La arrancada
Nos juntamos en Chacao a las 10am para esperar el arranque
para el CNE pero a la media hora de estar esperando, para evitar estar de pie,
decidimos comenzar a caminar poco a poco hacia Chacaíto. No fue fácil pasar la
intersección de Pequiven porque Leopoldo estaba en esa tarima y
los cruces eran 4 tapones. Nosotros queriendo pasar y mucha gente queriendo regresar
para escucharlo. Al pasar, seguimos caminando poco a poco hacia el oeste y entonces
empezó un rumor primero y luego una algarabía y nos dimos cuenta que por Av. la
Francisco de Miranda, en contravía hacia Chacaíto, venía Capriles. La gente comenzó
a agitarse, corrían hacia la reja que separa los canales de la avenida,
comienzan a retumbar fuegos artificiales y desde varias azoteas comienzan a
arrojar bolitas blancas de anime que caían como nieve. La gente gritaba, aplaudía
y de pronto, un flaquito con una camisa vinotinto, rodeado de decenas de
personas, pasaba corriendo con toda su energía en dirección al CNE… todos gritamos…
“Si se puede, Si se puede”, “Se ve, se siente, Capriles Presidente”. El empujón
que esperábamos y arrancamos, con ganas, al son de los tambores y la samba… allá vamos.
El tramo final
Al llegar a Plaza Venezuela, la marcha sube a La Libertador.
Ancha y de varios canales nos permitió desahogar mejor las presión acumulada en
La Solano, donde éramos mucha más gente que calle. Respiramos y apuramos el
paso. Al llegar al elevado que te pasa a los lados de la CANTV, éramos miles de
miles, arriba, abajo y por los de ida y los de venida. Sin más arboles y con más
calor, el amarillo, el azul, el rojo, el verde, el blanco y el naranja se hicieron
una crema blanca al ritmo de pitos y cornetas. La gente en los balcones: boquiabiertos,
sólo tomaban fotos y más fotos dando brincos y subiendo las manos. El río era ahora
vino tinto. Algunas caras de Caracas pero muchas de Barinas, de Maturín, de
Trujillo, de La Goajira y de Cumaná.
Algunos se sentaban en alguna sombra para agarrar impulso o para dejar de
caminar. No importaba porque atrás venían más, muchos más. En el canal lento, hasta 3
filas de autobuses con música folclórica y ballenatos. Los choferes y sus
ayudantes con caras de asustados, mezclaban los piropos a las caraqueñas con
las consignas del día hasta que llegamos a los Museos. Allí debíamos bajar
frente al Hilton (el Alba) y agarrar la Lecuna pero sabrá Dios si por miedo,
por cansancio o las 2 cosas, la mayor parte de la marcha cruzó por el museo de
Arte Contemporáneo para llegar al CNE caminando por la acera del Parque
Central, la del Museo de los Niños. Con menos sol y viendo las torres de El
Silencio, la acera se metió primero en el canal lento y después paró el tráfico
de la Av. Bolívar. En 2 minutos, toda el carril que llega hasta
el Silencio está lleno de punta a punta. El tráfico que salía sonaban las
cornetas, la algarabía mayor. La marcha llegaba al centro y era recibida con sonrisas
y aplausos… “Algo bueno está pasando”.
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