Vivir esta Venezuela es una locura aunque me imagino que cualquiera en cualquier otro sitio, me puede replicar que la demencia no es una exclusividad de estas tierras. Aunque ciertamente está bien distribuida, acá abundan circunstancias que nos amargan o nos deprimen en todo momento. Si ya tú sólo tienes certezas sobre lo que acá sucederá o ya te hartaste de este tema porque es un chicle tan mascado que ya no sabe a nada, podrías prescindir de leer esta reflexión pero si también necesitas olfatear los próximos capítulos de la futura historia de este país, sigue adelante y te agradezco tus comentarios.
Hace pocas semanas, cuando se comenzó a hablar de negociaciones entre el gobierno y la oposición, mi primera reacción fue que no hay nada que negociar porque estamos exigiendo que se organice un referendo revocatorio, que es un derecho constitucional y como tal, no acepta trueque de ningún tipo. Así pensaba de entrada.
Por otra parte, viendo ir y venir a Rodríguez Zapatero entre España y Venezuela, también reflexioné que si bien lo consideraba demócrata y avalado por gobiernos y organizaciones que no tienen nada de chavistas, dije que era hora de llamar a los suplentes porque públicamente sus oficios no han movido ni un milímetro nuestra situación.
Además, también durante estas semanas, he leído a no pocos opositores que se indignan y critican sin compasión ni respeto a los protagonistas de la MUD. Los califican de traidores, convenientes, mezquinos, intrigantes, ingenuos o desubicados. También me indigno cuando leo que los venezolanos somos cómodos o cobardes y que la solución es que nos echemos a la calle hasta que tengamos un nuevo gobierno y, para remate, siempre me descolocan dos leyendas urbanas. La primera es que nos robaron casi todas las elecciones porque la oposición siempre fue mayoría y, la segunda, que contradice la anterior, es que los pobres del país siguen y seguirán con Maduro por la bolsa de comida.
Luego, pasó este último fin de semana y el ánimo opositor se cayó al piso porque mientras el gobierno se rumbeaba su cumbre de Margarita, nos metió la duda de que estaba pactando en secreto (sabrá Dios que derechos ciudadanos) con la MUD y, también, varios analistas de peso comenzaron a decir que el referendo no se hará en 2016. Por suerte, leí a Luis Vicente León este domingo y coincido con su defensa de la negociación MUD-Gobierno ante la dura y compleja realidad que nos está tocando vivir.
Mis 7 conclusiones al día de hoy, hilvanando las partes de mis propias experiencias, son las siguientes:
1.- El referendo si es un derecho constitucional pero como el gobierno piensa que la oposición aun no tiene un poder real para plantarle cara, lo obstruye mientras calcula todas las semanas hasta cuándo hacerlo. Igual tratamiento reciben las nuevas leyes, el funcionamiento de la Asamblea, las elecciones de gobernadores o cualquier otro derecho por racional o legal que sea.
2.- A la MUD le resulta indispensable seguir organizando y dirigiendo su poder real hasta forzar una división del chavismo o del poder militar para que el gobierno acepte un cambio: gobernabilidad, referendo, elecciones regionales o renuncia de acuerdo con la fuerza e intensidad de tal poder.
3.- La mala situación y el hartazgo de la sociedad siguen creciendo a diario y aunque su transformación en presión sobre el gobierno no es tarea fácil, es ahora casi la única razón de ser de la MUD. Esa presión es el activo con el que se lograrán los objetivos tarde o temprano. Parece que la MUD y los intermediarios externos tienen esta foto mucho más clara que los radicales de ambos bandos, sin embargo, la gente sigue esperando emocionada, desde hace muchos años ya, por resultados inmediatos como los que se aspiran de una democracia moderna (que no somos).
4.- A la MUD le ha resultado extremadamente difícil mantener alineada a esa mayoría de venezolanos que aspiramos un cambio real, bien por no tener un híper-liderazgo, bien por su propia diversidad o bien por la guerra psicológica que con mucha escuela le hace muy bien el chavismo. La disparidad de criterios, expectativas, miedos y esperanzas de la oposición atentan en contra de la velocidad de la consolidación efectiva de su poder.
