Hace 100 años, Argentina vivía días de grandeza y progreso y Buenos Aires ya tenía más de un millón y medio de habitantes y eso se nota a primera vista. Avenidas enormes, muy anchas, antiguas y modernas a la vez, construcciones, plazas, parques, museos, más edificios hermosos y antiguos, más parques, esculturas y obras de arte públicas por toda la ciudad, teatros, más plazas y jardines... enorme, elegante, viva. Hay momentos en que se me parece a Madrid y, en otros, a Nueva York, Barcelona o a Toronto.
Quizá por estar demasiado tiempo en Caracas, uno olvida rápidamente qué debe ofrecer una ciudad. Buenos Aires nos lo recuerda: espacios para caminar, para disfrutar, para compartir. Respeto y atención al disfrute colectivo de la naturaleza, el arte y la cultura.
No conforme con un enorme y valioso casco histórico, la nueva Buenos Aires es amplia, conectada con su entorno y moderna. La nueva y la de siempre: serviciales, atentas y volcadas al turista. Seguiré caminando otro par de días y volveré con una reseña adicional.
Lamentablemente, varias estampas de niños pidiendo, descalzos a pesar de los 8° de frío, y varios grupos de indigentes urgando a lo largo y oscuro de la ciudad, le recuerdan al visitante que está en Latinoamperica. Aún así, estas imágenes descuadran con el aire bueno de esta gran ciudad.
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