jueves, 30 de junio de 2016

España y sus elecciones generales de 2004 a 2016

Entre 2004 y 2016, España ha celebrado 5 elecciones generales. Revisando los resultados en porcentajes de los principales partidos y los hechos políticos, sociales y económicos que se han ido sucediendo, se puede analizar cómo se han movido algunas de las motivaciones del español en estos 12 años. Estas han sido las preferencias en cada una de las cinco elecciones:


En 2008, Zapatero ganaba su reelección. El PSOE y el PP veían crecer su electorado con la polarización al máximo. El PSOE se hacía con el 44,6% de los votos, el PP con el 40% y el Resto, Nacionalistas y Otros, sumaban el 15,4% restante. El bipartidismo sumaba el 84,6% de las preferencias, el porcentaje más alto del periodo observado.

Después, mientras que Zapatero negaba la grave crisis económica que había estallado hasta que fue demasiado tarde para actuar, las siguientes elecciones tuvieron que adelantarse a 2011. El PP de Rajoy, vencía a la tercera, logrando el 44,6% de los votos mientras que el PSOE de Rubalcaba bajaba al 28,8%, dejando a los Nacionalistas y Otros con el restante 26,6%. El bipartidismo retrocedía al 73,2% de las preferencias, básicamente porque el electorado castigaba con fuerza al PSOE, pero le otorgaba confianza absoluta al PP para que hiciera lo necesario contra la crisis. 

De acuerdo con sus argumentos, al comprobar la gravedad real de ésta, el PP modifica su oferta electoral y aplica un importante recorte del gasto público, sube impuestos y flexibiliza los contratos laborales, logrando alejar la intervención, disminuyendo y controlando el riesgo-país e iniciando una recuperación macroeconómica.

Ahora bien, también se fueron destapando alarmantes casos de corrupción que aunados al impacto social de los desahucios, la presión independentista de Cataluña y el índice de empleo más bajo de Europa, hicieron que la indignación nacional concibiera dos nuevas formaciones nacionales: Podemos y Ciudadanos. 

Llegan las elecciones de 2015 que aunque fueron ganadas por el PP de Rajoy con 28,7%, dividieron las preferencias en otros cuatro bloques: el 22% para el PSOE, Ciudadanos con 14%, 20,7% para una confluencia de formaciones aparaguadas por la marca Podemos y el Resto con 10,3%.

De esta manera, el bipartidismo perdía un total del 22,7%: 15,9% el PP y 6,8% el PSOE. Por su parte, los Nacionalistas y el Resto también perdían un 16,9% que ahora apostaban por las novedades. Los nuevos partidos se nutrían de votantes del bipartidismo pero también de los Otros.

Sin duda que el español a finales de 2015 estaba castigando a la tradición y se ilusionaba con las novedades. Por una parte, castigaba al PP por la corrupción y los recortes y al PSOE, también por la corrupción y la crisis del desempleo que explotó con Zapatero, sin embargo, el castigo no era tan grande como para dejarlos fuera de circulación porque Rajoy seguía liderando la fuerza más votada, escoltado por la del PSOE.

En los últimos 6 meses, el novedoso reto que el elector español dejó en manos de los principales partidos no se convirtió en gobierno y así se llegó a la primera repetición de elecciones generales, celebradas el 26J.

Ese día, el elector modera el castigo al PP, que es el único que ve crecer su electorado hasta el 33%, 4,3% más que en 2015. El PSOE recibe el apoyo del 22%, 0,7% más que en 2015. Ciudadanos pierde menos del 1% y la alianza entre Podemos e IU pierde, con respecto a la suma de sus porcentajes de 2015, un poco más de 3%, al recibir el 21%. Los Otros se quedan más o menos con lo de 2015.


La gobernabilidad de España sigue siendo ahora un gran reto. Justo un tercio de los españoles confía en que 4 años más del PP son necesarios para cosechar beneficios más tangibles. 35 de cada 100, algo más de otro tercio, no querían más PP aunque no apostaron a una revolución, prefiriendo reformar la actualidad. De éstos, 13 se hartaron de la corrupción aunque se identifican con la Centro-Derecha y 22 se siente más representados por la Social-democracia y aspiran retomar la senda del PSOE. Finalmente, menos de otro tercio del país quiere hacer un gran borrón y cuenta nueva: unos quieren dejar España y otros apuestan a rediseñar el sistema.