5.- Aunque podamos criticar errores y reclamar un liderazgo que nos unifique en torno a una visión emocionante del futuro (y sin complejos comunistas), es una ingratitud inmensa el que no se reconozca que muchos líderes de la MUD no han sucumbido a la tentación de una vida más tranquila como emigrante, sino que siguen intentando rescatar una patria que tantos han dado por perdida a lo largo de 18 años.
6.- Un enfrentamiento de calle contra el gobierno en este momento sería un suicidio colectivo. A pesar de que la MUD encabeza una mayoría, de hasta 3 a 1, sólo el gobierno carece de escrúpulos y cuenta con las fuerzas armadas, los recursos económicos y los medios de comunicación. Si con suerte una acción de este tipo, después de ofrendar muchas vidas como la tuya y la mía, lograse la renuncia del gobierno, cabría la posibilidad de que aparezca algún militar para tomar los destinos del país con la excusa de apaciguar y unificar.
7.- Es muy difícil entender cómo actuamos los habitantes de esta Venezuela. Para cualquiera que no vive acá, es impensable la tolerancia al desastre y el miedo que hemos desarrollado o que nos han inoculado. Hemos descendido en la pirámide de necesidades a un punto que si bien nos encolerizamos con facilidad, con la misma facilidad nos metemos en una cola para tratar de conseguir comida que se pueda pagar, comprar ese medicamento que no podemos suspender o celebrar con un retiro en casa porque nos robaron el celular sin pegarnos dos tiros. Si los que lo viven desde lejos están aburridos de que nuestros lamentos no se transformen en acciones contundentes, les aseguro que aburre mucho más el tener que sufrir estos castigos que se nos están haciendo eternos.
El cambio podría estar por ocurrir o aun faltarle. La historia está llena de grandes episodios que ni se sospecharon unos días antes de que sucedieran. Quiero ser optimista y pensar que el cambio no tardará mucho más. Aun así, Venezuela es una inspiración hoy y lo será mañana y el compromiso con ella no debe caducar. Es aceptable y comprensible que algunos decidan emigrar pero otros, como tantos que han enfrentado estas circunstancias con éxito a lo ancho del planeta y a lo largo de la historia, seguiremos intentando construir la mejor Venezuela que merece nuestro época y habremos de hacerlo hasta conseguirlo. ¿Está fácil? No, ¿está cerca? No lo sé y por eso mismo es momento de apoyar sin mezquindad y desoyendo a quienes ya sabemos expertos en golpes psicológicos, de lado y lado.
Pidamos ánimo y demos ánimo que no somos pocos los que pensamos que siempre valdrá la pena seguir intentándolo y gota a gota seguiremos llenando un río que más temprano que tarde nos bautizará para perdonarnos por tantos errores y fanatismos.
El deterioro de Venezuela es tan intenso y se ha venido acelerando de formas tan impactantes, que uno no deja de indignarse al ver que los indicadores hablan de un desastre que crece a diario sin que el gobierno muestre un mínimo de auto-crítica o ensaye el más leve viraje. Hasta ahora, el gobierno ha sido un ejemplar discípulo de la escuela de los Castros que sólo ha mostrado creatividad para rebautizar “bloqueo yanqui” como “guerra económica”.
Ante esta situación, es muy preocupante descubrir que la crisis de una sociedad, tristemente, podría no tener fondo. Las proyecciones económicas que hace un año nos pudieron parecer exageradas, hoy han sido rebasadas por nuestra deprimente realidad aunque más preocupante aun es sospechar que de no iniciar un pronto cambio de rumbo, para el próximo año podríamos pasar por peores circunstancias que las actuales.
A pesar de que para mi gusto el rumbo de la misión-país se torció hace unos 15 años, durante la década pasada, el status quo de no pocos venezolanos, mejoraba gracias a un gasto público hemorrágico que despilfarró los beneficios de nuestro negocio petrolero y exprimió la capacidad de endeudamiento que teníamos y ya no tenemos. Con todos esos recursos, una y otra vez, el chavismo pudo jalar hasta nuestros puertos, un viejo barco carguero en el que transformó a nuestra economía. Hoy por hoy, el barco viaja más lento, llega casi vacío de comida y medicinas y se está llenando de agua e inclinándose.
