lunes, 16 de noviembre de 2009

¡Ay Caracas!


Hoy 16 de Noviembre, nos reportan que en Caracas hubo 40 asesinatos durante el fin de semana que terminó ayer. El pasado lunes, el 9/11, se reportaron 36. Eso promedia unos 2.000 asesinatos por año en la ciudad y la acción pública para enfrentar esta situación sigue sin convencer y lo que es peor, sin tener efectividad para reducir las terribles pérdidas.

Para quienes no la conocen, Caracas es un valle y, en consecuencia, esta rodeada por montañas en sus 4 costados. En la parte baja de este valle, se encuentra la ciudad “organizada”: las calles, las avenidas y autopistas, las plazas, el metro, los edificios, los comercios, las dependencias públicas, los parques, las universidades, las empresas, los teatros, etc. En muchas de las montañas que rodean el valle están los barrios, esas comunidades que nacieron y siguen creciendo con el orden que se han dado los pobladores que van ubicándose cada vez más hacia arriba (arriba en la montaña o arriba sobre la casa de la suegra). Una buena parte del costado norte es un parque nacional, El Ávila, en el que no hay ocupación o viviendas pero en la mayor parte del resto de las lomas, se construye de acuerdo con los caprichos del terreno y de acuerdo con la creatividad de los mismos pobladores-constructores. El transporte público formal llega hasta la parte baja de estos barrios y a partir de allí se ha ido generando una red de servicios (del sector privado local en la mayoría de los casos). La presencia del estado es mínima. Sólo en algunos barrios que están “consolidados”, es decir, que albergan a miles y miles de personas desde varios años, se pueden encontrar obras públicas: canchas deportivas, zonas para la recolección de basura, módulos de salud, albergues de alimentación o cuidado infantil, sin embargo, su presencia y alcances son muy limitados.

Si Caracas reúne a 6 millones de personas, se podría decir que la mitad de sus pobladores vive en la ciudad de una manera internacionalmente aceptable (por decirlo de alguna manera) y la otra mitad vive en estos barrios. Precisamente, a quienes viven en estos barrios, se les llama más recientemente "Los excluidos" y son el objetivo del discurso y la aparente acción de gobierno de turno. De manera general, los barrios acogen a los menos favorecidos de nuestra sociedad, a los más pobres (aunque hay excepciones). Los barrios albergan a muchos desempleados pero también a obreros de la construcción, empleadas domésticas, taxistas (con carro o con moto), dependientas de comercios, obreros de fábrica ligera, buhoneros, camareros, enfermeras, policías, mecánicos, albañiles, bomberos y muchas otras ocupaciones, pero en general, las que tienen los más bajos ingresos.

En vista de que la presencia pública es tan limitada, los barrios son territorios que albergan a múltiples bandas de crimen organizado y redes de tráfico de drogas. Allí vive otro mundo al que muchos no tenemos acceso y seguramente no queremos tener. En los barrios son terriblemente habituales: los enfrentamientos entre bandas por el control del tráfico de drogas y armas, el atraco a los pobladores a cualquier hora para despojarlos del poco efectivo que portan o de un celular, de los zapatos u otra pieza de ropa, duelos y venganzas e incluso, linchamientos de los delincuentes a manos de la comunidad frustrada y enfurecida.

En consecuencia, de los 38 asesinatos que están ocurriendo cada fin de semana en Caracas, podría proyectar que unos 35 ocurren en los barrios y los 3 restantes en la ciudad. Ahora bien, en vista de que el control y la seguridad de la ciudad es más pobre cada día, la anarquía se ha ido apoderando de todo el funcionamiento de Caracas y en los últimos años hemos visto como ha estado aumentando el radio de acción de la delincuencia. En lo que se consideran zonas céntricas, la acción del hampa es una pesadilla: robo de vehículos, atracos a mano armada, secuestros por horas mientas los familiares reúnen cierta cantidad, asaltos a casas y apartamentos y un sinfín de otros delitos que nos amargan la existencia y nos someten al encierro. Es decir, que la aparente diferencia del sentido de seguridad en la ciudad y en el barrio, está desapareciendo.

Terrible la realidad del caraqueño de arriba y del caraqueño de abajo. Cada día más igualdad para lo peor.

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