En términos de coincidencias estratégicas parece existir un bloque que es clara mayoría, más de dos tercios de la población, los que votan al PP, al PSOE, a Ciudadanos y a un par de partidos regionales. Y, por otra parte, hay otro bloque formado por los más indignados y radicales que quieren cambios drásticos en todos los ámbitos: el económico, el social e, incluso, el territorial.

Al ver a España de esta manera, parece que el español promedio rehúye de una ruptura al pedir un programa especial que concilie el plan básico del PP, que ha sido mayoría, con algunas de las principales ofertas del PSOE y de Ciudadanos. No será fácil construir tal acuerdo, sin embargo, de no hacerlo podrían tener que enfrentar la alternativa de una impredecible refundación de España porque las propuestas más radicales podrían seguir tomando fuerza si no se logra que la mayoría mejore a corto y mediano plazos.

Los cálculos electorales para el futuro van a pesar en las próximas semanas para que los adversarios del PP, sobretodo el PSOE, le facilite las cosas ya que podría ser una acción que debilite más su posición y haciendo que sus diferenciadores sigan perdiendo la fuerza necesaria para recuperar los apoyos mayoritarios del pasado.

viernes, 24 de junio de 2016

El difícil camino del 1 al 20 y al 50%

A finales de abril de 2016, en sólo tres días y justo después de recibir el formato oficial de planilla de manos del CNE el 26 de abril, más de 2 millones y medio de venezolanos de los 24 estados del país, firmamos para cumplir el primer paso para que el CNE comprobase que hay necesidad de contar si hay 4 millones o más de electores que quieren convocar un referéndum revocatorio de los encargados del poder legislativo actual.

Al concluir la recolección de las firmas iniciales, la MUD revisó y filtró unas 200 mil planillas con cerca de 1.960.000 firmas y las entregó al CNE el 2 de mayo para que éste revisara y convocara la jornada a través de la cual comprobar la veracidad de las mismas. De acuerdo con el reglamento, sólo hacían falta algo menos de 200 mil firmas, el 1% del padrón electoral, así que la recolección superaba ampliamente este requisito. Adicionalmente, debía haber 1% en cada uno de los 24 estados del país.

El CNE se tomó un mes para revisar y a principios de junio informó que aceptaba sólo el 70% de las firmas, 1.352.000 y que las restantes 600 mil habían sido rechazadas. Las razones para rechazar el 30% de las firmas fueron genéricas y cosméticas, como por ejemplo, errores ortográficos en el encabezado de la planilla. Sin embargo, sabiendo que las aprobadas eran 7 veces lo requerido, se continuó al siguiente paso.

De esta manera, entre el 20 y el pasado 24 de junio fueron convocadas más de 1 millón 350 mil personas para comprobar sus huellas dactilares en los equipos del CNE y ratificar que su voluntad de revocar era real. Para tal actividad, el CNE utilizaba 300 equipos capta-huellas ubicados en 128 puntos del territorio nacional y que operarían por 40 horas.

La semana de comprobación resultó un caos logístico por parte del CNE por las siguientes razones:

- Los sitios fueron escogidos al azar y no guardando relación con la residencia de los firmantes. En algunos casos, para validar era necesario desplazarse decenas de kilómetros
- La cantidad de sitios y de equipos asignados no se correspondían con la cantidad de firmantes potenciales sino con el requisito del 1%, en consecuencia, la MUD tuvo que montar una inmensa e impecable logística de traslados para agilizar
- El acceso  a muchos de los puntos fue dificultado con bloqueos de las vías, alcabalas inexplicables, operativos de reparación de asfaltado, etc.
- Aun así, la gente tuvo que tolerar filas de hasta 8 horas e incluso en algunos sitios por más de 1 día, para poder demostrar la validez de su firma. De no existir una convicción emocional con el proceso, la gente habría desertado
- No conforme con ello, los centros operaron menos de 30 horas por indisciplina de los funcionarios, fallas de energía eléctrica, fallas de los equipos y decenas de incidentes que incluyeron acoso y violencia de activistas pro-gobierno. 
- Sólo en Margarita, un día entre la 1 y las 2 de la tarde, sólo 7 personas lograban validar. Era evidente un boicot descarado al proceso

La semana ocupó a la población en un proceso democrático generador de esperanza y al menos en las noticias, tanto las protestas como las revueltas por comida y servicios públicos, disminuyeron notablemente con respecto a las semanas previas.