¿Podremos mejorar sin cambiar de gobierno y de modelo?
Es probable que si el precio del barril del petróleo subiera a doscientos dólares y si, a cambio de un gran préstamo fresco, el gobierno entregara buena parte de PDVSA a alguno de sus aliados (que además se encargase de duplicar la producción de petróleo), las cosas podrían volver a mejorar pero la bajísima probabilidad de estos supuestos permite anticipar que no hay mejora a la vista sin que Venezuela despida al chavismo y a su socialismo del siglo XXI.
¿Y podremos hacerlo? y, lo que más intriga nos causa, ¿cuándo?
Para lograr este cambio, hay dos grandes vías: la electoral y, por llamarla de alguna manera, la sobrevenida.
Justo antes de escribir de cada una, debo recordar que desde que el chavismo es gobierno, ha afirmado cientos de veces, sin reparo o pudor democrático, que su revolución llegó al poder para quedarse hasta transformar por completo a Venezuela. No cree en la separación política de los poderes y no acepta una alternancia que cuestione y desmonte su modelo. Su lema fue “Patria, socialismo o muerte” que no es más que una amenaza de meternos hasta en una guerra civil si su primacía fuese amenazada. Es decir que, por definición, la revolución no llegó para ser una opción, sino para ser la única. Sin embargo, ya no es lo que fue.
Repasemos las dos posibles salidas. En primer lugar, la electoral. Por principios constitucionales debe ser una válvula de escape en 2016 pero sigue cerrada por un gobierno que apuesta a que, con dos años más de tiempo, tendrá chance de recuperar un nivel de apoyo suficientemente competitivo para volver a ganar, “como sea”, en 2018. Es decir, que para el razonamiento chavista, permitir voluntariamente el revocatorio es imposible y lo será más cada día, porque la debacle crece y se hace más nítida su derrota electoral en la misma medida en que se agrava la crisis que justo ahora está en una etapa fulminante.
Pero si el chavismo logra evitar el revocatorio este año y logra seguir gobernando hasta 2018, verá crecer su probabilidad de continuar al mando del país después de 2019 y habría superado la etapa de peores resultados y amenazas que ha conocido después del 2002.
Esto deja a la vía sobrevenida, es decir, a la renuncia voluntaria o negociada del chavismo antes del 9 de enero de 2017, como la opción con más probabilidad para que Venezuela cambie e inicie un esfuerzo para mejorar a corto plazo.
El chavismo lo tenía todo a su favor: un líder unificador, apoyo popular, poder absoluto, dinero, ideas y sorpresas, respaldo militar, apoyo internacional y una débil y desprestigiada oposición. Hoy en día, ha perdido casi todos esos activos. El marcado deterioro que hoy nos friega la vida a todos los venezolanos, también se la ha fregado al chavismo.
Chávez murió, el chavismo es impopular, el país se llenó de deudas impagables, varios viejos aliados ahora son casi neutros u opuestos y la oposición es mayoría. Aun cuenta con el respaldo de la actual cúpula militar, el control de unas magras finanzas públicas y aunque gestiona el 75% del poder público formal, la crisis está convirtiendo a todo ese poder en una carga cada vez más pesada.
Así las cosas, podría ser cuestión de semanas para que seamos testigos de algún tipo de renuncia. Si se produce en los próximos 100 días, se habrá abierto una puerta al cambio que aun habría que construir y asegurar. Si no, la revolución podría haber superado otro punto de no retorno y cambiar de estrategias para mejorar su posicionamiento para 2018 como ya mencioné más arriba.
Esto quiere decir que si el chavismo sigue en el gobierno después de enero de 2017, ¿se quedaría “para siempre”?
Seguramente no. Como ya escribí más arriba, todo hace predecir que la crisis va a seguir creciendo y fregando la vida a millones de venezolanos en decenas de formas aunque si el gobierno pasa de enero de 2017, los protagonistas de esta oposición estarían perdiendo otra batalla y, posiblemente, aflorarían sus propias divisiones.
