Esta época chavista lleva años decretando decenas de aumentos del salario mínimo, y aunque en tiempos de bonanza petrolera alcanzaban para seguir comprando más o menos la misma cantidad de bienes y servicios, ahora, después de los últimos 15 decretos que totalizan más de 1.350% de aumento en 4 años, el salario no para de perder valor al punto de estar desincentivando el empleo formal como herramienta básica del desarrollo.
Los aun no cobrados Bs. 65.000 del nuevo salario integral compran mucho menos que lo que compraban los Bs. 3.000 de septiembre de 2012. Una manera gráfica de apreciarlo es escoger un producto básico como los huevos de gallina para comprobar que hace 4 septiembres, el esfuerzo de un mes compraba 3.000 huevos y el de hoy, sólo alcanza para 650.
Esta es sólo otra de las dolorosas pruebas del equivocado plan de desarrollo de este fracasado “socialismo del siglo 21” a través del cual el chavismo se empeña en seguir poniendo en práctica un conjunto de viejas y perversas políticas que van más pendientes de perpetrar una dictadura que de sumar la mayor cantidad de felicidad para la sociedad.
Pareciera que cuando una economía de libre mercado deja atrás a la inflación y comienza a alcanzar su desarrollo, el salario básico y el sistema de bienestar garantizan la cobertura de buena parte de las necesidades básicas (vivienda, alimentación, salud, vestido, educación, esparcimiento y ahorro). Sólo llegado a ese estadio podría ser suficiente que un salario mantenga el mismo poder adquisitivo año tras año y que la búsqueda de prosperidad para una familia o un individuo provenga del desarrollo profesional y la productividad.
La economía venezolana está acumulando tantos desajustes que es indispensable una profunda revisión para relanzarla tan pronto se pueda. Es terrible ver cómo casi todos los gastos y activos como vivienda, vehículo y equipos cotidianos se van dolarizando mientras los salarios retroceden y, adicionalmente, si no hacemos un acuerdo para trabajar por hacer crecer la economía y la producción, este modelo sólo terminará de alimentar una hiper-inflación que se está añadiendo a nuestra ya larga e intolerable lista de castigos.
La terquedad de estos economistas parece infinita y es criminal. Mientras siguen creyendo que estamos atravesando un intermedio (deprimente y doloroso) hasta comenzar a disfrutar los beneficios de su utópico e inalcanzable acuerdo social, nuestra gente sigue descolgándose de la formalidad e incluso del país. La invitación es a seguir en resistencia pacífica y activa luchando por cambiar este errado y nefasto modelo, con la fortuna de contar con decenas de experiencias para hacer una transición de la mejor manera posible que aproveche el empuje emprendedor del venezolano que, en mi opinión, es uno de los más contundentes de nuestra región y del mundo.
Por lo pronto, si el tipo de cambio promedio actual del país es de 400 Bolívares por dólar, el salario mínimo integral acaba de llegar a 150 dólares al mes que está muy lejos del promedio de nuestros vecinos, los mismos que en el pasado emigraban a nuestras tierras buscando el bienestar que ofrecía nuestro modelo de desarrollo previo con todo y sus desaciertos y vicios que también habremos de evitar en el futuro.