Luego de esta semana, de acuerdo con la MUD, más de 400 mil firmas fueron validadas. Aunque la voluntad de más de 2 millones de venezolanos fue ignorada o desechada, la meta fue aparentemente superada en los 24 estados.

Ahora el CNE dispone de hasta 1 mes para preparar un informe que debería concluir invitando a un proceso abierto en el que casi 20 millones de electores podrán solicitar el referendo y para ello tendrán que asistir a puntos de validación del CNE para manifestar su voluntad colocando sus huellas tal como esta semana.

Para que el referendo se convoque es necesario que los 4 millones de electores lo pidan formalmente. Las encuestas indican que entre 10 y 12 millones de electores lo consideran necesario y lo apoyarán. A juzgar por la actitud del CNE y el gobierno, pero también de los ciudadanos, el proceso continuará avanzando aunque con más demora e incidentes que los razonables.

Para que los solicitantes ganen el eventual referendo, la opción del “Si” debe recibir al menos 1 voto más que los que hicieron Presidente a Maduro en 2013, es decir, más de 7.587.532 de votos y si el gobierno de Maduro pierde el referendo, deben convocarse nuevas elecciones para escoger nuevo Presidente y nuevo gobierno para concluir el periodo.

Si finalmente el referendo no se realiza antes del 10 de enero de 2017, todo este esfuerzo habrá resultado en vano para los opositores por cuanto esa fecha define un límite para revocar al ejecutivo en pleno. Después sólo se podría revocar al Presidente y, en tal caso, ascendería su Vicepresidente, manteniendo el resto del gobierno actual hasta 2019.

Mientras la solución a esta crisis política sigue encaminándose constitucional y democráticamente, la crisis económica y social siguen empeorando y causando graves daños a millones de venezolanos todos los días. Me temo que no bastará atender la política para que el país no colapse. Eso no quiere decir que hay que desmeritar o abandonar este proceso revocatorio, pero hay que obligar a que el gobierno acepte ayudas como el canal humanitario de alimentos y medicinas que muchos de nuestros vecinos nos están ofreciendo.

martes, 21 de junio de 2016

Historia viva: primer semestre de 2016

A mediados de 2016, Venezuela se había convertido en un lugar tan inverosímil que algunos fabricantes cambiaban el nombre del género (no las marcas que habían dejado de tener importancia años antes). El champú ahora se llamaba Pre-tratamiento para evadir el control de precios, porque un litro de champú tenía que costar menos de 100 Bolívares mientras que el Pre-tratamiento se conseguía por casi dos mil o el precio necesario para lograr una comercialización rentable.

Otro producto emblemático, que reflejaba como la planificación chavista castigaba a la gente, eran los huevos de gallina. En sólo un año, el precio se había multiplicado por más de diez, pasando de 10 Bolívares a 100, aunque seguía siendo la proteína más accesible y disponible. En medio de aquella escalada y justo un poco antes de las elecciones legislativas de finales de 2015, el gobierno decretó que el precio tenía que ser de 15 Bolívares por unidad e, inmediatamente, se esfumaron de la misma manera en que luego lo hizo la mayoría chavista en el parlamento.

En aquellas elecciones, la mayoría opositora se hizo absoluta. El chavismo, como ya lo había hecho antes al perder otras elecciones, desechaba la voluntad popular, en este caso, con el apoyo genuflexo del máximo tribunal del país (el TSJ) que no escatimaría en sentencias parcializadas para neutralizar cualquier iniciativa no oficial por auditar, controlar o legislar de acuerdo con las promesas electorales con las que la oposición había ganado el apoyo popular.