Aun así, el descontento popular seguiría aumentando por lo que mantenerse gobernando sería cada vez más complicado para el chavismo. Esta crisis ya ha involucrado a la OEA, la UNASUR, expresidentes de la región, el MERCOSUR, España, Estados Unidos, Europa y el Vaticano. No veo cómo el gobierno puede seguir al frente del desastre sin hacer cambios y que todo un país y todos estos mediadores se conformen con sólo ser testigos incapaces de ayudar a detener la destrucción de la que fue la tercera economía y la primera democracia del continente.
Aunque el castrismo siguen dominando a Cuba a pesar de las penurias de su pueblo y aunque parezca que cada día Venezuela se parece más a la isla, no son pocas ni sutiles las diferencias entre ambos países y momentos. La guerra fría terminó hace 25 años y Venezuela sigue teniendo una oposición legal y activa que, además, es mayoría absoluta en el poder legislativo desde hace 9 meses. Aun sobrevive una economía privada nada despreciable y seguimos celebrando manifestaciones públicas, legales y tan multitudinarias como la Toma de Caracas del pasado 1° de septiembre. Sin negar nuestras tristes similitudes, Venezuela está infinitamente más lejos de una dictadura comunista de lo que Cuba estaba en 1977, cuando la revolución de Fidel cumplía 18 años.
En conclusión, creo que en los próximos 100 días estamos más cerca de una renuncia del chavismo que de su continuidad pero aun no me atrevo a asegurar, sin lugar a dudas, que ya comenzó la transición. También creo que si el gobierno chavista sobrevive al 2016, aun tendremos esperanzas de cambio el próximo año, aunque debo admitir que sufrir un 2017 igual o peor al presente, sería otro duro golpe difícil de asimilar para todos. Justo ahora no podemos subestimar el valor y el poder de la protesta democrática que, aunque a ratos parezca inútil y desgastada, es una de las pocas pero efectivas herramientas que tenemos para curarnos y resurgir.
Si por simplificar aceptamos que una vida normal durará un poco más de 80 años (más de 23 los viviremos durmiendo), es importante que, de vez en cuando, analicemos nuestro camino y nos preguntemos qué vamos a hacer con el tiempo que nos queda de modo que podamos organizarnos para seguir cumpliendo objetivos.
La vida puede resumirse como un recorrido de ocho décadas que más o menos tienen una distribución promedio aunque varían, incluso drásticamente, entre grupos de personas por decisión propia o por razones hereditarias, culturales, geográficas, generacionales, económicas o sociales.
A medida que transcurre el tiempo, la esperanza de vida ha ido creciendo o dicho de una manera más atractiva, el tiempo de juventud le ha ido robando años a la vejez y, en consecuencia, cada vez nos hacemos ancianos más tarde, entendiendo por ancianidad, los últimos años del recorrido o el periodo final en el que podemos ver disminuida nuestra autonomía.
Hagamos un repaso de estas ocho décadas, destacando lo que por término medio nos suele suceder en cada una de ellas.
La primera década, hasta los 9 años, es la infancia y nos sirve para comenzar a desarrollar independencia y preparación para vivir en sociedad. Los primeros 3 años aprendemos a caminar, a comer (consumiremos un promedio de 10 toneladas de alimentos en nuestra vida), a hablar y a ir al baño (en 80 años orinaremos unos cuarenta mil litros). Luego comenzamos a socializar y a seguir diversificando nuestras herramientas de comunicación, creciendo y ganando fuerza y agilidad para poder iniciar el primer contacto con la educación colectiva para aprender a leer, a escribir y a usar la aritmética básica. Es tiempo de jugar y de hacer las primeras amistades, adquirir nuestros primeros gustos y, a veces, el sentido de la responsabilidad.
La segunda, de los 10 a los 19, incluye la adolescencia y además de dedicarla a seguir creciendo y aprendiendo, es cuando comenzamos nuestra transformación física y psicológica hacia nuestro estado más duradero, la adultez. En esta década, también de grandes cambios, forjamos sólidas amistades y completamos el desarrollo de nuestro cuerpo. Posiblemente tendremos nuestras primeras parejas sexuales y tomaremos las primeras decisiones trascendentales como escoger cuál será nuestra primera dedicación fundamental, carrera u ocupación laboral.
