidades que no son tales, se une a una reflexión que recientemente compartía con algunos amigos sobre la carencia de un mensaje inspirador entre los líderes más visibles de la política venezolana. Hemos sentido, ya por demasiado tiempo, que el mensaje alternativo es fundamentalmente en contra del status quo y nos seguimos quedando con las ganas de emocionarnos y echando de menos esas frases e imágenes que activen nuestros instintos para soñar con una nueva y mejor sociedad.
Comparo mi reflexión con lo que leo en la prensa de otros países y lo que mis amigos opinan sobre los liderazgos políticos de sus entornos, en España, Gran Bretaña, Francia, Alemania, Estos Unidos, México o Perú, y la conclusión sigue siendo la misma. Parece que los liderazgos no están alcanzando las alturas (o profundidades) del momento.
¿Será que el mundo y la política han hecho tan compleja, anquilosada pero algorítmica la llegada al poder que ya no hay chance para innovar e ilusionar? ¿Habremos llegado al límite de lo que podemos dar? Por el bien de las generaciones actuales y futuras, por el bien de la humanidad, esperemos que desde los nuevos centros del pensamiento político, estén donde estén, seamos capaces de rediseñar los medios y maneras para seguir haciendo del mundo el mejor lugar que se corrija y se mejore constantemente.
Siendo osado me inclinaría a pronosticar que estamos cerrando una era pero aun no somos capaces de percibir como luce la siguiente. Mientras Justin Bieber es seguido por casi 85 millones de personas, a Hillary Clinton sólo le siguen 7,5 millones, 6 millones a Henrique Capriles, a Mariano Rajoy 1,2 millones y Angela Merkel parece que no usa Twitter pero tiene una página en Facebook seguida por 2,1 millones de personas.
1 comentario:
El agotamiento que mencionas viene, me parece a mí, de la ausencia de pensamiento político. Podemos listar unos cuantos nombres de hombres de Estado recientes de envergadura internacional (Churchill, De Gaulle, Kennedy, Reagan, Mitterrand, Gorbachov) y en todos ellos veo un pensamiento, un esquema de ideas, una cosmovisión, un visión del Estado y de la sociedad (que podemos compartir o no), y que trataron de llevar a la práctica.
La caída del comunismo dejó al capitalismo como único sistema económico viable y un vacio repugnante de ideas politicas, de concepción de la sociedad. Porque hay que estar claros que la economía de mercado es el mejor sistema económico, pero es potable en cualquier sistema ideológico y político: los chinos con su sistema de partido único, los estadounidenses con la democracia liberal, las dictaduras de derecha de América latina, el pseudo socialismo francés, la monarquía parlamentaria británica, etc.
El famoso título del libro de F.Fukuyama (EL FIN DE LA HISTORIA) podría haber contenido, a fin de cuentas, una verdad. Quedan algunos restos fósilizados de la izquierda marxista tradicional totalitaria y, al menos en Francia, ¿con quién se alían? Pues con el islam radical, relación contranatura, pero que se explica por la afinidad de ambos con una visión totalitaria de la relaciones de la sociedad con el Estado, su odio a la libertad, y su aversión al cristianismo.
Los partidos políticos no se diferencian ya porque el vacío dejado por el fin de la guerra fría sigue presente, y los políticos profesionales se han convertido en tecnócratas, funcionarios mediocres, y con una ausencia total de visión del mundo y de su porvenir.
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