En más de veinte ocasiones previas he comentado acá sobre el comportamiento de la inflación en Venezuela. Hasta
finales de 2014, consultaba la web del Banco Central de Venezuela (BCV) y luego
de sumar, promediar, comparar y graficar, presentaba mis proyecciones, conclusiones
y comentarios.
Hasta 2013 nos habíamos habituado a una inflación en
torno al 20-25% anual y aunque sin duda era un porcentaje muy alto al compararlo con el resto del mundo, las compensaciones
salariales lograban un cierto balance. Pero la inflación de 2014 rozó el 70% y, el año pasado, superó el 180%. El estatismo está perdiendo el control.
En 2015 no se publicaron las estadísticas. Las recibimos incompletas a comienzos de este año. Tampoco en lo que va de este año, nos han mostrado la historia
oficial. Estas omisiones voluntarias del BCV están sembrando dudas
razonables sobre las intenciones y la calidad de sus datos y, en consecuencia,
lo que tantas veces fue un trabajo hasta obsesivo por medir el
poder de compra y las escalas salariales del país, ha dado paso a la
especulación, la incertidumbre y el sentir que esperar por estas cifras es
una pérdida de tiempo. Llegan demasiado tarde para ser de utilidad.
Otros indicadores no oficiales han ganado popularidad.
Los del CENDAS y hasta algunos tragicómicos como “Huevo Today”, se están usando
para saber cuánto crecen los precios. Por mi observación personal, estimo que los precios de alimentación
han crecido cerca de 500% en estos doce meses, periodo en que los
salarios sólo se han duplicado. Pero siguiendo la historia que del
2015 nos vendió el BCV, la inflación anualizada podría estar pasando de 220%
al cierre de este mes de abril.
Por estos días se suelen decretar dos de los varios
aumentos de salario mínimo del año. Por norma reciente, uno entra en vigencia
de inmediato y otros hacia el final del año. Hasta
2014, el salario mínimo se venía indexando a la inflación, sin embargo, el año pasado sólo se recuperó cerca la mitad de ésta, aunque se compensó una parte de la diferencia con el aumento a los tickets para alimentación.
Por eso, siguiendo la tradición de la política salarial
de este gobierno, el mínimo que arrancó el 2015 en Bs. 9.650 podría
terminar el año cerca de 20 mil Bolívares y los tickets, que empezaron cerca
de Bs. 7.000 (y ya están en Bs. 13.500), subirían hasta 27 mil Bs.
Si el gobierno asegura la disponibilidad presupuestaria
a pesar de todas las dificultades económicas que él mismo ha generado (y que sigue
alimentando día tras día), pareciera que decretará un aumento de 30% al salario
mínimo desde mayo, para llevarlo a 15 mil Bolívares y otro 30% en octubre, para
despedir 2016 en torno a los 20 mil.
Por su parte, también desde mayo decretaría un aumento
a los tickets a 4 unidades tributarias (UT) diarias o Bs.
21.240 mensuales (pagaderos desde junio) y a 5 UT o Bs. 26.550 desde algún mes
de final de año.
A pesar de la pobreza de las estadísticas oficiales,
de la caída de los precios del petróleo y de una devaluación brutal y sostenida
del SIMADI, esta es una hipótesis revestida por un alto margen de error pero que presento a
partir del análisis de la conducta del gobierno en los años recientes.
Me despido con un lugar común: aumentar la liquidez y la demanda mientras que la producción y las importaciones siguen disminuyendo, sólo
seguirá agravando la más terrible crisis económica de Venezuela de las últimas décadas.
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