lunes, 9 de julio de 2012

¿Mercosur?... me suena pero...


Tal como lo entiendo, el Mercosur es una asociación entre países cercanos que buscan favorecerse a través de una integración comercial suprimiendo los aranceles de importación o las viejas protecciones a la producción nacional. Es una especie de gran comida en familia, en la que cada quien aporta su especialidad para armar un banquete con los mejores platillos. 

Este tipo de integraciones, para cada país, busca ampliar el número de clientes para aquellos productos o servicios que pueden ofrecer con ventajas comparativas, “renunciando” a la producción de ciertos productos y servicios que ahora consumirán de otro de los socios que tiene mayores ventajas que las propias. Como quien dice, “zapatero a sus zapatos”.

Pongamos por ejemplo sólo 2 países para comenzar. Uno con más industrias y el otro con mayor producción agrícola. Una integración aduanera va a permitir que ambos países operen como un solo mercado, en el que cada uno produce y vende sin restricciones arancelarias en ambos. En esta asociación, la producción de ambos países crecerá, aumentando sus ventajas y economías de escala para el resto del mundo, tanto en el sector industrial de A, como en el sector agrícola de B. Esto los deja en una mejor posición para buscar una asociación con un tercer país, C, cuya economía complemente a los dos originales. Supongamos que la fortaleza económica de C es la producción de energía. En consecuencia, el mercado de energía de C, será ahora, además del propio, la suma de A y B, mientras que va a tener acceso privilegiado a la producción industrial de A y a la producción agrícola de B. Hasta ahora todos felices y contentos.

Este tipo de integración es compleja porque aunque puede generar muchos beneficios para todos a largo plazo, al inicio conlleva peligros y retos. Siguiendo con el ejemplo, si C había comenzado a construir una industria de calzado (y ya A tiene enormes y exitosas fábricas de zapatos), la integración prácticamente liquidará la naciente industria del calzado de C porque la producción de A seguramente será de mayor calidad a  un menor precio. En consecuencia, saldrá mejor para los consumidores de C, importar calzados de A y su naciente industria tendrá 2 opciones: negarse a desaparecer y especializarse en algunos productos superiores a los de A o aliarse con A para renunciar a una marca propia pero aprovecharse de una industria mayor, ganadora y aventajada porque, supongamos que a A le va a convenir abrir una fábrica o un centro de distribución en C, para abaratar los costos de transporte.

Las complejidades de estas integraciones son infinitas y requieren cientos de sesiones de planificación. Cada quien debe tener bien claro, dados sus mercados, cuáles son las industrias que va a mantener y desarrollar, cuáles son las ventajas comparativas y competitivas que puede aprovechar y cómo reaccionar ante las amenazas de la competencia, en adición de poder influir adecuadamente en decenas de otras variables económicas y de mercadeo para mantener equilibrio con los socios. Entrar a una alianza establecida requiere mucha investigación, discusión, pensamiento y una alineación de la industria local para establecer los necesarios estímulos y las regulaciones para competir y avanzar.

Hay decenas de éxitos y fracasos de estas integraciones en todo el mundo de las cuales aprender. Entre los países de nuestra región, Chile debe ser el más experimentado ya que presume de 50 alianzas de este tipo. Acercarnos a Chile sería una buena manera de aprender y evitar decisiones desastrosas para nuestra gente.

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