viernes, 15 de abril de 2016

Huevos de gallina. De 320 a 2.200 Bolívares en 10 meses

La economía venezolana desde 2012 viene perdiendo sus precarios equilibrios a toda marcha.

Las políticas implementadas, ratificadas y amplificadas han agredido y, en muchos casos destruido, lo privado, lo individual y lo nacional para hegemonizar lo público e intentar controlarlo todo. Pareciera que los ideólogos económicos de este modelo pensaban que el precio del petróleo seguiría subiendo indefinidamente y que no era necesario preservar la producción y la generación de la riqueza privada ya que el abastecimiento de todo lo que se considerase prioritario para los segmentos más vulnerables, se tranzaría por petróleo con los aliados o se compraría con la renta petrolera donde fuese necesario.

La estratosférica corrupción (que algunos analistas estiman que desaparece más del 30% de todos los ingresos del país), sobretodo asociada con el control de cambio, ha pulverizado los pocos beneficios de corto plazo asociados con este modelo y más aun, cuando desde hace poco más de un año, han caído las exportaciones por debajo de la mitad de lo que antes vendíamos.

Entonces, la insuficiente producción nacional, la corrupción, la desconfianza, los menores ingresos en dólares, los subsidios generales e indiscriminados y el descontrolado gasto público (que sigue inundando el país de más y más Bolívares cada vez más débiles), sólo han disparado la inflación y el desabastecimiento. La desconfianza bien ganada y el poco acceso a las divisas, dispararon el tipo de cambio del mercado negro a niveles inimaginables e insostenibles, agravando aun más el panorama.

Las lamentables consecuencias son muchas y dolorosas pero se podrían resumir en un grave retroceso generalizado y el empobrecimiento del país y su población.

Ahora bien, lo que la gente común que estamos interesados en analizar y comprender nuestra economía nos solemos preguntar es si ¿existe una forma más o menos oportuna (por no decir rápida) para retomar los equilibrios o mejor aun, para superar las calamidades que nos agobian y comenzar unas décadas de crecimiento y desarrollo sostenidos?. La respuesta de todos los economistas modernos suele ser que sí, pero que tal recuperación pasa inexorablemente por des-ideologizar la economía de Venezuela.

A menos que la factura petrolera o cualquier otra nueva renta en manos del estado, por obra de un milagro, llegue de pronto a generar de forma sostenida más de 150 mil millones de dólares de ingreso anual para el país, el modelo económico tiene que abrazar principios y valores que parecen ser diametralmente opuestos a los del “Socialismo del siglo 21”.

Hasta ahora el chavismo está negado de hacer tal viraje y, en consecuencia, lo lógico es pensar que cualquier renacimiento económico del país llegaría de la mano de una administración política diferente. Mientras ese cambio llega, habría al menos un conjunto de políticas ineludibles para cualquier gobierno como lo son: 1) el combate frontal y real a la corrupción, 2) la disminución y el control del gasto público improductivo, 3) el progresivo ajuste de los principales controles y 4) la sustitución de los subsidios indiscriminados (nacionales e internacionales) por ayudas provisionales y dirigidas a la población más vulnerable.


Si no ocurre el replanteamiento económico pero tampoco se adoptan con éxito los cuatro conjuntos de medidas de responsabilidad básica, sólo continuará creciendo con cada vez mayor velocidad la miserable fosa común en la que se ha estado enterrando el futuro y las oportunidades de más de 31 millones de venezolanos. “Delitos de lesa humanidad” o  “Estado fallido”, estarán dejando de ser frases de la diatriba política para convertirse en argumentos de la justicia y la ley que habrán de llegar a un país asentado sobre miles de millones de barriles de petróleo y que no pasa desapercibido para el resto del mundo occidental.

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