En la tercera década, de los 20 a los 29 años, comienza la adultez y es muy probable que nos hagamos con una profesión u oficio, comencemos a ser económicamente activos, formemos una pareja y comencemos a construir nuestra propia familia. Más o menos, a los 28 años, habremos alcanzado el clímax del desarrollo físico de nuestro cuerpo. Esta edad marca la plenitud del ser humano y, a partir de allí, comenzaremos a envejecer, toda vez que al final de esta década, dejaremos de producir neuronas, aunque las que tengamos entonces deberían ser suficientes para toda la vida.
En la cuarta, de los 30 a los 39, la primera de madurez, comenzamos a estabilizarnos, a crecer profesionalmente, a seguir procreando y cuidando nuestra familia. Aunque típicamente podemos ganar peso y perder algo de agilidad, de vigor y de energía, siguen siendo tiempos de plenitud en los que estaremos acercándonos a la mitad del recorrido.
Luego llega la quinta década, de los 40 a los 49, que será una segunda madurez y que es una especie de bisagra hacia la temprana vejez en la que normalmente cesa el rol de reproductor. Los hijos suelen llegar a su propia segunda década y comienza la transformación del núcleo familiar que se achicará o crecerá de acuerdo con las circunstancias económicas, familiares y sociales. La experiencia profesional acumulada puede abrir paso a las ocupaciones de mayor responsabilidad hasta alcanzar la plenitud profesional. Comienzan a aflorar los primeros signos de deterioro físico, posiblemente comienza la pérdida de la agudeza visual y algunas primeras afecciones asociadas con el desgaste.
En la sexta década, la de la tercera de madurez, de los 50 a los 59, usualmente nos hacemos abuelos y, probablemente, comienza un proceso de paso de testigo hacia la próxima generación. Los signos del envejecimiento se hacen más evidentes y aparecen algunas dolencias, pero con suficiente energía e independencia para seguir disfrutando sin mayores limitaciones (en toda la vida recorremos 10 mil kilómetros casi sin darnos cuenta). La óptica de la vida cambia en la misma medida en que cambian nuestros intereses. La seguridad en uno mismo llega al máximo y aunque es probable que profesionalmente pueda aun ejercerse un liderazgo muy importante, se hace previsible que la dirección hacia el futuro comenzará a pertenecer a miembros de una generación menor.
En la séptima, de los 60 a los 69, que es o la cuarta de madurez o el inicio de la vejez, suele iniciarse el retiro profesional y un importante cambio de nuestras rutinas de varias décadas. Puede ser un trance difícil aunque si la salud acompaña, es muy probable que se puedan comenzar nuevos proyectos que buscan una ocupación sana y placentera más que seguir con el ritmo de carrera previo. Es una década crucial para bajar la intensidad, sin embargo, aquellos que hacen una parada brusca para pasar a un retiro en reposo, terminan acelerando el final del recorrido.
De los 70 a los 79, comenzamos a tener más cerca la ancianidad, aunque ello va a depender mucho de la genética, la experiencia y las expectativas de cada persona. Es común acumular dolencias físicas y psicológicas asociadas con el paso del tiempo y que de acuerdo con su intensidad nos pueden comenzar a limitar. Será normal que comencemos a despedir a algunos compañeros de camino. El metabolismo puede presentar un cambio importante en virtud de la disminución de la actividad aunque es cada vez más frecuente que la vida se alargue por una o dos décadas más de acuerdo con el estado general de salud y el entrenamiento con que nos hayamos preparado.
A medida que pasa el tiempo ha estado aumentado el número de personas con más de 100 años de edad. Las proyecciones apuntan a que en 2050, dentro de treinta y pocos años, el 10% de la población mundial tendrá más de 80 años y será un grupo de casi mil millones de personas.
Debemos planificar este recorrido natural y seguir estableciendo y superando metas y, aunque disfrutado el presente, es recomendable enfocarnos en lo que sigue pendiente sin quedarnos atorados en el pasado porque siempre es más emocionante ilusionarnos con lo qué vamos a hacer con el tiempo que nos queda que lamentar lo que pasó o dejó de pasar.