La MUD, sabiéndose neutralizada por el TSJ, organizó el derecho constitucional a revocar al gobierno que había pasado el Ecuador de un acontecido periodo. A pesar de que las principales encuestas indicaban que entre el 70 y 80% de la población apoyaba la activación de tal plebiscito, el poder del chavismo en el CNE hacía diligentes pero infértiles esfuerzos de dudosa transparencia para demorar el conteo del inicial 1% que es necesario para pedir un segundo conteo de al menos un 20% del padrón que activa finalmente el referendo revocatorio. Todo un triatlón electoral. Una semana antes de concluir ese primer semestre, se lograba la meta inicial pero faltaba saber si en la segunda mitad del año se votaría por revocar al gobierno en pleno o si en 2017, se intentaría revocar sólo al Presidente.

El gobierno creía que subsidiaba la cesta básica de alimentos y medicinas destinando para ello hasta el 90% de las mermadas y mal administradas divisas del país (el precio de petróleo había caído un 60%), sin embargo, tener acceso a tales productos era un calvario cada día más alto. La diferencia entre los precios controlados y los que algunos estaban dispuestos a pagar, era de más de 15 veces y por ello se había generado la tristemente célebre ocupación de bachaquero, con múltiples especialidades, que aunque generaba una clase social que convertía la crisis en oportunidad, echaba por tierra las supuestas bondades de aquellos ineficientes subsidios.

El gobierno, continuando con su afán de controlar los controles de los controles y pensando en combatir a estos informales que su propia terquedad y miopía habían engendrado, cambiaba la distribución de los alimentos subsidiados por una iniciativa que se conoció con el acrónimo de CLAP (que en inglés es una forma coloquial de nombrar a una enfermedad venérea) y que consiste en la venta y despacho directo y mensual de una bolsa con un kit de harina, arroz, aceite y algo más. El programa fue delegado en miles de grupos locales de vecinos, aunque cada uno incluía a partidarios del PSUV, perfumando con un tufo a soviet, tan delicada distribución. Hasta un gobernador chavista, el de Nueva Esparta, declaró a todo pulmón que quien firmase a favor del revocatorio no recibiría las ayudas del “estado”.

Mientras el tipo de cambio para lo básico era de 10 Bolívares, un ministro bastante solitario y hasta entonces aparentemente poderoso, Miguel Pérez Abad, había dejado que el tipo de cambio secundario pasara en sólo tres meses de 200 a más de 600 Bolívares para intentar frenar al cambio paralelo que había estado alimentando la inflación que alcanzaba sus máximos históricos e, incluso, hacía de la economía de Venezuela, una de las peores del planeta. También había ajustado el precio de los productos controlados y el de la gasolina, que mantenía los ridículos precios del siglo pasado. 

Y como si todo este panorama no fuese suficiente, una pésima gestión del sistema eléctrico (que había sido totalmente estatizado hacía 10 años), alcanzó, hasta entonces, el clímax de una crisis energética que aunque comenzó en 2010 y había recibido miles de millones de dólares de inversión pública, necesitó racionar por varios meses el servicio durante al menos cuatro horas diarias, redujo los horarios de millones de funcionarios a dos días por semana y le quitó el viernes a las semanas de clase, para evitar que el país se apagara por completo. Concluyendo este primer semestre, lo más grave había pasado y el embalse de la principal generadora hidro-eléctrica del país, subía mientras los recortes y restricciones comenzaban a flexibilizarse.

Finalmente, como no podía ser de otra manera, la salud venezolana también vivía los peores días de aquellas décadas. La escasez de insumos y medicamentos llegaba al 90% como consecuencia de las deudas que se mantenían con los proveedores. Esto, aunado a la inseguridad ciudadana, que llenaban las morgues con decenas de asesinados cada día, terminaban de configurar una patética gráfica: 30 millones de personas sobreviviendo a duras penas a una guerra que las entrañas chavistas habían desatado por acción y por omisión.  

