viernes, 28 de agosto de 2015

Dejemos de culpar al Liberalismo

En los últimos años, Venezuela ha estado sometida a otro profundo proceso de desmontaje y destrucción de las bases previas sobre las cuales sustentaba su acuerdo social.

Este proceso se ha empeñado en antagonizar e ir en contra del liberalismo y en hacerlo responsable de los malos resultados a pesar de que en nuestro país se le ha dado tan poco chance a esta corriente. En mi opinión, ha sido éste uno de nuestros errores centrales de enfoque, antes y ahora, a juzgar por los resultados que nos ha tocado padecer desde 1983.

Si me piden opinar qué le ha llevado siempre a los políticos a irrespetar y menospreciar la voluntad, las capacidades y el éxito de las personas emprendedoras y de las empresas, no dudo en afirmar que han sido la prepotencia, la vanidad y el egoísmo que han acompañado, primero al poder real, luego al militar y, últimamente, al populismo petrolero.

Los reyes, los caudillos y los políticos intervencionistas que han dirigido a Venezuela han tenido en común el hecho de desconfiar, despreciar y codiciar el poder del individuo productivo y se han escudado en la debilidad del "pobre pueblo" para imponerse desde el poder en contra de lo privado. Puro complejo de inferioridad.

Entonces, siempre con la pobreza como muleta, se han mezclado las apetencias por el poder político y el poder económico para terminar construyéndonos un escenario mucho más desbastado del que se nos pretendía "rescatar".

Pareciera que estamos configurados para que a la sombra del poder, sea quien sea el que lo detente, crezcan y se enquisten redes de corrupción de "amplio espectro" (con funcionarios y con seudo-empresarios) para fundamentalmente tomar su provecho particular, dejando sus buenas intensiones sólo en los programas de gobierno con los que hicieron su propaganda.

Nuestras clases políticas nunca han buscado que los recursos públicos sólo provengan de los impuestos al esfuerzo productivo sino que han hecho todo lo que ha sido necesario para seguir teniendo propiedad directa sobre la generación de ingresos y lo han hecho como quien mal-administra una hacienda familiar. Esa lotería en la que han terminado nuestras finanzas, hoy y desde hace 100 años, se llama petróleo.

Venezuela se ha acostumbrado a delegar el poder en quien le ofrece repartir el mayor porcentaje del premio gordo que por ser de todos, termina no doliéndole a nadie. Y así vamos, de borrachera en borrachera pero de resaca en resaca.

Cuando la época de oro de la telenovela venezolana, los detractores le pedían a los canales de TV que subieran el nivel y la respuesta siempre era que se producía el culebrón que la gente quería. Parece la misma razón del porque las carreras electorales siempre se centran en el populismo porque se dice que es lo único que garatizará los votos, sin importar que después de 35 años, sólo hayamos conseguido retroceder con esta forma de administrar lo público.

Venezuela necesita que sus administradores del futuro se comprometan con dejar en manos privadas la generación de ingresos para enfocarse en garantizar el balance y la transparencia de todo el sistema y sólo tomando el protagonismo en educación, salud, seguridad y justicia. La pobreza se extermina generando riqueza y haciendo que los pueblos se transformen en ciudadanos productivos y no sólo repartiendo las migajas de la lotería y menos de la forma corrupta que ya se ha hecho parte de nuestra forma de ser.


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