Mi anterior visita fue hace dos años y a continuación aprovecho de reseñar mi experiencia con algunos apuntes que podrían ser de interés para planificar tu próxima visita.
El primer acercamiento a la isla fue al ir al Conferry del centro comercial Milenium a comprar los boletos. El local es un espacio sobredimensionado y descuidado y con una atención al turista que deja mucho que desear. Desgano, caras largas, poca información y en general una mala actitud. El primer descubrimiento, el cambio de puertos (tanto en Puerto La Cruz como en la isla). El ferry disponible sólo puede atracar y zarpar desde Guanta y desde El Guamache. Otro turista pregunta dónde queda Guanta y el funcionario sólo le contesta: “al final del paseo Colón”. Ni un instructivo ni un folleto. Que cada quien se las arregle como pueda.
El segundo apunte tiene que ver con las vías, la suma de carreteras y autopistas para ir de Caracas a Oriente. Siento que la calidad de las vías mejoró en estos 2 años. Mejoró el asfaltado pero no la señalización. Para aprovechar más autopista, vale la pena ir por Río Chico, sin embargo, el empalme entre el final de la autopista en Río Chico y la carretera de El Guapo a Oriente, carece de una señalización suficiente y moderna. Más te vale que vayas con un conocedor o tengas la suerte de seguir al chofer indicado porque podrías perderte en unas vueltas adicionales. El paseo de Río Chico hasta El Guapo es una carreterita muy agradable y menos peligrosa que el trayecto original. Los comercios de El Guapo siguen atascados en el tiempo, con las facilidades y salubridad de la primera mitad del siglo XX.
Un volcamiento de un camión justo al salir de Guatire obligará a cambiar el pasaje al llegar a Puerto La Cruz porque ya no dará chance de tomar el barco de las 12m. El camión era de malta y el accidente ocurrió en medio de la nada. Al menos sesenta otros vehículos se detuvieron a espalillar la gandola. Un triste espectáculo de miseria que robará más de una hora al viaje.
Al llegar a la vieja sede administrativa de Conferry en Puerto La Cruz (donde aun se debe hacer cualquier trámite de pasajes), siguen intactos los escombros de la demolición de esa sede. Le llaman Kosovo y no se ha avanzado en muchos meses con esa obra, ni siquiera con la recolección de los escombros. En esta parada me quedo unos minutos junto a los típicos “Cuidacarros” y compruebo que la nueva ocupación de bachaquero está en pleno auge en Puerto La Cruz. Entre ellos comentan qué se puede comprar ese día en cuál supermercado y hacen las cuentas de precios y margen en el mercado de reventa. Me ofrecen hojillas y mentol para masajear aporreos.
Al final de la tarde, ya en Guanta, no resulta fácil ubicar el sitio de embarque. Se llega tanteando y urge una señalización moderna y pensada para todos. Ya en el muelle la organización para subir al ferry es buena y las instalaciones aunque temporales no están mal (en caso de lluvia, debe ser un calvario). Lamentablemente, decenas de perros callejeros mueven sus colas y pasean sus sarnas esperando una sobra.
La puntualidad abrumadora. Tomaríamos el ferry de las 8:00pm y salimos a las 8 en punto. El ferry es una agradable sorpresa. Tanto el barco como la atención al pasajero. Mi mejor experiencia abordo desde hace 30 años. Los cafetines son mejores que los anteriores pero sin que pueda echar cohetes para celebrarlo.
Al llegar a la isla, el puerto internacional de El Guamache tiene mucha, pero mucha mejor pinta que el viejo muelle de Punta Piedras pero falla nuevamente la señalización. La vía hasta alcanzar la autopista principal no tiene muchas decisiones así que no es difícil salir de allí pero la iluminación no brilla ni por su ausencia.
En la isla resaltan varias cosas muy importantes para un caraqueño. El clima de buena vibra y relax de la gente contrasta con la agresividad caraqueña. Sólo eso vale la pena el viaje. La afortunada carencia del enjambre de motorizados de la ciudad, te hace sentir mucho más tranquilo. El margariteño sigue siendo salido, simpático y cercano (demasiado opinarían algunos).