En las redes sociales y en cientos de medios de comunicación de América y Europa, Venezuela ofrecía titulares emocionantes y cansinos por igual. La crisis era discutida en asambleas, congresos y entre decenas de actores internacionales que presionaban por encauzar la crisis con herramientas de negociación. Se exhortaba al diálogo político entre las partes para evitar un descarrilamiento definitivo del precario orden y para detener el avance de una crisis que comenzaba a tener la dolorosa etiqueta de humanitaria.

Así comenzaba a despedirse el 2016. Vendría el cierre de aquel trascendental año en el que habría de dilucidarse si el chavismo seguiría resistiendo el pulso de millones de venezolanos en oposición o si ocurriría un cambio pacífico y democrático que buscase un tercer Presidente para terminar aquel periodo, el más accidentado de los 60 años precedentes, marcado por la reelección, la agonía y muerte de Chávez, la controversial elección de Maduro y la más cruel crisis que recuerden aquellas generaciones que, o emigraban o, se sometían a las más inverosímiles y agónicas piruetas hasta para comprar un Champú.

martes, 14 de junio de 2016

¿Dónde estará España en 2020?

Hace 6 meses, justo después de celebradas las elecciones españolas resumí sus resultados reseñando que el bipartidismo (PP+PSOE) había retrocedido del 75% al 50% de los votos (de 2011 a 2015) y que desde allí en adelante, Podemos intentaría monopolizar la izquierda y que Ciudadanos intentaría hacerse del centro, los pragmáticos y la centro derecha “indignada”, para constituirse en el otro nuevo polo.

Luego de estos 6 meses en los que los principales partidos no quisieron acordar un nuevo gobierno, en breve se repetirán las elecciones y el panorama luce relativamente parecido al de finales de 2015, aunque con menos incertidumbres sobre lo que aspira la gente.

Ciudadanos y PSOE intentaron una alianza que de haber recibido el apoyo de Podemos, habría dado paso a un gobierno de izquierda moderada con Pedro Sánchez a la cabeza, sin embargo, pareciera que Pablo Iglesias y su equipo, fieles a sus principios, no compartían el acuerdo y calcularon que valía más la pena ir a nuevas elecciones para darse el chance de crecer e intentar tomar el segundo lugar y presentarse, como efectivamente lo están haciendo, como la alternativa de cambio real a la tradición a la que acusan, agitando las banderas del 15M, de inmóvil, insensible y corrupta.

Podemos ha seguido sumando apoyos de los más excluidos del sistema y, específicamente, junto a Izquierda Unida se presenta ahora como Unidos Podemos, lo que automáticamente proyecta una mejora de sus resultados (aparece en las encuestas como la segunda fuerza). Estas encuestas indican que el PP de Rajoy repetirá como la lista más votada, que el PSOE de Pedro Sánchez tendría una ligerísima pérdida y que Ciudadanos seguiría en cuarto lugar.

España parece dividida en dos grandes bloques (aunque la paleta política sea más amplia, variada y compleja): los que se ubican más al centro y prefieren reformas y mejoras al status quo y los que apoyan cambios profundos. Esos dos grandes bloques se forman, en el primer caso, sumando los eventuales votos del PP (29%), el PSOE (21%) y Ciudadanos (15%) y, en el segundo caso, los que apoyan a Unidos Podemos (25%) y a los Otros (10%).

A juzgar por las encuestas, el primer bloque, los moderados, es clara mayoría, aglutinando al 65% del electorado y, por su parte, el bloque que aspira y propone reformas profundas, se quedaría con el 35%.

Pareciera que el español promedio aspira a un gobierno alejado de ambos extremos, que compatibilice la generación de riqueza y de empleos con mayores beneficios sociales, que plante cara seria a la corrupción y que, manteniéndose en Europa, haga una actualización de su constitución e instituciones. 

¿Serán capaces de entenderlo y aceptarlo los egos del PP y del PSOE para aparcar sus diferencias históricas aunque accesorias? ¿Se hará con el poder la izquierda más radical aun siendo minoría?

