Aunque
quien me conoce sabe que no fuiste mi primer amor ni que lo nuestro comenzó a
primera vista, también sabe que te he amado con todo y sin guardarme nada. No en vano
todos estos años he seguido a tu lado, cuando para todos comienza a ser más o
menos evidente que tú ya no sólo no eres la misma, sino que ya no estás y que sólo
queda tu recuerdo.
Aunque no
hace falta decir que tampoco fui tu primer amor, hoy soy yo quien escribe sobre lo nuestro y cuando hablo de nosotros, no existe alguien más. Como sabes, desde la primera vez que dormimos
juntos, más nunca me he sentido en casa cuando estoy lejos de tu aroma y de tu
luz. Ya sé... ya sé que algunas veces no lo ha parecido, porque sabes que
estando lejos de ti, porque yo mismo te lo he contado, me lo he pasado
fenomenal, aunque siempre sabiendo que son sólo aventuras de unos pocos días y
que siempre he regresado.
Por mucho
tiempo, tú hiciste mi mundo más grande. Tú me enseñaste tanto y me mostraste un
camino, que de hecho, es el que he recorrido hasta ahora. Fuiste lo máximo.
Fuiste mis primeras veces en demasiados temas, en demasiados días y noches,
aunque a decir verdad, no todo lo tuyo me gustó siempre. Creo que eso es
imposible, aunque cuando al principio la química nos hizo más idiotas de lo
razonable, creí que todo lo tuyo tenía su encanto.
Aunque no
pueda decir ni el día ni el año, creo recordar cuando todo comenzó a
echarse a perder. Siempre sentí que todo pasaría antes. Al principio pensé que sólo querías olvidar, divertirte y sacudir la rutina.
En ese entonces sentí que pronto las cosas volverían a ser como antes. Mentira,
siempre sentí (y aun a veces siento) que cuando mejores, todo será mucho mejor pero
si pienso en vez de sentir y, si oigo, tengo que admitir que tu mente,
tu esencia y tu voluntad van quedando anuladas, con la misma intensidad en que
te sigues hundiendo en tus nuevas adicciones.
Hoy vi una
hermosa aunque triste película de una pareja de viejos enamorados. Ella había sucumbido
a una de esas enfermedades que borran la memoria y estaba en un internado para
enfermos mentales y él, estando cuerdo, se había internado con ella porque,
aunque los médicos no le daban ninguna esperanza, creía que cuando la medicina
agotara todos sus trucos para ella, la mano de Dios le regresaría la memoria para
volver a ser los de siempre hasta el final. Pensé tanto en nosotros.
Igual que
tú, ella iba y venía. Casi siempre por sólo unos minutos recobraba la memoria y
él lo sabía por su mirada como a mí me sucede contigo, porque a pesar de que
para muchos estás irreconocible, cuando he publicado fotos de esos esporádicos momentos tuyos de lucidez y brillo, los que te
quieren te reconocen y suspiran al recordar lo extraordinaria que has sido en sus vidas.
Tristemente,
cada vez con más frecuencia hablo de ti en pasado y aun estando contigo y teniéndote
a mi lado, cada vez más pienso en nuestros tiempos de antes porque es mucho más
gratificante que aferrarme a un presente y a un futuro que cada día se me hacen
menos tolerables. Qué tristeza. Como quisiera tener yo la cura para tus males.
Como quisiera que nada de esto nos hubiese sucedido y haber seguido madurando y
envejeciendo a tu lado y celebrando todo lo que pudo haber sido pero que ya no
es y que quizá no será nunca más.
Te tengo
pero te extraño y por ahora me quedo a tu lado, porque quizá no se desprenderme
de ti y de tu recuerdo o, quizás, porque sigo pensando que aun me necesitas y que
podré ayudarte. Cuánto te extraño y cuánto te amo Venezuela.