sábado, 31 de marzo de 2012

Desde Caracas a Oriente: “Johnny, la gente está muy loca”


300 kilómetros de dejadez separan a Caracas de Puerto La Cruz, la ciudad más importante del oriente venezolano y  paso obligatorio hacia la isla de Margarita (principal destino turístico del país), hacia Maturín (capital de nuestra principal región petrolera), hacia Cumaná (la capital del estado Sucre) y hacia las más importantes ciudades del sureste: Ciudad Bolívar y Ciudad Guayana.

Aunque existe un par de rutas indirectas por los llanos en el centro y sur del país, más de 5 millones de habitantes de la Venezuela más oriental, necesitan recurrir a la vía “Caracas-Oriente” para trasladarse a la capital o seguir hacia el noroccidente del país. Igual necesidad tiene el resto del país que necesita trasladarse hacia el oriente desde Caracas.

Lo cierto del caso es que con excepción de la salida de Caracas (hasta Caucagüa), la llegada a Barcelona desde Puerto Píritu y un tramo adicional en Boca de Uchire, que sumarán 140 kilómetros, los otros 160, se recorren a lo largo de una carretera de ida y vuelta, de unos 10 metros de ancho (en sus tramos más generosos) y que a ratos culebrea entre caseríos, pequeños pueblos, haciendas y montañas a pocos kilómetros de la costa.

A pesar de que hay 140 kilómetros que podrían considerarse de autopista, el estado de abandono es generalizado en toda la ruta. Parecería que no es necesario reseñar el abandono, sin embargo, para quienes no la conocen o no la han recorrido recientemente, todo el trayecto está caracterizado por pavimento irregular, huecos en todas las tallas (hasta XXXL), fallas de borde, desniveles, puentes a punto de caramelo, falta de alumbrado, de señales y ausencia de autoridades de control y auxilio.

Más allá de los espasmódicos y ya pálidos reclamos que se han hecho sentir en los últimos 30 años, la resignación de los usuarios es sólo otra de las inexplicables muestras de pasividad y conformismo de los venezolanos.

Pero más allá del estado de la vía, el comportamiento de los usuarios también merece su par de párrafos.

A pesar de la precariedad descrita, considerando que la mitad del trayecto tiene un solo canal en cada dirección y que el tráfico combina, en partes iguales, autos y transporte pesado, la velocidad promedio debe rondar los 140 kilómetros por hora (leyó bien, si, 140 kilómetros por hora para no exagerar). Los continuos adelantamientos irresponsables hacen del conductor de 100 kilómetros por hora un estorbo imbécil, todo un "pajúo".

El hombrillo (arcén) es un pasillo de peatones y ciclistas entre caseríos, incluso de vecinos que se sientan sobre el asfalto a conversar a un metro de la velocidad y el peligro. Las orillas de los montes, que se esfuerzan por invadir la vía, están llenos de latas, vasos, bolsas, cartones, botellas, cauchos, restos de animales muertos, tasas, platinas y cualquier tipo de basura que se puede arrojar o desprender del tráfico. La mayoría de los comercios son precarios y una estampa de la Venezuela rural de principios del siglo pasado (o del antepasado).

En algún punto del trayecto sonó en la radio Loka People de Sak Noel, una canción sobre una llamada que la intérprete le hace a un amigo para contarle de sus vacaciones en España y yo sólo me reía pensando en que Sak le diría lo mismo si le toca manejar de Caracas a Puerto La Cruz: “Johnny, la gente está muy loca… what de fuck”.

En fin, la vía a Oriente es como el dicho: “el niño llorón y la madre que lo pellizca”.

Recién hice el viaje y estando solo durante las casi 12 horas que dediqué a los recorridos de ida y de vuelta, reflexionaba sobre lo que hoy está leyendo. Era tal mi indignación que mis ganas de llegar a la casa crecían al pensar en escribir esta reflexión. Aun así, también debo añadir para despedirme, que la mayor parte de los 300 kilómetros ofrece una combinación de colores, olores, paisajes, contrastes de clima, personajes, flores, sabores, vegetación y viaje en el tiempo que ayudan a tolerar las amenazas de seguridad y la falta de confort que resentimos los venezolanos que aun gustamos de conducir entre las principales ciudades del país.

viernes, 16 de marzo de 2012

Microsoft Windows 8: al usuario hay que darle lo que pide


Desde principios de los 90´s, Windows (de Microsoft) fue tomando el escritorio de los computadores personales de las empresas y de las casas. En esos tiempos, los PC´s desataron un contagio viral, ya que de ser equipos un tanto exóticos y para algunos atrevidos, pronto se convirtieron en una herramienta estándar de trabajo. Primero, todos los dueños y gerentes de las empresas los querían tener y, posteriormente, fueron asignados a casi todos los trabajadores del conocimiento en el mundo entero. Así nacía la arquitectura Cliente/servidor y otro de los cambios más importantes que ha dado la industria de las tecnologías de la información en las décadas recientes.