En dos semanas se tomará la foto con la que habrá de reiniciarse otro chance de formar gobierno. Se prevé que esta foto seguirá desafiando la flexibilidad y el olfato de las estructuras políticas tradicionales que aunque cuentan con el impulso y el peso de sus propios aciertos y errores, deberán desechar dogmas y prejuicios para adaptarse al momento actual e intentar que España siga acercándose a sus referentes europeos o, por una egoísta miopía, la dejen que se preñe de incertidumbres, de venganza y ensayando nuevas fórmulas de vieja data con poca garantía de éxito.

¿Dónde estará España en 2020? Ya veremos.

domingo, 5 de junio de 2016

Sobre cómo seguirá la historia de Venezuela

Al menos desde que comenzó 2016, suele escucharse que la situación del país es insostenible. Los ya cuatro años de crisis económica, social y política, van motivando innumerables tertulias y artículos que intentan explicar qué camino tomaremos de un momento a otro, sin embargo, estamos casi arribando a la mitad de un año con consecuencias que muchos quisiéramos olvidar muy pronto, mientras que la crisis continúa causando estragos.

Con esta motivación hice un resumen de posibles desenlaces hipotéticos para los próximos meses que incluyen una valoración de la probabilidad que mi criterio les otorga. Luego de identificar cinco eventos, sólo hay dos desenlaces posibles: que el chavismo siga o no gobernando hasta concluir el periodo actual, hasta enero de 2019.


        Según mi análisis casero, la posibilidad de que el chavismo no concluya el actual periodo constitucional, tiene una probabilidad mayor a 60% y su ocurrencia está asociada con los dos siguientes escenarios:

Se celebra el Revocatorio antes del 10/1/17

Es el escenario que ha estado trabajando la MUD desde marzo de este año y el que habría de imponerse en una democracia sensata por ser constitucional y por ser una vía pacífica y civilizada para canalizar el creciente descontento social (con el que concuerda entre 70 y 80% de la población). Sin embargo, por la experiencia previa y la actitud mostrada hasta ahora por el gobierno, parece existir tanta energía a favor como en contra de que éste se celebre en 2016, plazo más que suficiente desde un punto de vista técnico, pero que a juzgar por las encuestas, pondría fin a la hegemonía chavista que arrancó en 1999.

Conseguir que se convoque el revocatorio es un proceso que requiere dos grandes pasos. El país aun aguarda que se complete el primero que, como era previsible, ya ha entrado en mora.

Del segundo paso, va a depender la probabilidad de que el revocatorio se haga este año. Este segundo paso consiste en la recolección de al menos el 20% de las huellas del electorado como petición formal y por ser organizado por el CNE, es prácticamente una elección. Sería una jornada en la que los electores que lo decidan acudirían a los a centros electorales para ser contados. Si tal conteo de voluntades se acerca al 50% del padrón, lo que incluso supera la votación que recibió Maduro en abril de 2013 para ser Presidente, el mensaje sería tan contundente que la probabilidad de que el Referéndum se organice con rapidez, subiría hasta el 80%. Sin embargo, si en el segundo paso se cuenta a un porcentaje justo por encima del 20% que exige el reglamento, la probabilidad caería.

En resumen, a juzgar por la grave situación nacional, por los estudios de opinión y por la presión internacional que ha venido manifestándose con fuerza en días recientes, la probabilidad de que se organice el referendo en 2016 tiene hoy una posibilidad de 60%.

Madura renuncia en 2016

Sin que intervenga una fuerza militar, nacional o internacional, que amenace con aniquilar a la revolución o al propio Maduro y su entorno íntimo, considero que este escenario tiene una muy baja probabilidad de ocurrencia. En este momento, pareciera que tal fuerza sólo se encontraría cercana a la revolución pero más afín a un ideario nacionalista que socialista. Le otorgo a este escenario una probabilidad de 5%, ya que aun suponiendo que hay representantes de tal fuerza dentro del oficialismo, desconozco el poder real con que puedan contar para dar este golpe que, por otra parte, abriría paso a nuevas elecciones presidenciales para culminar el periodo y que entonces habría trabajado en favor de la oposición. A estas alturas, no imagino un golpe para redefinir el hilo constitucional del país aunque sea ésta una de las lamentables especialidades de nuestra historia republicana.


