Visto lo visto, lo del manejo actual del
gobierno venezolano no es incapacidad sino premeditación y planificación comunista.
En respuesta a los números rojos mostrados por
nuestra economía, tercos como el polvo, abundan consejos, opiniones, estudios,
ensayos y discursos para demostrar que el rumbo debe ser modificado.
Sugerencias, contra-planes y benévolas comparaciones con vecinos socialistas más
abiertos y con mejores resultados están a la orden del gobierno. Oposición, protestas,
deserción y proposición en cantidades suficientes para demostrar al más radical
que hay maneras de mejorar la cosa sin necesidad de abandonar la visión social
de la gestión pública, para el gobierno sólo son traiciones.
Por todo esto, cuando el proceso ya es quinceañero,
no puedo pensar que sea la terquedad, el orgullo o la miopía las razones para
no cambiar. Creo que las partes andamos pendientes de resultados diferentes.
Mientras la mayoría de Venezuela quiere progreso, paz, modernidad y desarrollo,
el gobierno quiere seguir destruyendo el capitalismo que queda para hacerse aun
más todopoderoso, aunque ello signifique primero retroceder para luego avanzar
(según sus planes).
Sin dudas, la búsqueda actual de este gobierno
es la máxima hegemonía económica (ya ha logrado la política y la comunicacional),
permitiendo una actividad privada al estilo cubano, es decir, micro-empresas
familiares de 5 o 6 colaboradores para generar los ingresos mínimos para esas pocas
familias y no más, mientras al igual que en Cuba, el estado gran-propietario puede
asociarse con otros países o con trans-nacionales privadas foráneas para el
resto de los proyectos y necesidades que lo ameritan y pareciera que vamos a toda velocidad en esa dirección.
Hay un sector de la oposición que siempre ha
pensado que los malos resultados económicos le restarán el apoyo popular al
gobierno y de esa manera colapsará el proyecto, sin embargo, el ejemplo de Cuba
nos muestra que tantos años de pobres resultados, no han podido con esa “revolución”.
Una parte de la oposición aun piensa que la
nuestra es una democracia con graves defectos de gestión que se curarán con
elecciones. La otra piensa que esta es una dictadura que se derrotará organizando
el clamor popular para dar paso a un borrón y cuenta nueva. Estas diferencias
de enfoque son abismales, el gobierno lo sabe y estratégicamente busca
profundizarlas para devolverlos al carril electoral que ya domina y seguir con su plan basado en el populismo, el clientelismo y el control total de los recursos y los medios de
comunicación.
La madera del venezolano está siendo puesta a
prueba como nunca antes. ¿Somos un bravo pueblo o conejos en jaula?
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