Más allá del equipo en sí, las hojas de cálculo y los procesadores de palabra fueron las aplicaciones que motorizaron esa revolución y que maravillaban al mundo.

Antes de los PC´s, algunas empresas medianas y sobretodo las grandes, tenían computadores centrales con los que se interactuaba con un terminal “tonto” y la información se analizaba al día siguiente de generada, a través de reportes en papel que el  computador central ordenaba e imprimía de noche y que un mensajero repartía en las mañanas entre todas las oficinas de la empresa.

Durante más de 20 años, de 1990 hasta el 2011, Windows impuso el estilo de interfaz y la manera de usar software, sin embargo, primero Apple y luego Google (Android), han comenzado a cambiarla. La manera de distribuir el software también está cambiando, desde el modelo de canales, a la auto-venta en la web, hasta el nuevo modelo de APPs y Store con aplicaciones de precios bajos para el usuario final (con versión básica gratis), con el que ya están avanzando Apple y Google.


Las aplicaciones que están motorizando esta revolución son de muchos tipos, con Facebook, Twitter, Linkedin y otras redes sociales a la cabeza pero también aplicaciones que usan posicionamiento satelital, música, video, voz, fotografías, juegos y más.


Esta nueva interfaz, primero en los Teléfonos Inteligentes y luego en las Tabletas, es a través de pantallas Táctiles. Microsoft comenzó a entender que últimamente se han estado comprando más Teléfonos Inteligentes y Tabletas con interfaz Táctil de Apple y Google que computadores con la interfaz de Windows y ha reaccionado como sabe hacerlo: con fuerza.


Microsoft está produciendo Windows 8, del que ya existe una versión temprana de prueba para usuarios (Windows 8 Consumer Preview) que, entre otras cosas, le está dando mucho menos importancia a las ventanas y al ratón y se ha movido a lo Táctil. Junto a Windows Phone y en alianza con Nokia, Microsoft está construyendo una nueva experiencia de uso de software que incluye la Microsoft Store.


Windows 8 tendrá una interfaz al estilo de la que han logrado Apple y Google pero además, cuidando la base instalada de cerca de 1.000 millones de equipos Windows, Windows 8 se podrá utilizar en equipos tradicionales con teclado y mouse. Por lo pronto, muchos fabricantes de hardware como Lenovo, Nokia, Dell y HP han anunciado la fabricación de nuevos equipos (Tabletas, Teléfonos Inteligentes, nuevos PCs y Laptops) para aprovechar Windows 8 y muchas casas de desarrollo de software están siendo persuadidas de que migren sus aplicaciones al nuevo sistema operativo de Redmond.

En consecuencia, el PC y el laptop como los conocemos ahora, en mi opinión, tienen los días contados y pareciera que darán paso a equipos equivalentes pero con los que también se interactuará con los dedos sobre las pantallas y con la voz. En mi opinión, en 2014 o antes, los equipos que hoy usamos comenzarán a estar obsoletos (¿o ya están obsoletos?).

Quedan unos pocos meses para el lanzamiento de Windows 8 pero desde ya se anticipa una nueva revolución para los próximos años, haciendo la experiencia del usuario cada vez más cómoda e intuitiva.


Todas las marcas mencionadas: Microsoft, Windows, Apple, Google, Android, Nokia, Lenovo, Dell y HP son propiedad y están registradas por sus respectivos fabricantes

sábado, 3 de marzo de 2012

El caracazo continúa activo 23 años después


Entre los años 50´s y principios de los 80´s del siglo pasado, Caracas pasó de ser una capital pequeña y con aires de pueblo, a ser la urbe más pujante de uno de los países con más fuerza y encantos de Latinoamérica.

