domingo, 8 de mayo de 2016

¿Qué suban los sueldos o qué bajen los precios?


Como se ha podido comprobar en los últimos 13 años de controles, los precios son tercos y no obedecen a los deseos o a los decretos. De otra forma, resultaría inexplicable como una economía harto controlada por el gobierno (o mejor dicho, que el gobierno cree controlada), muestre los terribles índices actuales de inflación, devaluación y escasez. 

Al revisar sólo desde enero de 2013:

- los precios se han multiplicado por 10
- el ingreso mínimo por 9 y 
- 8 de cada 10 productos básicos no están disponibles

Y, por su parte:

- el cambio básico pasó de Bs. 4,30 a Bs. 10 Bs. y, el otro, de 12 a Bs. 400 por Dólar y 
- el cambio no controlado (e ilegal) multiplicó por 65 el valor de hace 40 meses

Este último, aun siendo ilegal y realengo, ha marcado los precios de un importante grupo de bienes y servicios, sobretodo de los activos de mayor valor como la vivienda y, en general, el equipamiento y las inversiones más grandes que hace una familia.

En los últimos meses, la inflación se ha desenfrenado. Los productos con precio controlado son más inaccesibles cada semana pero los precios del resto suben de manera espeluznante, obligándonos a olvidar compras y hábitos tradicionales.

El venezolano viene perdiendo poder adquisitivo a velocidades desconocidas para las actuales generaciones que nos preguntamos cuándo los salarios volverán a servir para cubrir los gastos de una vida normal.

Pareciera que la solución sigue chocando con la ideología política del gobierno. Sin suficiente producción o sin las importaciones equivalentes para cubrir las necesidades, sólo seguir ajustando los salarios empeorará la situación porque seguirá aumentando la demanda sobre pocos bienes y servicios que terminan siempre subiendo de precio más rápido que lo hace el sueldo.

En consecuencia, un modelo que ha querido siempre satisfacer la producción de manera directa, estatizando o importando, y que se ha quedado sin recursos y sin la capacidad para lograrlo, pareciera que se va viendo obligado a ser más tolerante con el sector privado.

Ahora bien, para que el sector privado aumente la producción se hacen necesarias, al menos, modificaciones fundamentales a dos políticas emblemáticas: la de cambio y la de precios. 

En estos días, se oyen muchas opiniones sobre la unificación cambiaria. El cambio SIMADI se ha duplicado desde febrero y varios analistas han escrito que el cambio único de un eventual futuro sistema de cambio flotante arrancaría en torno a Bs. 200 por Dólar pero que se requiere de un préstamo de 35 mil millones de Dólares, entre otras cosas, para hacer que funcione. 

El estado venezolano debe al menos 15 mil millones de Dólares a cientos de proveedores de todo tipo y eso ha bloqueado las líneas de crédito y los nuevos despachos. Los importadores han pagado en Bolívares al BCV pero éste no ha transferido los dólares equivalentes a los proveedores públicos y privados. Esto explicaría buena parte del desabastecimiento y por ello una parte del préstamo referido habría que destinarlo a hacer abonos a estos compromisos para destrancar.

Un cambio único de 200 Bolívares por Dólar, encarecería las importaciones que hoy en día se hacen a Bs. 10 pero abarataría el resto, las que se hacen a Bs. 400 o a Dólar libre. Se necesitaría activar un sistema de subsidios directos, como ya lo ha indicado el Vicepresidente en estos días, para los alimentos y las medicinas que multiplicarían sus precios por 10 o por 20.

Del sistema de precios, ya hemos comenzado a escuchar declaraciones oficiales de que algo viene en camino y que al parecer incluye el ajuste de precios que están tan rezagados que son ridículos (como por ejemplo, el de un kilo de harina de maíz que sigue en menos de 20 Bolívares).

Encaminarnos depende casi exclusivamente de lo que decida este gobierno o de que un eventual nuevo gobierno haga los cambios. Lo positivo de la mala situación actual es que el país ya está pagando el alto precio que normalmente se atribuye a los ajustes como el que necesita nuestra economía.

A final de cuentas (y siempre llegará ese mañana), el equilibrio se logrará haciendo que bajen los precios al aumentar la oferta y lograr que los salarios suban dependiendo del desempeño y de la productividad.  Éste es, hoy por hoy, el único camino. Lo demás, historias de fracaso que en Venezuela se han convertido en pesadillas de todos los días.

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