Como en el resto del país, los precios habrán subido unas 10 veces con respecto a 2013 pero contrario a los comentarios que me hacía mucha gente antes de salir, aunque el abastecimiento de productos de consumo diario está complicado, la situación no es peor que la de Caracas. Ni remotamente. Las empanaderas se quejan de que los controles de precios y los horarios de compra han dificultado su trabajo. La solución, comprar los insumos a bachaqueros. La consecuencia, empanadas a Bs. 50.
El sentido de progreso en la isla sigue estando presente. Urbanizaciones, centros comerciales, obras públicas, restaurantes y algunos nuevos hoteles, me alejan del sentido de debacle que se respira en la capital. El servicio eléctrico aunque con algunas fallas, aparentemente ha mejorado como producto del cambio de cable de alimentación que viene desde Chacopata en tierra firme. La sequía muy pronunciada ha complicado mucho el servicio de agua potable que se compensa pagando por cisternas para llenar los tanques. Otro problema nacional.
Visitar los 3 centros comerciales más grandes: Parque Costa Azul, La Vela (cuya expansión está en curso) y Sambil, por momentos, te traslada a otro país. Abundancia de marcas internacionales y aunque con algunas fallas de abastecimiento, hay muchas más opciones para elegir y comprar que en Caracas. El efecto de inventarios comprados a distintos tipos de cambio permite conseguir algunas “gangas” aunque pateando. Un mismo perfume o un mismo par de zapatos se pueden conseguir con notables diferencias de precios (5 a 1 en algunos casos). Así que con respecto a Caracas, vale la pena intentar comprar algo. Si bien a los estantes no se les están cayendo los productos, hay mucha mejor disponibilidad de todo (hasta aires acondicionados y televisores Samsung Curve están en las estanterías esperando a sus nuevos dueños aunque los precios nos asusten a los desenchufados).
Aunque la gente local se queja de inseguridad y dan cuenta de algún delito grave hace unos meses, la sensación de seguridad (nuevamente comparando con Caracas) es infinitamente superior.
La experiencia Margarita es muy valiosa y apreciada por mí. Justo ahora se vive un valioso movimiento cultural para resaltar lo autóctono, las recetas, las tradiciones y los ingredientes únicos. Festivales para honrar la mejor fosforera o el mejor piñonate dan cuenta de ello. Es un placer visitar esta isla y disfrutar, tanto de su oferta natural de playas y paisajes como de sus expresiones de pueblo orgulloso de sus tradiciones e historia.
Ya para el regreso, saber cómo llegar a El Guamache me obliga a llegar a Punta de Piedras y pararme a preguntar. La señalización no existe. “Pase el segundo semáforo y a unos 150 metros hay un desvío, lo toma y después de un rato, más adelante, tome a la izquierda”. No me pierdo e iba con tiempo suficiente pero, por favor, pongan unos letreros para todos. Nuevamente, tenía pasaje para las 4:00pm y salimos a las 4 en punto. Me impresionó gratamente el respeto al tiempo de los clientes. El trato a bordo, nuevamente, muy profesional y atento. Un contundente logro.
Mi plan original era pernoctar en Puerto La Cruz y salir bien temprano para Caracas pero por sentirme descansado y valiente, decidí hacer el regreso esa misma noche. El retorno no tuvo contratiempos más que mis propios temores por todos los cuentos y noticias de terror urbano de los viajes por carretera después de que cae la noche en nuestra Venezuela de hoy. Sinceramente, creo que fue una imprudencia. El viaje lo hice entre decenas de camiones y transporte pesado y luego de adelantarlos, apenas unos otros cinco valientes vehículos en total nos acompañábamos en una frenética carrera por llegar a casa. Desde El Guapo hasta Caracas apenas coincidiría con dos o tres vehículos durante esas dos horas de camino, así que sentí que habían reservado la vía solo para mí pero mi recomendación, luego de este temerario atrevimiento, es que esperes el amanecer o viajes en equipo.