Durante esos 30 años, de todas partes del país y del mundo, llegaron millones de nuevos vecinos. Por una parte, llegaron paisanos del campo, de la costa y de la provincia porque acá estaba el progreso. Y desde varios países europeos y de casi todos los países de América, llegaron millones para construir el mejor futuro.

De esta manera, Caracas iba estrenando grandes obras y facilidades. Así llegaron autopistas, teatros, clubes, museos, subterráneo, centros comerciales, iglesias, bulevares, discotecas, universidades, urbanizaciones, galerías, restaurantes, pleno empleo y modernidad a la par de que se iba cocinando una mezcla única de culturas. En Caracas, se diversificaron las opciones hasta hacerse una metrópoli, que a finales de los 70´s y principios de los 80´s podía presumir de encantos y oportunidades envidiables desde casi cualquier lugar del mundo.

Este crecimiento se acabó en los 80´s. El país y su economía entraron en una crisis que aun no se supera y después de transar una de las monedas más fuertes del mundo durante 3 décadas, el Bolívar, le han estado viendo desvanecerse.

Tristemente, en las faldas de las montañas y en los suburbios, también crecieron grandes barrios muy pobres, sin planificación, sin servicios y sin seguridad para ir amontonando a centenares de miles que no lograban superar sus pobrezas.

En 1989, a finales de febrero, la tragedia económica desencadenó el triste evento conocido como el caracazo. En histérica protesta a los ajustes de todos los precios, los pobres más indignados, los atrevidos y los irresponsables, salieron a las calles a embriagar la frustración por lo que se quería y no se tenía, y saquearon auto-mercados, farmacias, jugueterías y todo tipo de comercios. Al final del segundo día, bajo mandato civil, los militares canalizaron el saqueo hasta devolvernos al orden previo, no sin antes cambiar la rabia de centenares (o miles) de transeúntes por el silencio eterno. Las muertes del caracazo nunca se contaron oficialmente.

Luego de este arrebato popular, muchos de los saqueados y arruinados, mayoritariamente venidos de otras tierras, cambiaron de ramo y hasta regresaron. Por primera vez luego de varias décadas, el noble pueblo anfitrión, ahora con cara de perro rabioso, había perdido los estribos y dejaba la marca de su mordida en las nalgas de la clase media.

23 años después, el gobierno ha vuelto a celebrar el aniversario del caracazo por ser una de las inspiraciones de su “revolución”. Hace suya la energía  de esa turba saqueadora y con demagogia celebra un episodio de “lucha de clases” que aunque duró 2 días, quisiera sembrar para siempre entre los venezolanos.

Lamentablemente, corriendo el año 14 de “revolución”, el caracazo continúa activo, ahora, en forma de secuestros, de robos, de asesinatos, de expropiaciones y de anarquía generalizada. Es decir, que la rabia continúa igual pero se ha topado con alguien que la canaliza a su favor, que a ratos la enfría y que a ratos la provoca pero que, sobretodo, no ha logrado transformarla en riqueza y prosperidad como había prometido. Millones siguen aun amontonados en los mismos cerros de 1989 y en muchos otros que han seguido pariendo frustraciones en todo el país.

En años recientes, El Ávila ha sido la última imagen de Venezuela para casi 1 millón de vecinos, que cansados del saqueo y la intimidante impunidad, han desandado el camino de venida o han volado por vez primera a nuevos futuros definitivos.

Si efectivamente esta revolución estuviese siendo la mitad de exitosa de lo que cantan las propagandas, no tendríamos que lamentar 19.000 asesinatos cada año, ni tendríamos que seguir malviviendo con el peso de una inflación anual de 25%, ni El Ávila tendría que seguir oteando los aviones cargados de venezolanos que sólo compran boleto de ida.

Desde Caracas he sido testigo de esta realidad y siendo uno de los millones que debe su origen a esa magnífica mezcla de culturas que celebraba más arriba, estoy absolutamente convencido de que la potencialidad de nuestro país está muy por encima de estos desafortunados 30 años. Como yo y como tú, somos millones los que vivimos indignados con nuestro presente, casi desde siempre, y aunque lamentamos 30 años de irresponsabilidades, con optimismo seguimos aprendiendo, estamos despiertos trabajando mientras soñamos  y ya estamos listos para andar el verdadero camino de progreso que hemos estado construyendo desde la urbe más pujante de uno de los países con más fuerza y encantos de Latinoamérica. Amén.