         Por su parte, la probabilidad de que el chavismo logre seguir a la cabeza del ejecutivo hasta 2019 sería de 40% y tiene que ver con la ocurrencia de alguno de los siguientes dos eventos:

El Revocatorio se convoca para después de 10/1/17

Si la fuerza y astucia del gobierno se imponen y el referéndum se convoca después del 10/1/17, el interés del electorado por revocar comenzaría a decaer porque ya no estaría en juego un renovación de la conducción del país sino que sólo se aspiraría a la remoción de Maduro para encargar al Vicepresidente chavista que él haya nombrado. En consecuencia, incluso la probabilidad de que se logre tal revocatoria, perdería fuerza y momentum. El gobierno lo sabe y de allí que está y estará poniendo todo su empeño para desplazar la convocatoria para el próximo año.

Intentando medir la magnitud de la crisis actual y la velocidad con que se agrava, me aventuraría a pronosticar que el aplazamiento del revocatorio, va perdiendo probabilidad a medida que siguen empeorando la escasez, la inflación y la conflictividad.

A este escenario le daría una probabilidad de 30% y de materializarse, la estrategia chavista podría sacrificar a Maduro, quien renunciaría víctima de la guerra económica con el objetivo de desmovilizar a la oposición y reposicionar al chavismo como un sentimiento nacional que es capaz de sacrificarse y reinventarse para seguir trabajando por los más pobres. Esta salida evitaría para el chavismo el desgaste del referéndum.

Maduro se reforma y negocia su continuidad con cambios en su gobierno

Si la revolución se llega a saber acorralada y sin salida este año, podríamos ser testigos de un Maduro conciliador y reformista que para detener el revocatorio, utilice la intermediación internacional hacia un diálogo y acuerdos que le lleven a ceder, por ejemplo, sobre la liberación de los presos políticos y la modificación de las principales políticas económicas.

Maduro podría defenderse más adelante diciendo que fue obligado a ajustar los preceptos de la revolución y achacaría el costo de tales ajustes a la presión a la que se vio sometido pero que como contraparte permitió el regreso de la tranquilidad. Aunque sería un movimiento inteligente, tanto por su terquedad ideológica como por su orgullo, por las presiones de su gente y por una oposición que se sabe con una posibilidad de 70% de asumir el gobierno en 2017, a este escenario le doy una probabilidad de 10%.


Finalmente, la probabilidad de una revuelta popular ha venido creciendo pero en mi opinión el que explote una revuelta social no proyecta con claridad un único desenlace de la crisis y, en consecuencia, en caso de ocurrir, el futuro sería incierto para todos.

Revuelta popular de impacto nacional

Pienso que un evento con amplio apoyo popular que desborde el nivel de cobertura policial y militar, saquearía la propiedad y los comercios privados, lo que el gobierno usaría para, por una parte, “celebrar” como una nueva edición de la lucha de clases y, por la otra, “encontrar” responsables de tal movida dentro de la oposición, dando pie a la apertura de juicios para seguir neutralizando a los opositores más incómodos. También creo que una revuelta de este tipo sería un gran inhibidor para que el referéndum se organice. 

Pero siendo así, ¿por qué percibo que el gobierno no duda en controlar y reprimir cada una de las protestas “de riesgo” que están sucediendo a diario desde que empezó el año?

Concluyo que un desorden social generalizado podría desbordarse y convertirse en una tragedia que fracture los apoyos más duros de Maduro, poniendo en riesgo a su gobierno y a la revolución.

Lamentablemente, a juzgar por la alta flamabilidad de la calle en este momento, la probabilidad para este evento crece todos los días por lo que al día de hoy le daría un chance de 35%, sin embargo, como ya he mencionado, las consecuencias podrían ser desfavorables tanto para al gobierno como para la oposición pero también podría abrir paso a una tercera fuerza, nueva o desapercibida, que surja de la anarquía y se nos imponga de pronto.


Despejada estas incógnitas en los muy próximos pocos meses, habrá que medir el impacto que sobre la gobernabilidad nacional tendría la pronta renovación del poder en las gobernaciones de estado que en principio y a juzgar por las encuestas actuales, cambiaría el balance en 180 grados. Y aunque esa es harina casi que del mismo costal, merece una próxima entrada.